lunes, 30 de noviembre de 2015

LEOPOLDO SUCRE FIGARELLA



Personalidad fuerte de gran presencia y ejecutoria en Guyana, descendiente de José Manuel Sucre, radicado en Angostura en 1840, donde participo activamente en la política.

El fundador de la familia Sucre en Venezuela fue Don Carlos de Sucre y Pardo, hijo de Márquez de Preux, nacido en Flandes. Llego a la América como Gobernador de Santiago de Cuba y de aquí fue trasladado como tal a Cartagena de Indias (1723-1728).

 Por Real Cedula el 22 de diciembre de 1729 es nombrado Gobernador de Nueva Andalucía (Cumaná). De los hijos que han llevado con el, Antonio de Sucre y Estrellas es el padre de Vicente.

En 1731, el Rey Felipe V resuelve subordinar la Provincia de Guayana al Gobierno de Nueva Andalucía y tres años después (1734), don Carlos de Sucre, viaja a San Tomás de la Guayana a tomar posesión de la provincia permanece aquí durante casi un año, tiempo durante el cual fortifica el antiguo Convento de San Francisco levantado por don Antonio de Berrío. Lo trasforma en un Castillo y reside en el. Carlos de Sucre gobierno Cumaná hasta 1740 y falleció en Madrid en 1746.

Su hijo Antonio de Sucre y Estrelles se quedo y echó raíces en Cumaná y tuvo varios hijos, entre ellos, Vicente de Sucre y Urbaneja, 23 de julio de 1761. Vicente, quien llego a ser comandante de los Nobles Húsares, se caso con Doña Maria Manuela de Alcalá y tuvieron nueve hijos: José Maria, Maria Josefa, Aguasanta, José Jerónimo, José Vicente, Pedro José, Antonio José, José Francisco y Maria Magdalena, varios de ellos muerto en la guerra de Independencia y trágicos accidentes.

Maria Manuela de Alcalá falleció en 1802 cuando su séptimo hijo, Antonio José tenía apenas siete años. Entonces Vicente de Sucre decidido a casarse por segunda vez y lo hizo con Narcisa Márquez de Alcalá, prima de su esposa muerta y con la que tubo dos hijos, uno de ellos Juan Manuel Sucre, quien se radico en Angostura con toda su familia.

El Mariscal Antonio José de Sucre es Alcalá por la línea materna. Los Alcalá se instalaron muchos antes que los Sucre en Cumaná, a mediados del siglo dieciséis, y de allí se extendieron por todo el Oriente y Guayana. doña Isabel de Alcalá junto a Juan Jiménez de Alcalá y Jacinto de Alcalá vivieron en Santo Tomás de la Guayana y participaron en su defensa al lado del Gobernador Diego Palomeque de Acuña cuando fue atacado por hombre de la expedición de Sir Walter Raleigh.

Otro Alcalá distinguido, firmante del Acta de la Independencia y miembro del Congreso de Cúcuta, fue José Gabriel, casado en segundo matrimonio en Angostura con Basilia Espinosa en diciembre de 1828. sus hijos también nacieron aquí en la Ciudad del río y falleció el 9 de octubre de 1835.
La infancia de Antonio José de Sucre transcurrió en Cumaná y salió de allí por primera vez cuando su padre lo envió a Caracas con el fin de que estudiara Matemática y estrategia militar en la Academia del coronel  de ingeniero Mires. El 19 de abril de 1810 se hallaba de vuelta en Cumaná y por la vía de su padre Vicente que era jefe militar de la provincia adherida al movimiento independentista, ingresa a las milicias en calidad de subteniente. En 1812 ya era teniente y comandante de artillerías en Barcelona. Gorma luego parte del Estado Mayor del Generalísimo Francisco de Miranda y asiste al combate de la Victoria. Luego de la Capitulación de San Mateo, se refugia en Trinidad y de allí pasó a sumarse en la campaña de Santiago Mariño en Oriente. En la Victoria de 1813 ve y conoce por primera vez a Bolívar y asiste a su histórica entrevista con el general Mariño en procura de la unidad del Ejercito patriota, Pelea después al lado del General Bermúdez y tras la perdida de la segunda Republica y de allí a San Thomas para unirse luego a Bermúdez en Cartagena, a la que posteriormente Morillo somete a un sitio de cuatro meses. El hambre, la miseria, el terror se impone y los patriotas evalúan la plaza y se refugian en Haití. 

Rehuyendo de la intrigas contra Bolívar se dirige a mediados de 1816 a Trinidad para estar más cerca de su familia en Cumaná.

Enterado de la expedición de los Cayos (1816) al mando de Bolívar, Sucre aborda una piragua para sumarse a la expedición, pero en el curso de la navegación esta pierde la estabilidad entre las fuertes corrientes de la Boca de Dragón y naufraga. Todos los tripulantes de la embarcación perecieron y Sucre sobrevivió flotando sobre un baúl de madera hasta que veinte horas después fue rescatado por pescadores de Paría. Santiago Mariño que había venido junto con Bolívar, Soublette, Piar y Mac Gregor, entre otros, en la expedición de los Cayos, había hecho importante progreso en Oriente y tenia la plaza bajo su dominio, de manera que Sucre fue acogido y nombrado pronto jefe del Estado Mayor de la División de Colombia comandada por el General Rafael Urdaneta, bolívar había fracasado en Ocumare de la Costa y desconocido por Mariño y Bermúdez fue a tener de nuevo a Haití. Partes de sus tropas abandonadas en Ocumare quedó bajo la jefatura de Mac Gregor y Lugo que llego a Barcelona asumió el mando el General Piar. Quien las llevo triunfante hasta el Juncal de Guayana. En mayo de 1817 Mariño desconoció la jefatura de Bolívar, convoco un Congreso en Cariaco y se hizo proclamar Jefe Supremo de la República, Sucre que veía nuevamente el peligro la unidad del Ejercito, optó por desconocer a Mariño y busco hacia Guayana donde ya Piar había ganado la Batalla de San Félix el 11 de abril de 1817, liberado los pueblos de las Misiones del Caroní llamado a Bolívar que se hallaba en Haití para que reasumiera la Jefatura Suprema.

 Sucre llego un poco más debajo de Angostura el 15 de julio de 1817 y se encontró con las malas nuevas de Piar. Este, aunque había sido reconocido por Bolívar como General en Jefe le había quitado mando en el Ejército y la persona clave de confianza de Bolívar en ese momento parecía ser el General José Francisco Bermúdez, a quien le había confiado el Sitio de Angostura. Sucre se dirigió al campamento de Bermúdez y el 17 de julio fue testigo de la caída de Angostura en mano de su antiguo jefe, precisamente el, Bermúdez, a quien en Cartagena de Indias, a la inversa, le había tocado resistir al sitio impuesto por Morillo. Era acaso la revancha. Desde ese momento Sucre paso a ser un soldado leal y comprometido con el Libertador, quien lo designa Comandante del bajo Orinoco y luego lo envía a Maturín y Cumaná para convencer a Mariño de la necesidad de someterse a la autoridad del General Bolívar y, al mismo tiempo, tratar de abandonar el terreno para que el General Bermúdez pueda desplazarlo y asumir la jefatura de la División de Cumaná y en la cual Sucre debía servir como Jefe del Estado Mayor.

Oriente era un hervidero de intrigas y discordia alimentación por la rivalidad de Mariño con Bolívar y Antonio José de Sucre que estaba harto de tanto malestar perjudicial para la unidad del Ejército, prefería otro horizonte y pedía al Libertador acompañarlo en su campaña de occidente. “No olvidarse jamás las promesas que usted me hace y mucho menos sus deseos de acompañarme en el Occidente” respondía el Libertador a Sucre  en carta fechada en Angostura el 19 de octubre de 1817 y la ofrecía que “en  cuanto Cumaná este libre de facciosos y enemigos, le llamare a UD. a mi lado, no lo haré como un favor sino como una necesidad o mas bien por satisfacer mi corazón, que lo ama a Ud. y conoce su mérito”. A Sucre se le cumplirán sus deseos y después de Bogota que fue nombrado Jefe de Estado Mayor General del Libertador comienza su gloria hasta alcanzar la cumbre de Ayacucho.

Juan Manuel Sucre, hermano del Mariscal de Ayacucho, abandonó Cumana en 1840 y se instalo en Angostura con toda su familia, vale decir, con su esposa Águeda Moor, con quien se caso en Cariaco el 4 de julio de 1837 y su hijo Leopoldo de tres años, nacido en Cumaná y quien después se destaco en Angostura como excelente pianista. Leopoldo se casó aquí con Juana Ripol.

Otros hijos de Juan Manuel Sucre fueron Juan Manuel, casado con delfina Zamarra Afanador; Narcisa, casada con Víctor José Grillet; Dolores, casada con Adriano R. Alcalá; Vicente, con Avelina Contasti Laveaux; Nieves con Pedro Miguel Parés; Antonio José, con Carmen Martínez Level y Rosario, casada con Ramón Aristeguieta Contasti.

José Manuel Sucre Moor, casado con Delfina Zamarra Afanador fueron los padres de Juan Manuel Sucre Zamarra, quien se casó con Matilde Ruiz (hija del Dr. José Angel Ruiz, cuyo nombre lleva el Hospital).

Juan Manuel Sucre Zamarra y Matilde Ruiz tuvieron tres varones (José Manuel (chipo), Juan Manuel (juancito) y Antonio), todos fallecidos, tuvieron también a Matilde, Luisa y Delfina.

  Don Manuel Sucre de Ruiz casado con Lucila Trías, fue Gobernador del Territorio Federal Delta Amacuro y Administrador del palacio de Miraflores en el periodo del Presidente Raúl Leoni. Es el padre de la Dra. Elda Lucila y del Dr. Juan Manuel Sucre Trías, quien fue consagrante y Embajador de Venezuela en Londres.

Juan Manuel Sucre Ruiz (juancito) al igual que José Manuel, tataranieto del hermano del Mariscal Antonio José de Sucre se casó con Inés Figarella y de ellos nacieron el General Juan Manuel  Sucre Figarella,   el escritor Guillermo Sucre, Inés Matilde Sucre de Gruber (muerta y  el ingeniero Leopoldo Sucre Figarella.., senador, Gobernador del Estado Bolívar (1960-62), Ministro de Obras Públicas en los periodos de Betancourt y Leoni, Ministro de Transporte y Comunicaciones en el primer periodo de Carlos Andrés Pérez y Ministro de Estado para la Presidencia de la CVG, falleció el 17 de octubre, 50 días después de la muerte de su hermano el general Juan Manuel Sucre Figarella.

Leopoldo Sucre Figarella, al igual que su hermano Juan Manuel, viene siendo tataranieto de Juan Manuel Sucre, hermano del Gran Mariscal de Ayacucho y, por lo tanto, sobrino en cuarto grado del Mariscal.


Juan Manuel Sucre, hermano del Mariscal, quien falleció en Ciudad Bolívar el 30 de enero de 1889, a la edad de 85 años, participo activamente en la política del Estado, ocupó importante cargo público y fue en 1874 senador por Guayana, partidario de Guzmán Blanco y de la Revolución de abril, fundo en la ciudad el primero de septiembre de 1869 el periódico “El Orden”, importante vocero de los liberales partidarios de Juan Bautista Dalla Costa para frenar a “El Boletín Comercial” que defendería los intereses políticos de los Azules.

ALEJANDRO GUTERMAN


Los primeros fueron dos hermanos llegados a Ciudad Bolívar a fines del siglo pasado procedentes del sur de Alemania. Se llamaban Carlos y Alexander, pero sólo el primero tuvo descendencia antes de que ambos fuesen tragados por la selva del Río Negro.

La rama sobresaliente del árbol genealógico de los Guntermann en Guayana es la de Alejandro Gutermann Barazarte, de vida accidentada pero superada por una profesión que alimenta el estudio constante y unas ganas de vivir a toda prueba.

 Por las venas de Alejandro Guntermann Barazarte corre sangre teutónica y sangre india deltana, pero es de sangre RH negativo, lo que quiere decir que podía tener hijos, como en efecto los tuvo, con una mujer que RH positivo, seria lo contrario. Efectivamente, fue lo que ocurrió con su padre Alejandro Guntermann Battistini que era RH positivo y su esposa Florinda Barazarte, RH negativo. Por esa contrariedad sanguínea la eritroblastosis mataba los hijos antes o inmediatamente después de nacer, por lo que Alejandro viene siendo algo así como un milagro de la sobrevivencia.

Profesional integro que si bien tuvo suerte de salvarse de la eritroblastosis, no así de ser bípedo por toda la longitud de su existencia, pues sufrió accidente de salud que paisanos atribuyen a la vida disipada llevada a fines de los años cuarenta con jóvenes de su generación como Vicente Trotta, Luis Goubat y Domingo Alvarez Rodríguez (el primero fue presidente Edilicio y gobernadores los otros).

 Lo cierto es que eso poco vale ante su extraordinaria fuerza de voluntad para sortear el peligro y vencerlos con una vida activa de trabajo, apoyada en su profesión de ingeniero civil egresado de la Central el 12 de enero de 1946. Su profesión la ejerce cabalmente y su fama quizás viene por lo asertivo de sus cálculos. Vive tranquilo y sin la premura subrayada por el tráfago peculiar de la sociedad temporánea. Vive sin incomodidades aparentes, con su esposa Ana e hijos. Manda y despacha en el traspatio de su casa levantada cuando la hoy avenida Andrés Eloy Blanco era monte y culebra. Allí monto una oficina custodiada por canes y feroces, pero con acceso hacia una trasversal cuya puerta abre y cierra con un dispositivo electrónico.  Trabaja y le queda tiempo para hacerse de una cultura humanística no obstante lo árido de su profesión.

Los primeros Guntermann fueron dos hermanos, quienes llegaron a Ciudad Bolívar a fines del siglo pasado. Se llaman Carlos y Alexander y se internaron en las tierras del Yuruari atraídos por el señuelo del metal dorado. Venían del sur de Alemania motivados por el deseo de hacer dinero, pero su experiencia en el Yuruari dorado y selvático fue desalentadora. Por lo que retornaron a Ciudad Bolívar y de aquí tomaron los caminos fluviales que conducen a Río Negro, con mayor perspectiva, dada la demanda de caucho y balatá cada vez mayor en los mercados europeos.

En Ciudad Bolívar Carlos Guntermann se caso con Florencia Siegert y del matrimonio nacieron Alejandro Guntermann Siegert y Maria Guntermann Siegert.

  Alejandro Guntermann Siegert contrajo nupcias con Carolina, hija del viejo tronco de los Battistini, el corso Maria Battistini, quien estando en el Delta la tuvo en unión concubinaria con una india wararuna.

Domingo Maria la reconoció como hija legitima y se la confió a su hermana Margarita Battistini casada con José Roberto Liccioni Battistini, Alejandro Guntermann Siegert conoció a la mestiza Carolina y se caso con ella. De esa unión nació Alejandro Guntermann Battistini, quien se casó con Florencia Barazarte, hija del periodista, poeta y revolucionario Amando Barazarte, quien junto con Vargas Vila fundo el periódico “Cabos Suelto del Orinoco”.

Alejandro Guntermann Battistini estudio en el Colegio Nacional de Guayana y allí se graduó de bachiller en filosofía en julio de 1909, a la edad de 20 años, junto con Juan Pablo Carranza, César Unceín, Humberto Berletta hijo y Ramón Antonio Pérez. Empezó a estudiar ingeniería, pero se vio obligado a truncar los estudios y a trabajar por largos años en Casa Blohm.

En 1919 Guntermann Battistini se casi con Florinda Barazarte, profesora de piano, quien tuvo cuatro hijos, dos de ellos gemelos. Los tres primeros atacados por la aritroblastosis y el cuarto,  Alejandro Guntermann Battistini, quien nació el 18 de diciembre de 1923 en la “cabullera del chinchorro” como antes llamaban a la parte sur de la calle Dalla Costa. Estudio en la Escuela Heres cuando bajo la dirección del bachiller Ramón Antonio Pérez, funcionaba en el sótano de la casa del Congreso de Angostura. El bachillerato lo curso en el Liceo Peñalver, parte alta del mismo inmueble, bajo la dirección del doctor Adán Blanco Ledesma.

Se graduó de ingeniero civil en la Universidad Central, 1946, y comenzó a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas. Asimismo en la Dirección de Obras Públicas del Estado, en la ingeniería Municipal, en el MTC y en el ejercito privado de la profesión. Muchas de las obras de urbanismo y desarrollo del Estado, especialmente de la Ciudad Bolívar que va de los años 1946 hasta 1985 cuando fue jubilado por el MTC, tienen de algún modo que ver con la dirección, inspección o los cálculos de Alejandro Gunterman.

Fue el quien trazó las carreteras Las Adjuntas-El Pao, El Callao-Tumeremo y Tumeremo-El Dorado. Construyo el frigorífico de San Cristóbal y durante el ejercicio privado no cesa todavía la dirección como realización del proyecto y cálculo de edificaciones residenciales, comerciales e industriales.

Trabajo importante en el cual intervino con cálculo de gran complejidad, fue el levantamiento del muro i dique de contestación que hizo posible la levantación de la cota y prolongación y cálculos de edificaciones residenciales, hoy paseo Orinoco  de Ciudad Bolívar.

La ampliación del Paseo Orinoco y elevación de la cota contra las periodistas crecidas del río, tapo la popular Laja de la Sapoara, a la cual canto el poeta Héctor Guillermo Villalobos y que fue punto de convergencia y de referencia de la Ciudad Bolívar tradicionalista. Allí los atarrayadores lograban los mejores lances durante la pesca de esta singular especie de la fauna orinoqueña.

Alejandro Guntermann atribuye entera responsabilidad al entonces titular del MOP, Leopoldo Sucre Figarella, toda vez que el –AG- denuncio en un informe por escrito la inconveniencia y propuso desviar el muro hacia mas adentro. Solo había que expropiar algunas casas para subir el resaltante de Santa Ana. Se hubiera no solo salvado la laja sino evitado problemas urbanos, sanitarios y de costo.

Para Alejandrino Gunterman la prolongación del Paseo Orinoco fue realizada erróneamente en ambos sentidos, tanto la del Oeste, gestión del ministro Leopoldo Sucre Figarella, como la del Este iniciada por el presidente edilicio Antonio José Grimaldi y continuada por Domingo Alvarez Rodríguez. El produjo una memoria oponiéndose a esa obra de prolongación por el Este que como funcionario del MOP le tocó inspeccionar. No porque la obra fuese irrealizable sino por inconvenientes y perjudicial. Esa prolongación de escasos transito vehicular ha venido causando graves daños al ecosistema de la laguna del Medio  y de los Franco que cada vez que pueden se cobran el dislate. Allí no se hicieron estudios del suelo ni de los cálculos debidos y se soslayó toda la dinámica del ecosistema de las lagunas. Recuerda una crecida en que las lagunas sacaron más damnificados que la propia crecida del Orinoco.

A este sistema pertenece también la llamada ”Laguna del pueblo” o “Laguna del Porvenir”  donde hoy se levanta el Jardín Botánico del Orinoco gracias al “Canal de cintura” que reconoce si fue un buen proyecto y cuyas obras de captación aún no han sido determinada. La construcción del Teatro si es un desacierto.
“El arquitecto Oscar Tenreiro sabrá mucha de liturgia, pero con esta obra de teatro adosado al Capitolio metió la plata hasta la cabeza del fémur”, exclama Alejandrito Gunterman sin que le quede nada por dentro. Dice que ese es uno de los errores más garrafales  del gobierno anterior y todavía no son medibles las consecuencias futuras relativas al viejo edificio pues debido a las excavaciones hechas a ras del muro lateral Este, los agrietamientos alcanzaron los arcos de medio punto y esto es sumamente peligroso. Ojala no ocurra por allí el paso de una onda sísmica, antes de corregirse el entuerto.

Alejandrito cuenta que se entero de lo que estaba ocurriendo por que un día llego a su oficina un ingeniero de la obra y le dijo: “Estoy asustado” ¿Por qué? Por que hicieron una excavación ¿tú la has visto? No. Conviene que vallas a verla. Se agrieta la estructura del edificio viejo.

Muchos de los desastres que ocurre en Bolívar con las obras públicas, incluyendo en el Teatro, se debe a deficientes o mala inspección, bien por que el inspector no es un ingeniero calificado o por que abarca numerosas y distintas obras al mismo tiempo.  El –Gunterman- que inspector de obras durante muchos años puede hablar con propiedad. En el problema del Teatro, el gobierno cometió el error de nombrar al propio Tenreiro inspector de la obra y este por no moverse de Caracas comisiono a otro arquitecto que seguramente por incapacidad no previno a tiempo lo que ahora parece irremediable.

Comenta que antes cuando Venezuela no tenia ese boom de ahora, un ingeniero no podía inspeccionar más de una obra; cuando más, dos, lo cual explica la calidad de las obras públicas de los años sesenta hacia atrás. Ahora le dan cinco en Caicara y cinco en Upata ¿Cómo las atiende?

Por eso muchas obras hoy son de dudosa calidad. Pone como ejemplo reciente y en el tapete de la discusión, la urbanización Marhuanta. “Esa urbanización no se hizo  con la cabeza si no con las patas” y por lo visto nunca fue infeccionada. Allí, por ejemplo, metieron una misma zanja de aguas negras el tubo de acueducto cuando la norma habla de un metro mínimo de separación y 30 centímetros de altura. Esta irregularidad, como otra que se agravarán en la medida que valla creciendo la urbanización  hasta llegar al previsto número de 800, podría dar lugar a una epidemia.


Nueva York su estatua de la Libertad, Brasil, el Cristo del Corcovado; Caracas, las Torres del Silencio y Trujillo, la Virgen de la Paz. Ciudad Bolívar ¿Qué tiene?, tal vez la Piedra del Medio que es un monumento natural opacado por una obra del hombre también monumental que es el Puente Angostura sobre el Orinoco. Alejandro Gunterman propone reforzar el valor natural de la Piedra del Medio con una India figurada en una escultura de 15 metros en cuyo proyecto trabaja para donarlo al Gobierno que se lo proponga. No tiene por que ser la India del Escudo exactamente, sino otra artísticamente más llamativa y de mayor fuerza creativa. Le prevenimos de la existencia de proyectos anteriores, como el de su amigo Goubat, que encontramos resistencia de quienes consideraban a LA Piedra del Medio un monumento natural que no debe ser alterado.

jueves, 19 de noviembre de 2015

MERCEDES FEBRES ALCALA


Falleció  el 17 de enero de 1997

Insigne matrona bolivarense descendiente de los primeros Alcalá, fundadores y defensores de la antigua Santo Tomás de la Guayana.
     Me había extrañado porque no vio nada mío en la edición aniversaria de El Bolivarense.  Creo fue cuando Oscar Palacios Herrera, director de El Nacional, me previno de la inconveniencia de que mi nombre de periodista apareciera en las dos partes.  Entonces escribía sin firmar los reportajes o simplemente los calzaba con las iniciales de mi nombre o con un seudónimo  que a la postre sería descubierto por la aguda  perspicacia popular.
            Me confesó que siempre le interesaron mis escritos y para corroborarlo fue a su cuarto y me trajo algunos recortes.  Uno de ellos sobre la fiebre aftosa, de cuando El Bolivarense trabajaba utilizando las viejas herramientas de plomo con las cuales Monseñor Dámaso Cardozo forjaba conciencia espiritual desdés la Gaceta Eclesiástica.
            -Me acostumbré tanto a ver tu nombre que el día en que no lo Vd. me pareció raro -dijo.
            Eso fue mucho antes de que su hija Maby se la llevara a vivir con ella a una urbanización moderna de la ciudad.  El viejo inmueble de la calle Boyacá debía ser restaurado, pues el barro y la piedra centenarios gritaban su polvo contra los arpegios del piano de su hermana Irma que en esos días de octubre había sido operada de la vista.  El 15 de octubre, día de Santa Teresa.
            Ese día, me comentó que su amiga Luz Machado escribió un artículo en la página editorial de El Nacional, titulado "Monjas y Poesías", con la mala fortuna de que además de los consabidos "errores de imprenta" omitieron su nombre.  ¡Qué pena!  Se hizo ésto tan frecuente en un periódico reputado de serio como el diario de Puerto Escondido, que Luz Machado terminó escribiendo en El Universal.
            La autora de "A sol y a sombra", tan exigente e impecable en el manejo del lenguaje, mantuvo siempre, al igual que con Lucila Palacios,  una comunicación fluida con doña Merecedes.  El último contacto personal ocurrió el  5 de agosto de 1993.  Estaba ese día que no podía ponerse de pie, pero su mente sorprendía invariablemente clara y coherente.  Fraseaba la palabra con admirable soltura, tal como lo hacía escribiendo.  Escribir.  Jamás dejó de hacerlo en sus largos años.  Manejaba la prosa y la poesía apegadas a una tradición cultural que era la más depurada de su tiempo.  Nada ostentosa y de una bondad exquisita.  Firmaba sus artículos publicados en los periódicos de la familia con el nombre de la primera letra de su nombre (EME). 
            Pero si bien en esos días nada mío había visto en la prensa, igualmene me ocurría a mí con respecto a ella.
     -Yo muy poco escribo ahora.  Me he sentido abatida.  Figúrese, con esa muerte inesperada de Alejandro.  Recientemente me había mandado sus tres últimos libros de poesía (Lámpara en la lluvia, La Hoja del Roble y el Libro de la libélula y el pez azul)... No somos nada en la vida... El año que pasó (1984) fue duro.  Dicen que los años bisiestos son así.
     Al menos para la familia lo fue, pero estaba a punto de llegar la bendición del Papa que según la fe milenaria suele alejar o apaciguar los males que asedian al hombre desde que fue arrojado del Paraíso.
     -¿Cómo se prepara para la visita del Papa?
            -Yo no iré  porque mi hermana está delicada de salud y debo atenderla.  De lo contrario, iría con David José, quien prometió ubicarme en un sitio para verlo pasar.  De manera que me atendré a la televisión.  Indudablemente que la visita por primera vez de un Papa a Venezuela y particularmente a Guayana, es un hecho trascendentalmente histórico y de gran significación.  Al Papa lo considero como el mandatario del mundo espiritual y en el caso de Juan Pablo II, el único pontífice no romano en cuatro siglos, lo presiento como un predestinado.
     -¿Sabe que sobrevolará la ciudad y las campanas de la Catedral lo anunciarán?
            Las campanas de la Catedral fue también tema de aquella conversación del 14 de enero de 1985, especialmente porque ahora no conmueven con la misma sonoridad de bronce que le hacía brotar,  Juan El Campanero.  Sonoridad que llevó al Dr. J. M. Agosto Méndez a escribir su poema "Campanas de la Catedral".
            -Ahora las tocan con una bola electrónica -se lamenta y casi que la invade la tristeza.  Era que también se acordaba de Berenice, hospitalizada el 19 de diciembrepoco antes de la muerte de Alejandro, a causa de una culebrilla que le afectó el oído.  No obstante vino a visitarme el 3 de enero con su hijo Pedro José que estudia ingeniería aeronáutica.
            -¿Sabe una cosa, Doña Mercedes, usted me impresiona de la forma como memoriza las fechas?
            Hubo una pausa. Pasó por alto la observación y volvió a tocar el tema de las campanas:
            -Hasta Alejandro Vargas le dedica una estrofa (Cuando yo me muera/ quién me va a llorar/ sólo las campanas de la Catedral) en su popular aguinaldo Casta Paloma, cuya letra por cierto ha modificado   Serenata Guayanesa.  Debería haber una ley que prohibiera atentar contra la originalidad de las creaciones artísticas.  Yo se lo reclamé a Mauricio Castro cuando vino a visitarme y él me dijo: "Tía, yo no se nada de eso".  El Conjunto Contrapunto cuando rescató e interpretó ese aguinaldo, lo hizo conservando la letra original.
            Confesó su admiración por ese inolvidable juglar bolivarense que fue Alejandro Vargas.  A sus puertas llegaba en fiesta de Año Nuevo a cantar El Malecón, La Paraulata, la Curbinata.  A Santamaría igualmente lo ponderaba como un acendrado músico telúrico.
            -Tenía un gran oído y enseñó a mucha gente.  El fue maestro de la Escuela de Música.  Tenía 90 años cuando murió en 1982.
            -Tengo entendido que usted fue una activa militante del bello canto?
            -Yo cantaba desde chiquita.  Toda la vida me ha gustado la música.  Mi mamá me mandó a Caracas a estudiar canto y pasé cinco años estudiando en la Academia de Música y Declamación, ubicada de Santa Capilla a Beroes.  Mi maestra era María Irazábal, maestra también de Fedora Alemán.  Yo egresé de la Academia en 1929.  Me casé y fue como hacer mutis para siempre en el escenario, no obstante ser el canto mi gran pasión.  El matrimonio selló inexplicablemente mi voz de soprano-lírica.  Tenía 24 años cuando me casé.  En la Academia me decían: "Cuando regreses a Ciudad Bolívar lo vas a perder todo y verdad que fue así".
            -¿Llegó a ofrecer conciertos en público?
            -En Caracas canté en las Iglesias Santa Rosalía y Santa Teresa y en Ciudad Bolívar en la Catedral y Teatro Bolívar.
            -¿Qué más estudió?
            -Estudié francés e italiano a la edad de 12 años con el doctor Miguel Emilio Palacios, lo cual me sirvió de mucho en mis estudios de canto pues mi repertorio de 30 composiciones, la mayoría óperas, como los dramas La Tosca y Madame Butterflay, de Puccini, había que intepretarlas en italiano o francés.  Otras como la Ave María y el Tántum ergo, tenía que ser en latín.  A los 18 años de edad quise incursionar en la poesía, animada por Tavera Acosta a quien mi padre le mostraba mis escritos.

martes, 17 de noviembre de 2015

NARCISO FRAGACHAN


La figura de este insigne maestro, fundador del primer Liceo privado que tuvo Ciudad Bolívar (1916-1926), fue exaltada en 1965 por sus exalumnos, Raúl Leoni, Constantino Maradei Donato, Ramón I. Lizardi, Carlos Ticono Rodil, Héctor Guillermo Villalobos, José Barceló, Luis Felipe Llovera Pez, entre otros que le erigieron un Busto al paseo Orinoco.

Narciso Simón Fragachan Valladares es su nombre completo. Nació en Aragua de Barcelona (Estado Anzoátegui) el 4 de mayo de 1958. Era hijo de su padre homólogo Narciso Fragachan, de origen corso, y de Isabel Valladares. Estudio en su tierra natal en el Colegio San Juan Bautista, dirigido por el doctor Guzmán Bastardo y luego de graduado Bachiller en Filosofía, llego a ser Presidente de la Junta de Instrucción Pública del distrito Aragua del Estado Bermúdez (1880-1986). El Estado Bermúdez, entonces desde 1881 que reformaron la Constitución Nacional, lo conformaban los hoy Estados Sucre, Anzoátegui y Monagas. El 15 de septiembre de 1884 fundo en Aragua de Barcelona el Colegio La Asunción que dirigió hasta 1910, año en que se dedico radicarse en Caracas dejando la dirección del Colegio en manos de su hermano Carlos Manuel Fragachan.

 En Caracas se encargaba de la dirección del internado del Colegio Sucre, mientras el internado del mismo lo dirigía en los Dos Caminos su fundador el profesor J. M. Núñez Ponte. Permanece allí por el lapso de 16 años, cuando decide buscar loa aires del Orinoco, sugerido por el nuevo presidente de Estado Bolívar, general Marcelino Torres Garcías. Llega a Ciudad Bolívar a bordo del vapor Delta el 11 de marzo de 1916 en compañía de su esposa Maria Josefa Arreaza y sus hijos Isabel Luisa y César.

El Br. Narciso Fragachan, con 58 años a cuestas y una gran experiencia magisterial acumulada, ha vendido a la Angostura del Orinoco con el propósito fijo de fundar el Liceo. Tal el Liceo Guayana, para varones, que tendrán una vida de diez años.

Con el ascenso del general Juan Vicente Gómez al poder de 1908 había terminado el ciclo guzmancista de la educación venezolana y comenzado con el Ministro de Instrucción, Samuel Darío Maldonado, una etapa con otras características que subrayan  los esfuerzos dirigidos a la organización de la escuela graduada, a la conformación definitiva de la educación secundaria, a la uniformidad del régimen de estudios por la apuesta en vigencia de planes y programas y la institucionalidad del Estado-Docente.

 Dentro de esta nueva concepción de la educación, el maestro Narciso Fragachan, se propuso ensayar en Ciudad Bolívar, y lo logró exitosamente, un colegio privado con el nombre de Liceo Guayana. Este abre sus puertas en abril de 1916 con los mejores augurios. Era lo que hoy en día  es prácticamente la Escuela Básica, desde el primer grado hasta el segundo año de bachillerato. Nunca antes había existido un Liceo en la ciudad como lo conocemos hoy. Aunque el nombre Liceo nos viene de Grecia, son Francia, en Europa, y Chile, en América, los países que utilizan el nombre por primera vez para los centros oficiales de segunda enseñanza.

De manera que 1916 comenzaron a seguir los liceos. Primero el Liceo Guayana (1916) para varones, luego  en 1918 el Liceo Bolívar, dirigido por Maria Antonieta Lanz de García, solo para señoritas. Para ese tiempo en el Estado Bolívar funcionaban un total de 60 Escuelas Unitarias de un solo maestro: 54 públicas y 6 privadas. Las públicas con apenas 285 alumnos y 6 privadas con 1.715 alumnos, es decir, las privadas sextuplicaban su población escolar con respecto a las públicas.

En cuanto a las Escuelas Graduadas de 4 y 6 maestros lo habían dos: una de varones con 120 alumnos y la otra de hembras con 130.

En Ciudad Bolívar, Narciso Fragachan se residenció con la familia en la Calle Libertad y allí mismo instaló su liceo, el cual comenzó a funcionar el primero de abril de 1916 apenas con 17 alumnos. Más tarde, siguiendo la huella del maestro, vinieron también sus sobrinos el farmacéutico Juan Fragachan, quien se residencio en el Pao y el médico Carlos Fragachan, de la Clínica Fragachan en la calle  Libertad (Sábado 26 de agosto de 1950) y quien falleció en esta ciudad en 1975. Para entonces la Clínica Cuenca del doctor Manuel Siverio y García Parra, dirigido por el Dr. Said Moanack.

Como soporte a sus actividades docentes, Narciso Fragachan había redactado y publicado en 1885 “Comprendió de Aritmética Práctica” que iba por la cuarta edición (la última y décima primera edición en 1924).

La Ciudad Bolívar con la que se encuentra en 1916, apenas contaba con 20 mil habitantes y su principal vía de comunicación era la fluvial, pero comenzaba a comunicarse por tierra a través del automotor que había hecho su entrada por primera vez en 1913 con un automotor francés importado por Santos Palazzi, quien luego lo cediera  a Andrés Juan Pietrantoni por tener que viajar a alistarse a la Primera Guerra Mundial bajo las banderas de Francia, donde encontrara la muerte. Pío Cerani, en cambio, quien también presto servicio  militar en su patria Francia en la guerra contra los aliados teutones, regreso ileso.

Gobernaba al Estado, el general Marcelino Torres García, quien el año interior había iniciado su trienio constitucional. Luego sería reelecto para un segundo periodo, al cabo del cual sería reemplazado por Vicencio Pérez Soto y este en 1925 por Silverio González, el Liceo Guayana cero sus puertas, pero la comunicación por tierra todavía era penosa y demorada y apenas comenzaba a volar entre Ciudad Bolívar y Maracay  los aviones franceses Petez Loraine y Latecoere 26, por lo que el maestro Fragachan habrá de tomar nuevamente la vía fluvial para regresar, esta vez a bordo del vapor Manzanares que tardara ocho día, haciendo escala en varios puertos del litoral, pero entonces era preferible era realmente penoso porque la vía era de tierra y en algunos   pasos fangosas y ciertos lugares habías que vadear ríos falta de puentes.
El 30 de agosto de 1926, el  maestro Narciso Fragachan decidió cerrar las puertas del Liceo de Guayana impelido por la necesidad de no separarse de su hijo César, quien en ese año se había graduado de bachiller y debía residenciarse en Caracas para continuar estudios en la Universidad Central. César estudio hasta el segundo año en el Liceo Guayana y los dos años restantes del bachillerato en el Colegio Federal (La secundaria se hacía en cuatro años).

El Liceo Guayana que había comenzado con 17 alumnos llegó a tener una matricula de 150 alumnos al cabo del decenio. Por sus aulas habían pasado maestros de la talla de Carlos Afanador, Mendoza Briceño, José Félix Joli, Chalet Pulgar, José Tadeo Calatrava, Manuel Grumeitte, Héctor L. Scout, y alumnos brillantes como Raúl Leoni, quien llegaría a ser Presidente de la República; Constantino Maradei Donato y Ramón I. Lizardi, obispo; Carlos Tinoco Rodil, Gobernador y Ministro del Trabajo,; Héctor Guillermo Villalobos y José Manuel Barceló, gobernadores, y Luis Felipe Llovera Páez, ministro y miembro de la Junta Militar de Gobierno a raíz del derrocamiento de Gallegos.

 Fragachan regreso a Caracas para encargarse de nuevo al Colegio Sucre, pero como subdirector del Internado del mismo Colegio en los Dos Caminos. En 1939 fue jubilado y condecorado con la Medalla de Honor de Instrucción pública. Entones, un grupo de exalumnos, ya profesionales, que se hallaban para el momento en la ciudad le enviaron el 22 de agosto (1939), esta carta:

“Señor Bachiller Narciso Fragachan – Ateneo de Caracas – Intensa satisfacción experimentamos al saber la justiciera distinción con que el Ejecutivo Federal a recompensado sus abnegados esfuerzos de doctor de juventudes. Como discípulos agradecidos honramos uniéndonos a nuestro venerable maestro de este día de imperecedera  recordación. Reciba, querido maestro, cordial y afectuoso abrazo. Sus discípulos: Dr. Reinaldo Sánchez Gutiérrez, Dr. J. M. Gómez Rengel, Dr. Pedro Vicente Navarro, Dr. Juan M. Requesens, Dr. F. Bello Dalla-Costa, Dr. Hernán Meonhard, Dr. José A. Velásquez, M. Aguilera Alcalá, Luis Alberto Arreaza, Luis Grafe, Elías Guerra Ruiz, R. Godoy Rengel, Jorge Suegart hijo, J. M. Garcías, C. F. Kleyser, H. Wulff, César Pérez Flores, César Mariano, Luis Ginestra, Noel Valery, D. J. Figarella, Dr. Lino Maradei Dr. J. A. Momntes Ávila, Dr. J. Sánchez Gutiérrez, Dr. Reinaldo Fajardo José I.  Emazabal, Hermes Espinoza, J. M. Arreaza, Pedro M. Núñez, Joaquín Echeverría hijo, Ramón Núñez, A. Luchesi, R. Mariano, José Rosalino Flores, Subteniente Ricardo A. Ruiz, José I. Von Buren, Kart Wulff Agustín, Rafael Carmona Bello, Angel B. Granado, José M. Machado, Rafael Atáis, David Atáis hijo, Manuel Jara, Manuel Requesens, Rafael Torres, Diógenes Pulgar, Héctor Núñez, Ernesto Bilancieri hijo, Juan Bautista Godoy, Luis Rafael Ávila, Angel del Valle Morales, Paúl Kleyser, Carlos Granado, Jorge Cruz hoja,  A. N. Garcías Rodil, V. M. Quilelli, Esteban Quilillo, M. M. Sanoja, Juan Pietrantoni, Joaquín                                                                                                                                Requesens, A. Suegart, José Benigno Rendón, C. Grafe Calatrava, Miguel Bilancieri, Manuel Tovar, Antonio Tomassi, R. Sebastini, O. Lange, Urbano Taylor, Rubén Cruz, J. F. Maradei, Vicente Granatti, Jorge Lainette y Humberto Pacifico.

Al año siguiente, 13 de abril de 1940, el Maestro Narciso Fragachan falleció y fue sepultado en el Cementerio General del sur. El 4 de mayo de 1945, aniversario de su nacimiento, el gobernador de Bolívar, doctor Carlos Tinoco Rodil, exalumno, decretó la Escuela que lleva su nombre y designo como directora Isaura Bello de Garrido, hermana del doctor David Morales Bello, y quien falleció el 3 de marzo de 1989 luego de haber cumplido meritoria labor como educadora y también como dirigente magisterial en las toldas del partido política Unión Republica Democrática.

A la directora fundadora le siguieron en el curso de estos cinco decinios, Victoria Rondón de Ora, Doris Planchad Oporte, Juana Romero de Franco, Norelsa Rodríguez, Maria de Pérez y Sobeya de Torres.
Durante más de cincuenta años la Escuela funcionó sin sede propia. Como la antigua Santo Tomás de Guayana tuvo vida errática: primero funciono en un inmueble de la Plaza Miranda, luego en otro en la calle Boyacá, después en la hoy sede de la Escuela de Música y hasta 1999 en una casa de la calle Dalla-Costa propiedad de los Granatti. El Gobernador de Jorge Carvajal decidió dotar a la Escuela de sede propia y adquirió la antigua residencia de Antonio Levanti, calle Boyacá, la cual queda adecuada a las necesidades del plantel.

La Escuela con el nombre del Maestro Fragachan, decretada por el Ejecutivo, atendía de manera justa la solicitud que en tal sentido le hicieron exalumnos del Liceo Guayana, entre ellos,  Joaquín Echeverría hijo, quien era Director de Fomento y Obras Públicas del gobierno. Estos exalumnos igualmente se asociaron para erigirle un Busto en el Paseo Orinoco y colocar una placa en el inmueble donde funcionó el Liceo.


El 9 de abril de 1965 el Busto del esclarecido y venerable Maestro, fue colocado frente al Río Padre. Asimismo, insertada en la fachada de la antigua sede del Colegio, ubicada en la calle Libertad Nº. 14, la placa de bronce con la siguiente inscripción: “En esta casa funcionó durante diez años (1916-1926) el Liceo Guayana, fundado por el Br. Narciso Fragachan, y en ella se formó una generación de estudiantes que honra a Venezuela. El pueblo exalta la memoria del insigne maestro y lo consagra como ejemplo”.

lunes, 16 de noviembre de 2015

ROBERTO LICCIONI


            Un guayanés descendiente de uno de los prominentes corsos llegados a Guayana el siglo diecinueve, era fundamentalmente empresario como su abuelo don Antonio Liccioni, pero, por contraste, el pintor Joaquín le descubrió una interesante faceta artística que jalona la continuidad de la historia del mundo plástico bolivarense.
            Roberto Liccioni, llamado también Robertico y Robespierre, era nieto de don Antonio Liccioni, vertiente mayor de la sangre corsa en suelo orinoquense y presidente desde 1871 de la compañía aurífera a la cual se le debe la fundación de El Callao como la conversión de las centurias leyenda doradista en una tangible realidad.
            La Compañía Minera de El Callao llegó a producir hasta 8 toneladas de oro al año y le imprimió gran dinamismo a la actividad mercantil bolivarense, sostenida hasta entonces por la ganadería y explotación de subproductos de la selva como el caucho, la sarrapia, el balatá y las cortezas amargas de árboles medicinales.
            Pero Liccioni no vino expresamente en busca de El Dorado  sino como hombre de hacienda que quería poner en práctica su experiencia acumulada en el fomento ganadero de Casanare, pero por fortuna se encontró con el filón de El Callao que le permitió sin tener que dejar la ganadería, incursuinar en el área minera como no antes ni después lo habían hecho otros sectores ligados a explotación aurífero.
            Liccioni era casado con la colombiana Natalia Beltrán, con la cual tuvo siete hijos, dos de los cuales fallecieron a temprana edad. Sobrevivieron Leopoldo, Julio, Margarita y José Roberto Liccioni, esta Ultimo se casó con Elena Montauban, de cuya unión nacieron Robertico y María Luisa Liccioni Montauban.
            Robertico nació en Caracas el 17 de julio de 1885 cuando ya la fiebre del oro comenzaba a declinar para darle paso a la fiebre del balatá la cual también habría de quemar a Antonio Liccioni, quien en 1892 se metió en el negocio balatero e en las selvas del Nichara y el cual manejaba desde la Casa de las Doce Ventanas en Ciudad Bolívar.
            Robertico se radicó en Ciudad Bolívar en 1920 atraído no por el oro, sino por la explotación del balatá, producto extraído del Purguo o Pendare utilizado en el industria del caucho vulcanizado y en la goma de mascar entre otra gama de usos. Precisamente su estada en la ciudad del Orinoco se la facilitó la Pendare Gums, compañía americana que explotaba el balatá para las fábricas de chiclets y con la cual trabajo durante un tiempo, antes de independizarse como empresario.
            Para los años veinte, Ciudad Bolívar aun acusaba en materia de insumo para su incipiente industria como la cervecera, la tipográfica y eléctrica, preocupante escasez, consecuencia de la Guerra del 14 en la que se alistaron con verdadero fervor patriótico al lado de sus banderas de origen, varios bolivarenses descendientes de europeos. Pero si bien, por el lado de los insumos padecía su economía, por la parte de las exportaciones le iba muy bien. Roberto Liccioni, socio de don Virgilio Casalta en algunos negocios, llegó a exportar no sólo subproductos de la selva también madera aserrada, huevos y carne de tortuga, industrias en la que también estuvo empeñado Raimundo Aristiguieta, creador de los famosos sombreros de paja Britania que tanto se vendían en Caracas, Barranquilla, Puerto Rico y Panamá.
            Roberto Liccioni, fallecido en Caracas en 1965, era casado con Amelia casalta y tuvo dos hijos: Malú Liccioni de Juncal y Aimee Liccioni de Keeshen. Era dueño de la Cerámica, importante extensión de terreno al Oeste de la ciudad y a la orilla del Orinoco, llamada así porque allí funcionó una fábrica de cerámica junto con las otras industrias a las cuales me he referido.
            Fue uno de los accionistas principales de la C.A. la Electricidad de Ciudad Bolívar y su Presidente desde 1937 hasta su funcionamiento con la Nueva Cervecería. Vivió en los altos del Cine América de la calle Orinoco, donde durante los días de ocio escribía poesía y pintaba al igual que lo hace hoy su hija Malú, quien heredó la vena artística que compensaba su árida condición de hombre de empresa.
            Cuando investigamos un poco sobre su vida para escribir el libro “La Electricidad de Ciudad Bolívar (80 años de Historia)” por encargo del ingeniero Alberto Manzini P., nos enteramos de su afición por el arte de la poesía y la pintura. Lo que no supimos hasta ahora que el pintor Joaquín Latorraca lo ha puesto al descubierto, es que hubiera dejado una obra importante que lo marca como continuador o enlace de la línea pictórica angostureña que en 1830 había iniciado Emeterio Emazabel.
            Esta obra integrada por 40 lienzos fue inaugurado el Día del Artista Plástico (10 de mayo) en la Casa de las Doce Ventanas, por el Dr. Oswaldo del Castillo, Rector de la Universidad de Guayana, pero la investigación, selección y organización de la exposición, incluso el Catálogo, la hizo Latorraca que siempre para ese día conmemorativo del natalicio de Armando Reverón, nos tiene una sorpresa.
            En esa exposición el visitante puede observar temas religiosos, desnudos, flores, personajes, paisajes y retratos como un auto-retrato suyo que ilústrale reportaje, el de su padre José Roberto, el de su hija Malú cuando era una quinceañera luciendo una delicada mantilla española, y el de Roberto, hijo del doctor Fernando Huncal, extinto esposo de Malú.
            Joaquín Latorraca es un pintor constructivista de la generación de artistas de los años sesenta, que nada tiene que ver con la pintura representativa o figurativa y, por ello, seguramente, a muchos extrañará el que se haya interesado en este caso por un pintor que sigue la clásica tendencia del claro-oscuro con las variantes singulares que le da la luz del trópico, pero he aquí lo que expresa el autor del hallazgo:
            “Nadie ha sabido explicarse que tiempo (Roberto Liccioni) le dedicaba a la pintura, pero el cuantioso volumen de obras realizadas demuestra desde su primera Paisaje Invernal, sin fecha precisa, que la pintura era su gran pasión. No hablamos, por supuesto, de un gran artista ni pretendemos engañarnos, pero lo realizado, su dedicación a lo largo de su vida y todo cuanto hemos indagado, denotan una época en la que no existían cuanto hemos indagado, denotan una época en la que no existían testimonios de otro personaje igual o parecido, además del hecho casual de haber sido el gran motivador y primer maestro de Aimée Battistini, la generosa artista que cobijó en Paris a pintores venezolanos, con los cuales fundó el llamada grupo de Los Disidentes, fundamento que cambiaría la historia del arte del país colocando A Venezuela en el arte mundial contemporáneo”. 
            Pues bien, ésta es una justificación importante que contrarresta la crítica que se le pudiera hacer a Latorraca al sacar a flote esta exposición. Pero lo que seguramente ignora Latorraca y esto va a su favor, es que existía una especie de eslabón perdido en la línea de continuidad individual de la pintura bolivarense que va desde Emeterio Emazabel hasta nuestros días cuando ha dejado de ser tradicional e individualista para trascender en diversidad de búsquedas y conceptos que enrola a movimientos y grupos importantes como el de la generación  de los años sesenta afincada en las tendencias de Aimée Battistini, Alejandro Otero y Jesús Soto. De esa generación destacan pintores como el mismo Joaquín Latorraca, Luis Carlos Obregón, José Rosario Pérez, José Félix Bello, Trino Pulido, Agustín Palma, Ramón Morales y más recientemente Norelis Blanco.
            Emeterio Emazabel, padre del Dr. José María Emazabel, quien fue Rector del Colegio Federal de Guayana, figura como pintor angostureño en los años próximos a 1830 según se desprende de algunas anotaciones de Alfredo Boulton  en  Historia de la Pintura  en Venezuela y del crítico de arte, Rafael Pineda, en la Historia Pintada. Emazabel figura junto  con el artista Pedro Lovera como contribuyente en la colecta de fondos para erigir la estatua del Libertador en la Plaza Mayor de Angostura.
            Emazabel participó con el Escudo de Venezuela sobre porcelana en la primera exposición de arte plásticas realizada en Venezuela (1872), y en Caracas se encuentran lienzos suyos de tres distinguidos prelados; dos de los cuales vinculados a Guayana: Ramón Ignacio Méndez, quien fue diputado al Congreso de Angostura y Francisco Ibarra, primer Obispo de la diócesis de Guayana.
            Pedro Llovera, hijo de Juan Lovera, pintor de los Próceres de la Independencia, vivió en Angostura en los años de 1840 y de él son los lienzos de Simón Bolívar, Juan Germán Roscio, Francisco Conde, Diego Bautista Urbaneja, Francisco Antonio Zea, Fernando Peñalver, José Tomas Machado, Manuel Cajigal y Rafael Urdaneta que se hallan en la casa del Congreso de Angostura.
            Siguiendo esa Línea continuó hasta 1905 cuando falleció Miguel Isaías Aristiguieta, quien además de pintor era excelente fotógrafo. De él son las pinturas de Diego Antonio Alcalá, Diego Ballenilla, Santiago  Mariño, Juan Bautista Dalla Costa, Wenceslao Monserrate y Ramón Isidro Montes, que se encuentran en la misma casa del Congreso.
            Había un vació en el curso de esa línea histórica, desde la muerte de este hijo del Orinoco hasta la aparición de artistas como Aimée Battistini, Carmelo Castillo, Alejandro Otero, Jesús Soto, Regulo Pérez, Gonzáles Bongen, el Indio Guerra y otros. Pero ya vemos que de manera furtiva la había continuado Roberto Liccioni, siguiendo los pasos de su madre Elena Montaubam, quien también era aficionada a la pintura en la Caracas del Circulo de las Bellas Artes que tanta repercusión tuvo en la historia de la pintura de Venezuela y de donde descollaron artistas de la esatura de Maule Cabrá, Luis
Alfredo López Méndez, Rafael Monasterios y Armando Reverón.
            Roberto Liccioni, además de pintor, era poeta y de él es este poema escrito sobre paleta de pintor, poco antes de morir: Llenase de sombras el remanso y las garzas / como manojos de lirios / levantan su vuelo / hacia el descanso.