GUAYANESES PROMINENTES (II)
Reproducción del libro de Américo Fernández "Guayaneses Prominentes" editado por Editorial Horizontes.
domingo, 27 de marzo de 2022
MIMINA RODRÍGUEZ LEZAMA
Desintegrada las guerrillas de los años sesenta, Armando buscó refugio en Margarita de donde era Mojito (Teodoro García), Toribio (García) y Aquiles Cedeño, muertos en la montaña. De Aquiles conservo “
En ese movimiento cultural organizado que al comienzo tenía como sede un inmueble propiedad de Ana Luisa Contasti, contiguo a
MALVINA ROSALES
En 1900, cuando Malvina Rosales Granarolli nació bajo el signo de Aries, Ciudad Bolívar, la tierra cálida de Marcos Vargas, el hombre que
desanduvo el progreso para llegar a la barbarie
y retornar de nuevo a la
civilización a través de su hijo,
estaba sembrada de forasteros industriosos y había una actividad de puerto
que desaparecerá después que el petróleo multiplica las carreteras y
el dragado del Orinoco que se detiene en Matanzas.
A pesar de la influencia europea, la Ciudad Bolívar de principios de
siglo se mantiene fiel al tradicionalismo que sujeta a la mujer a una vida
doméstica, de recato y de imposible competencia normal del hombre.
Atrapada por esa realidad social, vino al mundo Malvina, la hija de
Luis Eduardo Rosales Pachano y Josefa
Granarolli Gerald, descendiente de Malvina Gerald
Granarolli, una francesa que
abandonó los viñedos que tenía en Marsella para venir a vivir poco y a
morir temprano junto al Orinoco. No resistió esa francesa de veintisiete años el
ambiente embriagador del trópico, pero lo que le restó por vivir se
acreditó con creces en la longevidad de su hija huérfana que murió a los 90
años.
Esa longevidad la heredó Malvina (Malva)
Rosales quien sobrevivió a sus cuatro hermanos hasta un poco más allá de los ochenta.
De muy
joven intuyó que la fatalidad iría desgranando la unidad familiar y se adelantó
a los tiempos que le darán la razón que para su edad temprana parecía no tener cuando se puso a la par del hombre
reclamando derechos negados a la mujer.
Comprendió que con un poco de inteligencia y audacia
difícilmente se sucumbe en la miseria. Marte estaba de su lado como buena ariana
y con él emprendió la guerra contra los prejuicios sociales. Pero primero hubo de salir de la pobreza porque sus
ascendientes no dejaron herencia. Empezó la
joven por cargar piedras en carapacho de
tortuga desde lo alto del cerro donde se montaba la ciudad. La piedra muy
utilizada para empedrar las calles se pagaba entonces a buen precio. Jamás
para ella fue una vergüenza aquel trabajo duro
y árido que le ayudó a paliar su hambre en la soledad de un camino atajado de prejuicios.
Con la piedra se costeó los estudios y su aplicación la hizo maestra al lado de
su coetánea Anita Ramírez. Tenía 15 años cuando la nombraron subdirectora de la Escuela "Francisco Antonio
Zea". Pero no estaba hecha para el cotidiano caletreo de las niñas y por eso desertó a los dos años de ejercicio
docente. Se fue a Trinidad de paseo y un casual encuentro con el Gerente de la
"Dick Balatá Ltd" cambio su rumbo.
Estudió mecanografía y como secretaria mecanógrafa prestó servicios en la empresa que tenía en Ciudad Bolívar su centro de operaciones
dirigidas a la explotación del balatá del Alto Orinoco, la sarrapia del Caura y
el Oro de El Callao.
Con Malva. "Dick Balatá Limited" pasaba a
ser la primera empresa privada guayanesa que admitía los servicios
profesionales de una mujer dentro de su área administrativa. Pero desajustes
económicos que le sobrevinieron a la empresa en 1920 decretaron su quiebra y
para Malvina no fue difícil entonces encontrar colocación en el Banco de
Venezuela, donde llegó a ser Sub-Gerente con título de Auditor. Que para
aquellos tiempos significaba tanto como ser hoy un experto administrador de
finanzas. Con este segundo cargo,
Malvina terminaba de abrir la brecha
para que la mujer guayanesa comenzara a vislumbrar un porvenir mejor
dentro del campo del trabajo del hombre.
En 1925, después de 34 años de labor ininterrumpida
y debido a un accidente, el Banco de Venezuela decidió jubilarla para que se
fuera a Europa a restaurar su salud, pero el temor de morir en soledad la
hizo desistir de una solución quirúrgica. Decidió entonces darle la vuelta a
Europa en un automóvil Renault de cuatro
caballos comprado en Caracas y que
hizo poner en Lisboa donde emprendió su periplo para terminar vendiendo
el auto en París perdiendo no mucho de los 3.500
bolívares que le había costado. La gira la cumplió en cuatro meses, pero
para evitarse cargos de conciencia, tuvo el cuidado de recorrer antes todos
los estados de Venezuela.
Sin darle mucha importancia a la afección pulmonar
que la aquejaba, retornó a Guayana para incorporarse de nuevo al trabajo ya como Comisaria del Automóvil Guayanés, Jefe de Relaciones Públicas de
la Compañía Anónima Electricidad de Ciudad Bolívar, del Núcleo
Bolívar de la Universidad de Oriente o samaritana del bien ajeno.
Malvina, además, fue excelente deportista. Tuvo en
los tiempos de su juventud predilección
por el tenis y la primera cancha de este deporte la fundó ella en lo que ha sido siempre el Club Deportivo Social "La Cancha" de
la Avenida Táchira. En la construcción de la iglesia San Francisco de Asís y
sostenimiento del Asilo de Ancianos San Vicente de Paúl, Malvina aportó por lo
menos una piedra que es más que un granito de arena, aunque no cargada en su
antiguo carapacho de la tortuga arrau, pero sí en el temple de su corazón de
mujer que en Ciudad Bolívar se atrevió a romper con unos cuantos esquemas, para
lo cual, por supuesto, no había que temer ni tener miedo, Rafael Pineda lo
dice muy bien en un largo poema dedicado a ella: "la primera que no tuvo
miedo/de irse a trabajar, brazo con brazo,
al mundo de la calle, con los hombres".
GUAYANESAS DE PRIMERA
Mujeres guayanesas de primera
Recordamos hoy, Día
Internacional de la Mujer que Guayana es cuna de mujeres que dieron el primer paso para
romper esquemas sociales dentro los cuales el hombre monopolizaba derechos actualmente
compartidos en igualdad de condiciones con el sexo
opuesto.
Malvina Rosales Granarolli,
destaca como la primera guayanesa que trabajó como secretaria en una empresa privada; Mary Calcaño, la primera en pilotar un avión
en Venezuela; Alida Isaura Gambús, la primera bachiller egresada del Colegio
Federal de Varones; Gloria Lezama de Casado,
la primera graduada de abogado; Sofía Silva Inserri, la primera Miss Venezuela, Lucila Palacios, la primera que
ejerció la diplomacia como embajadora y María de Lourdes Salóm, la primera graduada de medicina
veterinaria en Venezuela.
En 1900, cuando Malvina Rosales Granarolli nació bajo el signo de Aries, Ciudad Bolívar, la tierra cálida de Marcos Vargas, el hombre que
desanduvo el progreso para llegar a la barbarie
y retornar de nuevo a la
civilización a través de su hijo,
estaba sembrada de forasteros industriosos y había una actividad de puerto
que desaparecerá después que el petróleo multiplica las carreteras y
el dragado del Orinoco que se detiene en Matanzas.
A pesar de la influencia europea, la Ciudad Bolívar de principios de
siglo se mantiene fiel al tradicionalismo que sujeta a la mujer a una vida
doméstica, de recato y de imposible competencia normal del hombre.
Atrapada por esa realidad social, vino al mundo Malvina, la hija de
Luis Eduardo Rosales Pachano y Josefa
Granarolli Gerald, descendiente de Malvina Gerald
Granarolli, una francesa que
abandonó los viñedos que tenía en Marsella para venir a vivir poco y a
morir temprano junto al Orinoco. No resistió esa francesa de veintisiete años el
ambiente embriagador del trópico, pero lo que le restó por vivir se
acreditó con creces en la longevidad de su hija huérfana que murió a los 90
años.
Esa longevidad la heredó Malvina (Malva)
Rosales quien sobrevivió a sus cuatro hermanos hasta un poco más allá de los ochenta.
De muy
joven intuyó que la fatalidad iría desgranando la unidad familiar y se adelantó
a los tiempos que le darán la razón que para su edad temprana parecía no tener cuando se puso a la par del hombre
reclamando derechos negados a la mujer.
Comprendió que con un poco de inteligencia y audacia
difícilmente se sucumbe en la miseria. Marte estaba de su lado como buena ariana
y con él emprendió la guerra contra los prejuicios sociales. Pero primero hubo de salir de la pobreza porque sus
ascendientes no dejaron herencia. Empezó la
joven por cargar piedras en carapacho de
tortuga desde lo alto del cerro donde se montaba la ciudad. La piedra muy
utilizada para empedrar las calles se pagaba entonces a buen precio. Jamás
para ella fue una vergüenza aquel trabajo duro
y árido que le ayudó a paliar su hambre en la soledad de un camino atajado de prejuicios.
Con la piedra se costeó los estudios y su aplicación la hizo maestra al lado de
su coetánea Anita Ramírez. Tenía 15 años cuando la nombraron subdirectora de la Escuela "Francisco Antonio
Zea". Pero no estaba hecha para el cotidiano caletreo de las niñas y por eso desertó a los dos años de ejercicio
docente. Se fue a Trinidad de paseo y un casual encuentro con el Gerente de la
"Dick Balatá Ltd" cambio su rumbo.
Estudió mecanografía y como
secretaria mecanógrafa prestó servicios en la empresa que tenía en Ciudad
Bolívar su centro de operaciones dirigidas a la explotación del balatá
del Alto Orinoco, la sarrapia del Caura y el Oro de El Callao.
Con Malva. "Dick Balatá Limited" pasaba a ser la primera
empresa privada guayanesa que admitía los servicios profesionales de una
mujer dentro de su área administrativa. Pero desajustes económicos que le
sobrevinieron a la empresa en 1920 decretaron su quiebra y para Malvina no fue
difícil entonces encontrar colocación en el Banco de Venezuela, donde llegó a
ser Sub-Gerente con título de Auditor. Que para aquellos tiempos significaba
tanto como ser hoy un experto administrador de finanzas. Con este segundo caro, Malvina terminaba de
abrir la brecha para que la mujer
guayanesa comenzara a vislumbrar un porvenir mejor dentro del campo del trabajo
del hombre.
En 1925, después de 34
años de labor ininterrumpida y debido a un accidente, el Banco de Venezuela
decidió jubilarla para que se fuera a Europa
a restaurar su salud, pero el temor de
morir en soledad la hizo desistir de una solución quirúrgica. Decidió
entonces darle la vuelta a Europa en un automóvil Renault de cuatro caballos comprado en Caracas y que hizo poner en Lisboa
donde emprendió su periplo para terminar vendiendo el auto en París perdiendo
no mucho de los 3.500 bolívares que le
había costado. La gira la cumplió en cuatro meses, pero para evitarse
cargos de conciencia, tuvo el cuidado de recorrer antes todos los estados de
Venezuela.
Sin darle mucha importancia a la afección pulmonar
que la aquejaba, retornó a Guayana para incorporarse de nuevo al trabajo ya como Comisaria del Automóvil Guayanés, Jefe de Relaciones Públicas de
la Compañía Anónima Electricidad de Ciudad Bolívar, del Núcleo
Bolívar de la Universidad de Oriente o samaritana del bien ajeno.
Malvina, además, fue excelente deportista. Tuvo en
los tiempos de su juventud predilección
por el tenis y la primera cancha de este deporte la fundó ella en lo que
ha sido siempre el Club Deportivo Social
"La Cancha" de la Avenida Táchira. En la construcción de la
iglesia San Francisco de Asís y sostenimiento del Asilo de Ancianos San Vicente
de Paúl,
Malvina, además, fue excelente deportista. Tuvo en los tiempos de su
juventud predilección por el tenis y
la primera cancha de este deporte la fundó ella en lo que ha sido siempre el Club Deportivo
Social "La Cancha" de la Avenida Táchira. En la construcción
de la iglesia San Francisco de Asís y sostenimiento del Asilo de Ancianos San
Vicente de Paúl, Malvina aportó por lo menos una piedra que es más que un
granito de arena, aunque no cargada en su antiguo carapacho de la tortuga
arrau, pero sí en el temple de su corazón de mujer que en Ciudad Bolívar se
atrevió a romper con unos cuantos esquemas, para lo cual, por supuesto, no había que temer ni tener miedo, Rafael Pineda lo
dice muy bien en un largo poema dedicado a ella: "la primera que no tuvo
miedo/de irse a trabajar, brazo con brazo,
al mundo de la calle, con los hombres".
MARY CALCAÑO
Otra mujer que no tuvo miedo fue Mary Calcaño,
aunque no pobre de origen como Malvina, pero se atrevió a desafiar la audacia del hombre, volando por primera vez
un avión.
María
Asunción o preferiblemente Mary Calcaño, a las 10:10 de la mañana del 22 de
febrero de 1940 sorprendió a sus paisanos bolivarenses aterrizando el el aeropuerto
de la ciudad su. reserva( propio avión Club adquirido en los Estados Unidos.
Hija de José Antonio y Adita Calcaño, casado con la hija menor del
médico Angel Ruiz cuyo nombre lleva el hospital central, la atractiva Mary realizó un vuelo sin problemas desde su base en
Maracay hasta Ciudad Bolívar con una breve escala en Barcelona.
Sus estudios de aviación de los realizó en la Escuela Escribe un blogCompartir en XCompartir con FacebookCompartir en Pinterest
sábado, 26 de marzo de 2022
DIÓGENES TRONCONE SÁNCHEZ
Diógenes
Troncone Sánchez, fundador de varias instituciones educacionales públicas y
privadas así como del gremio de Periodistas, del Colegio de Profesores y de la
Asociación de Escritores de Venezuela, dejó de existir en la madrugada del
sábado 8 de enero de 2005, a la edad de 75 años, pues había nacido el 12 de
septiembre de 1928.
Una
personalidad muy peculiar evidenció siempre
la manera de ser de este hombre, acaso modelado por el constante
ejercicio de la docencia que se tradujo en su relación con la gente y en sus
escritos periodísticos, libre de eufemismos, directos, sin que por ello
carecieran de la sazón de la sal, atenuada con la meliflua propiedad del
azúcar. Tal vez por ello sus artículos
firmados con nombre propio se distinguían con el pre-título “Sal y
Azúcar” y no como en sus primeros tiempos “Rompiendo la Zaranda”, que solía
firmar con un seudónimo; no para ocultarse, sino en homenaje a la familia que
lo había criado y formado como verdadero hijo, aunque los Maury venidos de Valencia, eran blancos y él tenía la piel algo
quemada, buscando a su madre María Magdalena Sánchez, una culisa atractiva. De
suerte que “El Negro Maury”, no era tan seudónimo porque toda la ciudad sabía
de antemano de quién se trataba.
Pero quién en la Ciudad
Bolívar de los años treinta y cuarenta iba a creer que él no era miembro de la
prolífica familia Maury, si lo único que le faltó fue nacer ahí en esa casa de
Santa Lucía o de la calle Amazonas y no abordo de una goleta como en efecto
ocurrió el 12 de septiembre de 1928. Los Maury lo criaron y formaron desde la edad de tres meses cuando su madre,
maestra de La Urbana, falleció enervada por la tisis, mientras a su padre no
llegó a verlo sino en dos oportunidades.
Quién iba a dudar, que estaba marcado con la impronta de los Maury; sin
embargo, no era así y el día que cumplió quince años, debido a esa
circunstancia, se sintió envuelto en terrible dilema. Cuando lo recordaba se le
quebraba la voz.
En la hora del almuerzo cuando llegaba a su
casa al salir del colegio “La Milagrosa”, toda la familia se hallaba reunida en
la mesa y para mayor e inquietante sorpresa su puesto de siempre a la izquierda
de José María Maury, estaba ocupado.
-No te sorprendas, sabes
qué fecha es hoy?
-No.
-Pues hoy cumples quince
años y es bueno que decidas si aceptas la adopción legal o si deseas continuar
usando el apellido de tu padre.
Diógenes prendió su
linterna y encontró a aquél marino
perdido en uno de los innumerables meandros del río. Prefería entonces
continuar siendo con apelativo legítimo, fruto de la rama del tronco genovés de
los Troncone, extendida del Mar Mediterráneo al lago de Maracaibo. De allí vino
su padre de genio un tanto atravesado capitaneando una goleta que hizo anclar
para siempre en el Orinoco. La última vez que lo vio tenía doce años y luego
se perdió en la bruma del río, pero él
quedaba bien protegido y siempre inclinado a seguir los pasos de la madre. Así
lo encontramos en la “Miguel Antonio Caro” de Caracas donde se hizo maestro
normalista, yendo obstinadamente contra la corriente de quienes confundían
intereses facciosos con los intereses del Estado. Recién graduado realizó un
curso de folclorología en la Universidad Central de Venezuela y con ese bagaje
y junto con otros compañeros egresados se vino para Ciudad Bolívar a trabajar
en el recién inaugurado Grupo Escolar Mérida, entonces dirigido por el profesor
Alfonso Paraguán.
La Seguridad Nacional
Se inició como maestro en
octubre del 49 y allí en el Grupo permaneció hasta diciembre del 55 cuando la
Seguridad Nacional le pidió abandonar la ciudad por haber escrito contra la
Dirección de Educación del Estado. Claro, Diógenes, además de docente ejercía el
periodismo como corresponsal del diario La Calle y redactor del Semanario “El
Tiempo”, que dirigía monseñor Dámaso Cardozo.
Gomecito, el jefe de la
Segurnal, no lo perdonó, era pluma muy ácida y Troncone tomó el autobús de la
ABC y se instaló de nuevo en Caracas, coincidencialmente en la posada de una
guayanesa que conoció vendiendo empanadas en el puerto de las chalanas. Qué
podía hacer la AVP que en septiembre de
1951 había fundado junto con Eliécer Sánchez Gamboa, su primer presidente? Nada
podía hacer en defensa ni tampoco el gremio magisterial porque no había
libertad de expresión ni de reunión ni de nada, casi todos los derechos
ciudadanos estaban conculcados. En Caracas
no sólo trabajó como docente y periodista, sino que estudió y se graduó de bachiller
en filosofía y letras en el liceo Alcázar y realizó cursos de corresponsal en
el Instituto Santos Michelena y de Relaciones Públicas en la Universidad
Central. La expulsión fue relativamente corta. Apenas tres años al cabo de los
cuales cayó el dictador y Troncone, luego de estudiar, y trabajar como docente en
el Grupo Escolar “El Libertador” de Chacao, en la Escuela “Martínez Centeno” de
Miranda, como subdirector en el Instituto de Comercio “Simón Rodríguez” de
Puerto Cabello y redactor de los diarios “La verdad” y “El mundo”, retornó a
Ciudad Bolívar como subdirector del instituto de Comercio Dalla Costa y docente
del Centro de Profesionalización. Tan Sólo por un año, tiempo suficiente para
recrearse en los rostros deprimidos de quienes lo sacaron de su tierra por una
simple nota de prensa y para encontrar novia y casarse. Contrajo matrimonio con
Rosario Goudet, una upatense alumna en el liceo Sucre, que también se realizó
como docente como él y tuvo además puros varones, hoy todos profesionales.
Margarita le vino de perla
En 1969, Margarita le
vino de perla para su luna de miel, pues el Ministerio de Educación le pidió
fundar y dirigir el Instituto de Comercio Juan Bautista Arismendi de la
Asunción. Allí mi maestra de cuarto grado Nuncia Villarroel le sirvió de
secretaria. Al cabo de cuatro años está de nuevo en Caracas como profesor
técnico comercial en el Instituto de Comercio de El Valle, en el Santos
Michelena, en el Simón Bolívar de Caracas y como redactor del vespertino “El Mundo”.
Su estada en una capital como Caracas tan llena de posibilidades para el
estudio la aprovechó intensamente cada vez y en esta ocasión logró estudiar y
graduarse como profesor de Historia y Geografía Simultáneamente estudiaba
también Derecho, pero no lo concluyó por ciertas presiones con relación al
futuro ejercicio de la abogacía y también porque el Ministerio le pidió
volviera a Ciudad Bolívar para dirigir el Instituto de Comercio Dalla Costa.
Eso ocurrió en 1970, entonces le dio por fundar colegios, buscando, estabilizarse.
Así fundó el Liceo Sucre en Ciudad Bolívar, el Liceo Ana Emilia Delon en
Maturín, el Instituto Gonzalo Méndez en Puerto Ordaz, la Unidad Educativa El
Colegión y por último el colegio Pensamiento Bolivariano. Ese año cuando llegó
a Ciudad Bolívar para quedarse de una vez, concursó y ganó el segundo premio
del certamen promovido por el Ministerio de Fomento con motivo del XI Censo de
Población. Ya antes en 1962, con motivo del Bicentenario de Ciudad Bolívar
había ganado el tercer premio de un concurso promovido por la Logia Asilo de la
Paz Nº.13. El primer premio en esa ocasión lo ganó Manuel Alfredo Rodríguez. Troncone tiene
varios libros inéditos entre ellos, El Correo del Orinoco, La nueva Educación
en Europa, La Opinión Pública, Perfil de Liderazgo, La Comunicación Insonora y
la Pedagogía de J. F. Reyes Baena, los cuales respaldan su condición de miembro
de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional Ciudad Bolívar. La AEV
le publicó un opúsculo sobre “Canaima”, la novela de Rómulo Gallegos. No
obstante haberse especializado en Historia y Geografía nunca dictó en aula esta
materia, en cambio ejerció como profesor de Filosofía y Psicología, porque tuvo
muy buenos profesores como Ignacio Burn.
En diálogo en vida me
dijo no ceer en la resurrección no obstante ser socialcristiano. “El que muere
ya cumplió su hazaña vital, me dijo. No hay segunda vida. De esa ilusión yo no
vivo, soy escéptico en tal sentido como bien lo soy al no creer en esoterismo,
brujería, espiritismo y prácticas por el estilo. Soy realista sin llegar a ser
materialista, por esa razón no quise seguir la carrera de abogado. Habría
tenido que renunciar a las cosas que espiritualmente me llenan.
Calderista hasta los tuétanos
Ciertamente, Diógenes Aristóbulo
Troncone Sánchez, perteneció desde su tiempo de estudiante al partido
socialcristiano COPEI y se marginó cuando Caldera decidió montar tienda aparte
para aspirar por segunda vez a la Presidencia de la República. Su ídolo era
Caldera y en él creía a pie juntillas y defendía a capa y espada su gestión. Si Caldera no hubiera sido
presidente de la República, Venezuela habría sido un caos. Caldera se estrenó
con un severo crack bancario que pocas veces se ha visto en el mundo. Le
prepararon un golpe económico que fue difícil de contrarrestar en todas sus
consecuencias. La gran empresa es la que gobierna. Recordaba que a Pérez Jiménez no lo tumbó la Charneca sino
los bancos y el poder económico.
Creía que la educación en
este país es francamente un caos. Existe una desmoralización y carencia de
ética profesional increíble. No tenemos profesores y maestros sino dadores de
clases, en su mayoría. Y sobre las nuevas promociones de periodistas decía que no
prometen mucho, se están quedando en lo rutinario y dependiendo de los
boletines institucionales de prensa, de allí que algunos periódicos salgan tan
uniformados. La noticia hay que profundizarla y la metodología del periodismo
interpretativo es una buena vía. Otro de nuestros males es el palangre, del
cual tiene marcada responsabilidad el Colegio que tanto ha legislado sobre el
particular, pero que hasta ahora ha sido incapaz de aplicar estrictamente el
Código de Ética. Lo mismo se puede decir de la piratería. Tenemos directivas
que sólo responden a los intereses facciosos, de allí que el colegio ande tan
mal como el gremio magisterial. Troncone era un crítico por naturaleza y nunca
dejó de escribir diciendo sin ambages lo que sentía y lo que pensaba, ni
siquiera a su edad septuagenaria se aplacaba. Decía que sentarse a escribir costaba,
pero una vez que se sentaba ante la máquina, todo -como dice Adriano González
León, todo le era fácil, las ideas venían en torrente, pero lo importante era
sentarse y ponerle un poco de sal a la vida.
CRISANTO MATA COVA
Crisanto Mata Cova, arzobispo
emérito de Ciudad Bolívar, falleció el 9 de enero de 1998 en su pueblo natal de
San José de Aerocuar, Estado Sucre. Sus restos fueron trasladados e inhumados
en la Catedral de Ciudad Bolívar, a la que sirvió como su segundo Arzobispo
durante veinte años (1966-1986).
Siempre
el que padece y perece es quien menos
posibilidades de defenderse tiene
-Américo
Fernández-
¿Odiar?
-Jamás he sentido odio por nadie
Monseñor
Crisanto Mata Cova, reconoce que es
nervioso, rápido y muchas veces sin meditar lo que va a decir lo dice
violentamente, pero ¿odiar?
-Jamás he sentido odio por nadie.
La única manera de aceptar esta forma del verbo es que la primera letra
sea transformada en “s” y añadida al
final “porque Dios en todo caso está conmigo. Nunca me ha abandonado”.
Alto como una espiga, Monseñor dice tener un “negocio con Dios”. Por eso nunca lo abandona. Lo expresó con gracia y picardía cuando le
preguntamos cómo siendo 60 la expectativa de vida del venezolano, él la ha
superado.
Monseñor tiene setenta años, una edad respetable para quien lleva 46
dedicados a un sacerdocio que es renunciación, sacrificio, dedicación,
obediencia, servicio, entrega, desprendimiento, en fin, tantos dones que se
tienen por sensibilidad y se practica por vocación en aras del bien, la
igualdad, la justicia y la salvación espiritual que fue siempre la obra de
Jesús, ejemplo de Dios para la humanidad.
El Derecho Canónico establece que a los
75 años de edad los prelados deberán poner su cargo eclesiástico a la
disposición de la Santa Sede ,
pero Monseñor Mata Cova no ha esperado el límite sino que antes ha querido
renunciar para que le quede tiempo de hacer alguna obra social y espiritual por
San José de Aerocuar, su pueblo natal de Sucre que le aguarda con los brazos
abiertos. Pero cuando llegue allá
seguirá siendo Arzobispo, dignidad que no se pierde a pesar de la renuncia y no
el curita que siempre quiso ser, el Cura Párroco del Valle del Espíritu Santo,
montando un burrito o bicicleta por aquellos arenales y caminos angostos de la Paraguachoa de la
década del cuarenta.
Pero imposible que se vaya a quedar
allá en el Este carupanero respirando montaña y brisa de mar por lo que resta
de vida. Los hombres con tanto ánimo y
fortaleza espiritual claudican así nomás porque el Derecho Canónico parezca no
coincidir con Arturo Uslar Pietro cuando reflexiona diciendo que no se es
joven, no viejo sino que se está vivo.
¿Usted está vivo Monseñor?
Monseñor se sacude y se levanta y
recorre su Biblioteca de un extremo a otro orgulloso de su obra. Nos enseña los volúmenes de la Academia de la Historia que ha ido
empastando. La Biblioteca
tiene su misma edad de Arzobispo. A esa
dignidad llegó después de ser prelado de la Diócesis de Cumaná durante dieciséis años.
¿Cómo va a quedarse recogido en Aerocuar si
cada pueblo de ese yunque geográfico que es la región de Sucre sabe de su
bondad de sacerdote. Y sus Indios.
Aquellos Panare que a buena hora encontraron en Las Claritas un ambiente
más digno que el que suelen ofrecer los buscadores de oro y diamante por los
mantos del Caura y Cuchivero?
Monseñor se nos queda viendo fijamente
a través de sus grandes lentes, sentado de espalda al haz de luz de la mañana
que entra por las ventanas. Nos ve como
queriendo decir “una cosa es lo que aparento y otra cosa es lo que llevo bajo mi piel”
-La procesión anda por dentro, hijo
mío.
¿Le atormenta los estragos internos de la
edad que le asienta tan bien a pesar de ella misma?
-Lo cierto es que muchos compañeros de
mi generación han muerto y es bendición de Dios el que yo ande por aquí no
obstante que desde mi vida de sacerdote he estado amenazado por la úlcera
duodenal que me produce fuertes dolores agregado a este clima, el ajetreo, la
malaria, la alergia y tantas otras
cosas.
Pero lo importante es que estás vivo y
vivirá más ¿no lo cree?
Monseñor
prefiere reír antes que se le quiebre la voz:
-Yo creía después de recibirme de
sacerdote que sólo viviría tres años más a causa de las úlceras., pero ya ve,
Papa Dios no ha querido hasta ahora recibirme.
Diría que está usted como Santa Teresa muriendo porque no muere.
-Para mi la muerte es esperanza. Una de las tres virtudes teologales: fe,
esperanza y caridad. Nos mantenemos en
pie luchando las 24 horas del día, siempre alentado por esa esperanza,
Entonces,
¿la esperanza es vida?
-La esperanza es vida porque la vida es
Jesucristo que resucitó y está en la morada del Padre que va a recibirnos
después de la muerte.
¿Si
nos portamos bien?
-Si alguien desobedeciese a Dios,
entonces iría a la paila que tú sabes existe.
¿Existe de veras la paila, existe el
infierno?
-Siempre se ha pensado en el castigo
posterior a la muerte. No hay una cosa
más clara en el Evangelio de Jesucristo que la existencia del Infierno. Desde los mismos tiempos paganos se habla de
un castigo posterior a la cesación de a vida.
Y ciertamente que tiene que ser, tiene que haber un castigo superior
para aquellos hombres que desgarran a la humanidad, que la empobrecen, que la
postran, la humillan y la ofenden.
¿Cómo van a morir incólume sin que la Justicia caiga sobre
ellos?
-Existe una parábola, la del pobre
Lázaro y el rico Espolón, en la que siempre medito porque nos hace tomar
conciencia de esta realidad, la realidad de que tiene que haber una justicia
divina porque la humana es demasiado frágil.
La Justicia
humana se vende por cuatro centavos y siempre el que padece o perece es el que
menos posibilidades tiene.
Si existe ese castigo divino implacable ¿Por
qué el mundo continúa en una carrera irrefrenable hacia el mal, hacia la
injusticia, la corrupción, la humillación, la guerra. ¿Será que ha fallado el
poder de persuasión de la
Iglesia ?
-La Iglesia somos nosotros y nosotros no somos
consecuentes con la fe que profesamos.
¿Será entonces por el castigo a esa
inconsecuencia que la mayoría de la gente siente temor a la muerte?
-El que es buen cristiano no tiene
porque temerle a la muerte.
¿Pero Jesucristo estremeció de pánico en el
Puerto de Getzemani?
-Y hasta sudó sangre y por eso no es
extraño que nos ocurra a nosotros. Lo
que pasa es que es un momento único de la vida y no hay razón para que uno no
se sienta deprimido, sobre todo ante la incertidumbre de no saber cómo nos va a
tratar Papa Dios.
¿Cómo cree que lo tratará Papa Dios?
-Hago todo lo posible para que me
reciba en gracia.
¿No cree que ser Arzobispo ya es
bastante? ¿Dígame los que no llegan ni a
monaguillo?
-No es necesario ser Monaguillo ni
Arzobispo, lo importante es ser buen cristiano.
Cuesta menos que ser arzobispo.
¿Le ha costado mucho ser Arzobispo?
-Nunca he tenido vocación para el
obispado ni mucho menos para el arzobispado, de tal forma que cuando me enteré
que me iban a nombrar Arzobispo de Ciudad Bolívar me huí, cosa rara, porque
todo el mundo quiere canonjías y ascensos.
¿Cómo es eso que se huyó?
-Después del concilio vaticano en 1966
que me enteré de que sería designado Arzobispo, me fui para Jamaica y allí
estuve sin que supieran de mí durante un mes.
Cuando creí que ya todo había pasado, regresé a Cumaná y una vez allá me
precisaron y se impuso la disciplina y la obediencia.
¿Y porque no quería ser Obispo ni arzobispo?
.Porque los Arzobispos deben amoldarse
a ciertos patrones sociales de conducta y yo soy como dicen los margariteños
“hombre de colcha y cobija”. A mi me
gusta andar a pie, montar en bicicleta, en burro y en camiones.
Monseñor recuerda que el doctor Sixto
Sosa, quien fue Obispo de Ciudad Bolívar y Cumaná, le llamaban la atención
porque montaba en autobús, por eso no quería yo acepar ser Arzobispo y además
porque sufría de úlcera. Pero entonces
de allá arriba me respondieron “haga lo que quiera, pero acepte”.
El 30 de abril de 1966 fue nombrado segundo Arzobispo de Ciudad
Bolívar en sustitución de Monseñor Juan José Bernal, y el 9 de julio del mismo
año tomó posesión en medio de una gran manifestación popular exhibiendo en su
escudo el lema “hagamos bien a todos”.
Han transcurrido veinte años y Monseñor Mata Cova calza ya los
70. Se siente fatigado y quiere
retirarse a tiempo.
Quiero, en beneficio de la alternabilidad darle paso a otros prelados
más jóvenes, por eso he renunciado, ya por tercera vez. La carta de renuncia la cursé en septiembre,
día de la Virgen
del Valle, con la esperanza de que fuese aceptada como ha sido en fin para
tranquilidad personal y de ustedes que me han soportado tanto tiempo. Tengo mucho que agradecerle a Guayana, todo
ese cariño que me ha brindado, especialmente a los medios de comunicación
todos y a los periodistas que han sido
tan receptivos conmigo.
¿Luego de esta renuncia, qué piensa hacer, Monseñor?
-Me voy por un tiempo a mi tierra natal, a tratar de hacer algo por
ella, no a descansar porque yo no se descansar.
¿Cuándo sería exactamente?
-Voy a estar aquí prácticamente dos meses, más que el tiempo
canónicamente señalado para que el nuevo Arzobispo tome posesión, me refiero a
Monseñor Medardo Luzardo Romero, actual obispo de la Diócesis de Ciudad
Guayana, un prelado joven, simpático, oriundo de los Puertos de Altagracia del
Zulia.
¿Se dio ya el nombramiento y consentimiento del Gobierno?
-El nombramiento salió y el consentimiento lo ha dado el Presidente de
la República
de acuerdo con el Modus Vivendi.
¿El Arzobispo tiene sólo jurisdicción en Ciudad Bolívar?
-Una de las provincias eclesiásticas más grandes de Venezuela es la
oriental. Toda las regiones del Oriente
son primos interpares y la presidencia la sustenta el Arzobispo, quien
interviene en algunas cosas sin que esto afecte la autonomía de cada diócesis.
Ellas dependen sólo del Papa. Por eso la Catedral de ciudad
Bolívar es metropolitana.
¿Su renuncia se puede entender como un retiro a la vida privada?
-Naturalmente, ya yo no tengo jurisdicción aunque siempre seguiré
siendo el arzobispo.
¿Quiénes están hoy en su misma situación?
-Monseñor Críspulo Benitez, de la arquidiócesis de Barquisimeto;
Monseñor Ángel Pérez Cinsneros, Arzobispo de Mérida y Monseñor Iturriza, quien
ha sido por muchos años obispo de Falcón.
Hay también dos Vicarios capuchinos en el Delta. La única diferencia es que ellos han llegado
al límite de edad y yo me he adelantado antes del tiempo.
¿Quién será el nuevo obispo de ciudad Guayana?
-La Nunciatura
ha abierto un período de consultas.
Durante estos veinte años qué paso en este costado del Orinoco ¿qué es
lo que más lo llena de satisfacción?
-Lo más grato es haberme metido de lleno en las Misiones Indígenas y
logrado que un grupo de religiosas hayan penetrado la selva para trabajar por
los indios los 365 días del año.
Monseñor habla también de su labor en el campo educacional, del
Colegio Cristo Rey, de la reconstrucción de la Catedral , de la
organización del archivo y Biblioteca Arzobispal y de tantas otras obras para
lo cual necesitaríamos mas espacio.
Aguara en estos dos meses que le restan, construir la Iglesia del Perú y
convertir Morichalito, zona de campo del arzobispado, en un geriátrico para
personas de la tercera edad, de esa edad que ahora lo atormenta y que lo hace
renunciar para buscar la paz fuera del ruido mundanal e hirviente de la
ciudad. Monseñor Crisanto Mata Cova,
señor arzobispo de la ciudad, quiere estar solo, desea la soledad del mar o de
la montaña porque en los misterios del agua y de las savia parece encontrarse
el primer escalón para llegar a Dios.
Ancla
central
Crisanto Mata Cova
(1966-1986)
Monseñor Crisanto Darío Mata Cova, segundo Arzobispo de
Ciudad Bolívar, nació en un lejano pueblito de San José de Areocuar, Estado
Sucre, el 25 de octubre de 1915. Curso los primeros estudios en los Seminarios
de Cumana e Interdiocesano de Caracas, pasando luego a Roma, al Colegio Pió
Latino Americano. En la
Universidad Central de Venezuela recibió el titulo de Doctor
en la Facultad
de Ciencias Eclesiásticas. Su ordenación sacerdotal ocurrió en Roma el 8 de
abril de 1939 después de desempeñar varios cargos en su Diócesis, como el de
párroco del Valle del Espíritu Santo, fue electo Obispo de Cumaná el 21 de
octubre de 1949. Consagrado Obispo el 13
de noviembre del mismo año, tomó posesión de la Diócesis el 19 de
noviembre. El día 30 de abril de 1966 fue nombrado segundo Arzobispo de Ciudad
Bolívar, tomando posesión de la Arquidiócesis el 9 de julio de ese mismo año, con
el lema de su escudo “Hagamos bien a
todos”
Gobernó la
Arquidiócesis de Ciudad Bolívar durante veinte años. En
agosto de 1986 la dejó tras haber renunciado por cuestiones de salud. El 6 de
agosto de 1986, Monseñor Mata Cova entregó el Arzobispado a su sucesor Monseñor
Medardo Luzardo Romero, en solemne ceremonia oficiada en la Catedral. Entonces
se despidió con estas palabras: “Os dejo unas campanas en vuestra torre, cuando
oigáis salir de sus vibraciones el himno de vuestro estado, orad por este
humilde sacerdote, quien muy lejos de esta queridísima catedral, os estará
siempre bendiciéndolos. Quiero que los
latidos de mi corazón sean siempre un recuerdo de amor y gratitud hacia todos
ustedes. Adiós mis pobres indígenas”.
Monseñor Crisanto Mata Cova falleció en su pueblo natal San
José de Aerocuar, Estado Sucre, el 9 de
enero de 1998 y sus restos trasladados e inhumados en la Catedral de Ciudad
Bolívar, a la que sirvió como segundo Arzobispo durante veinte años. Fue
sepultado el domingo 11 al pie del altar de la nave izquierda luego de las
exequias oficiadas por el Arzobispo Monseñor Luzardo Romero, acompañado de los
prelados de Ciudad Guayana, Cumaná, Margarita, Maturín y Barcelona.
Durante su arzobispado el Papa Juan Pablo II creo la Diócesis de Ciudad Guayana, en agosto de 1979 por Bula Cun Nos y como primer obispo de la nueva
Diócesis, fue designado Monseñor Medardo Luzardo Romero, hasta entonces obispo
residencial de San Carlos, Estado Cojedes y Presidente de la Comisión Episcopal
de Pastoral y Catequesis.
.
JEAN ARISTEGUIETA
El viernes 8 de enero (2016) por la tarde, falleció en Caracas la poeta y
ensayista bolivarense y miembro correspondiente
de la Academia de la Lengua por el Estado Bolívar y de la Real Academia
Hispanoamericana de Cádiz. jean Aristeguieta, nativa de Guasipati y hermana del
fundador del Jardín Botánico del Orinoco doctor Leandro Aristeguieta Jean falleció a la edad de 94 años, pues
había nacido el 31 de julio de
1921.
La brillante y prolija intelectual, autora de más de 40 libros y
colaboradora y fundadora de varias revista literarias, era hija de Simón
Aristeguieta y Panchita Capella. Estudió junto con su hermano, el
botánico Leandro Aristeguieta, en su pueblo natal y luego en Ciudad Bolívar y
España donde se licenció en ltras en la Universidad de Madrid.junto con los
fundadores e integrantes del grupo
literario surrealista “Aureoguayanos” que tuvo como centro de reuniones
la Plaza Bolívar de Ciudad Bolívar, a donde de vez en cuando se asomaba el
joven Jesús Soto, quien llegaría a ser pionero del arte óptimo universal.
Jean publicó sus primeros poemas en la
revista “Alondras” del Ateneo de Guayana, fundada por la maestra y poeta Anita
Ramírez y ya radicada en Caracas despunta con más soltura en las página
de Lírica Hispana y diario “El Heraldo” que luego
incorpora en sus primeros libros (1949) Abril y ciclo marino y Alas
en el viento.
En Madrid (1967) donde estudió estilística
y literatura antigua y moderna, fundó “Árbol de fuego”,
revista de poesía y crítica literaria cuyas ediciones continuarán en Caracas a
partir del número 4.
Jean Aristeguieta ha trascendido con más
de 40 obras, varias de ellas acogidas y traducidas al griego, francés, hebreo,
inglés, italiano, ruso y portugués. Su poesía, fuera de sus libros,
aparece comentada en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras. En 1979,
Ediciones Ronda de Barcelona (España), publicó una Antología de su poesía
(Ebriedad del delirio”) preparada por ella misma pensando que “debe ser el
poeta quien a lo largo de todos los ciclos asuma la responsabilidad de realizar
la escogencia de su labor”.
En el prólogo de esta Antología, José
Jurado Morales, exalta la personalidad viajera, tímida y hermética de Jean
Aristeguieta, cuyo “ámbito poético es de tanta extensión y de tanta profundidad
que al contemplarlo uno queda atónito”.
La sensibilidad poética de Jean
Aristiguieta, según confesó ella en cierta ocasión, comenzó a manifestarse
cuando tuvo por primera vez contacto con el Orinoco y vio una goleta en
travesía ostentando el nombre de “Safo”, poetisa griega del siglo siete antes
de Cristo que descubrió en la biblioteca de su maestra Anita Ramírez.
Contó ella
que se estremeció en una exégesis mítica. A esa visión se sumaron después otros
episodios existenciales que la llevaron a manifestarse y a convencerse de que
había nacido para vivir plenamente en el mundo de la poesía: la trágica muerte, a los siete años, de su
hermana Sonia, a quien adoraba y lo que una vez le reveló una quiromántica. Ella le afirmo que era una auténtica poeta.,
que escribiera. Fueron como presagios
que la impulsaron a realizar intuitivamente, ideas-sentimientos.
Cuando de Guasipati se vino junto con su
hermano Leandro a vivir y estudiar en Ciudad Bolívar, conoció a la maestra
Anita Ramírez. Fue ella su primera guía espiritual a través de sus
enseñanzas, además poniéndole a la orden su biblioteca presidida por los
clásicos españoles.
La maestra y poetisa bolivarense disfrutaba
lo que escribía y la condujo a un acto académico en la Casa donde se realizó
el Congreso de Angostura, para que leyera algunas de sus creaciones. Era una convención
nacional de maestros presidida por Luis Beltrán Prieto Figueroa, quién después
de escucharla con atención comentó que así como había una Juana de América Jean
podría llegar a ser Juana del Orinoco.
Se refería Prieto a Juana de Ibarbourou, a quien al paso del tiempo Jean
Aristeguieta habría de conocer personalmente en Montevideo y ha sido una de
sus grandes amistades.
En esa ocasión, Prieto hizo publicar
algunos de sus poemas en la página literaria
del diario “El Heraldo” dirigido
en Caracas por Pedro Grases.
Una antología de su obra, bajo el título
de “Ebriedad del delirio” (1954-1979) fue publicada por la Editorial Rondas de
Barcelona, España, con La siguiente presentación de los editores: “PARABOLA HUMANA TRASCENDIDA Jean Aristeguieta desde
la adolescencia consagrada por ímpetu ferviente a la
poesía, «al culto de las Musas» como se
decía en los cánones románticos.
Ella misma se ha reflejado como una
romántica surrealista o viceversa.
Exploradora de los enigmas,
filones, de la actividad poética, ha residido siempre en los montes de la vida donde todo se
da —hasta la consumación— por la fe
visionaria.
En la dilatada extensión de su obra creadora Jean Aristeguieta ha llegado al punto en que necesitaba hacer una «Antología» en la cual ella misma fuera juez y parte. Porque nadie en poesía como quien la oficia, para calibrar, comprender y abarcar las vertientes de ese amoroso esfuerzo
permanente. Esta idea llegó al punto en que la interrogante del planteamiento por las estancias imaginativas —pues este ejercicio es de orden
emblemático—, necesitó y aspiró
situarse en el ámbito de la autodeterminación: debe ser el poeta quien a lo largo de todos los ciclos asuma la
responsabilidad de realizar la escogencia de su labor.
Desde hace tiempo a Jean
Aristeguieta le ha obsesionado el dilema de
que su fe consciente, su religión en —por— para la poesía fuera a quedar a mercad de otros criterios en el
instante de cumplir un trabajo catalogador de la obra hecha. Así pues, con
auténtica plenitud asumida por su propio discernimiento ha acometido el
presente empeño de imprimir lo que ella considera nítidamente su legado hasta este año de 1979. Es un memorial abierto
frente a la vigilancia del daimon sacralizado,
intuición e intelección, ante cuyo fondo, otros textos publicados que no estén
insertados aquí, deben considerarse ilegítimos, por deseo implícito y explícito
de Jean Aisteguieta.
Está ante su convicción y derecho indeclinables. En la hora de todas las responsabilidades, ilusiones, nostalgias,
está inmersa en la «ebriedad del delirio». Allí, desde esa pulsación
identificada con su voluntad, debe recibirse
este libro que compendia el espiritualismo de su realidad.
No solamente tacha, olvida, deja a un lado, las
demás composiciones que no aparecen en esta
edición, sino que las da por totalmente clausuradas. En consecuencia, ruega atender esta posición estética cuyo símbolo es su propia existencia consagrada al fuego del misterio poético.
Como una digna parábola humana, trascendida.
Para el futuro que Dios quiera, queda su «libro inacabable», ya que su
entrega al quehacer poético funciona entrañablemente”.
Despedida
La Aurora no quiso tocar el día con sus rosados dedos. Se puso un guante, un guante viejo y transido de dolor. Brisa y humo de otros recónditos lugares nos convocan. Brisa de un mar abierto, lleno de peces, un mar que no da cosecha, pero lleva a islas y playas ignotas o cercanas. La arenosa Pilos. Ítaca, la tierra a la que se llega tras anfractuosos viajes. El Olimpo sagrado donde Zeus tonante y Pallas Atenea, la de ojos siempre brillantes, Febo Apolo, Artemisa y Hermes nos aguardan. Y Lesbos, la isla de la barca que Jean vio en el Orinoco.
Acaya, la Hélade clásica, ha querido desviar los ríos brumosos que corren por el Hades y abrir un resquicio de luz, con rosas que brillan como coloridas botellas en cuadros que engalanan y perfuman, para recibir a una musa guayanesa que hoy nos deja y no nos deja, porque -como la poesía y la literatura- es y no es, viaja y no viaja, pero siempre brilla, Jean. Árbol de luz. Árbol de fuego. Árbol de vida y no mera ciencia.
Jean nos deja porque tiene que reencontrar otros brazos, otros labios, y oír otras palabras, voces niñas, voces adolescentes, voces de madurez y plenitud. Jean nos deja porque quiere estar siempre con nosotros estando con Aquel a quien ya intuían los moradores del Olimpo y quienes, reverentes, les ofrecían hecatombes o libaciones. Jean nos deja porque quiere besar a los suyos en la bruma de la tarde, los seres queridos, las manos que pintaban y volvían a pintar su mundo y el mundo de los vivos, de esos que aún respiran o están vivos porque permanecen en el recuerdo. Jean nos deja porque su obra se hizo grande y venturosa, clásica, como las columnas y arquitrabes del templo de Atenea, como las uvas que producen dulce vino o los hornos que cocinan suave el pan. Clásica como la música de los poemas más antiguos, clásica como la antigüedad escondida en las piedras y en las voces casi invisibles que pueblan la selva de Guayana, Jean nos deja porque su frente lleva los diplomas, los títulos, las dignidades académicas, los sobrados méritos de una anciana siempre juvenil en la evocación y el amor. Jean nos deja porque otros mundos, sus mundos, otras almas, las más amadas, la llaman, la esperan, la celebran, en el Absoluto canto de querubines, tronos y principados. Jean nos deja para que la vida continúe en sus versos, en su pasión, en su huella.
Y por eso mismo Jean no nos deja. No puede dejarnos quien deja tantos libros, tantos poemas, tantos ensayos, tantas cartas, tantos números de revistas bellamente editados. No puede dejarnos quien deja una obra tan densa, cartas tan hermosas, gestos, sonrisas, anhelos, deseos. No puede dejarnos quien nos deja también preces e invocaciones al Señor de los tiempos y de la luz, de la luz eterna. No puede dejarnos quien amó junto al Ávila (que sus coterráneos más antiguos llamaran Guarira Repano) y más allá de las columnas de Hércules, en las tierras arcaicas del olivo y el laurel. No puede dejarnos quien viajó amando, escribiendo y dedicando sus versos al sentimiento más sublime. No puede dejarnos quien, como Safo, se entregó al oficio de orfebre de la palabra y la pasión. No puede dejarnos quien, como Whitman o Lorca, buscó playas más nítidas para cantar. No puede dejarnos quien, como Kavafis, entendió con exquisitez y excelsitudes el sentido de la tradición y la esencia de lo clásico. No. No puede dejarnos quien como Homero no necesitó luces en los ojos para sentir el resplandor de los dioses, las finuras de las diosas, de seres inmortales que tomaban figuras humanas, pinceles del amor. No. No puede dejarnos alguien que escribió testamento tan hermoso: versos, prosas, pensamientos. No.
En mis días adolescentes, en mis momentos juveniles, el nombre de Jean Aristeguieta era un lucero inalcanzable, un placer de lectura, éxtasis puro. Nada me decía entonces que más tarde, no en la tarde sino en la plenitud del mediodía, en el pináculo del plenilunio (porque la vida es noche, por ser sueño y anhelo) tendría la bendición de oír la voz de Jean, voz de Guayana y voz de Grecia, en un hogar bendecido por el amor y el recuerdo, y de besar sus manos de poeta, sus manos hechas poesía, a la par que mis ojos se deleitaban en las formas, colores y luces de mil tonos que brotaban, que brotan, de los cuadros de Elvira Senior. Pocos regalos como ese, poquísimos como saber que Jean, que Jean Aristeguieta, que doña Jean Aristeguieta, dama de la poesía y las letras universales, oyó mis –ante ella- balbuceantes palabras y leyó mis –ante las suyas- torpes líneas. Gran regalo del Cielo, cuyas puertas imploro abiertas para esta mujer que nos deja y no nos deja, que se va y no se va porque siempre ha de volver, como mujer de letras, como poeta, como mujer hecha por y para el amor.
Jean, nos dejas el camino, nos abriste el camino, entre tantos peñones como Escila y Caribdis, como tantos seres sobrenaturales metamorfoseados en piedra en los ríos y raudales de la Guayana, en sus selvas, como esos dioses y diosas que tanto amaste con palabras que se lleva el viento, que nos las trae y siempre ha de traer.
Nos dejas y no nos dejas. Te vas y no te vas. Tu alma siempre, como Tiresias, acaso, nos alumbrará los caminos, nos dirá las señas para llegar a los más ansiados amaneceres, a los incansables en su rubor dedos de la Aurora. Tus palabras, Jean. Tu ejemplo, Jean. Tu amor, Jean. Tu entrega, tus voces, tus silencios, tus páginas todas, escritas a máquina o con la ambrosía caligráfica de tus lápices tornados pinceles y poemas en los cuadros del amor y la admiración por el más puro sentimiento que, junto a la idea de lo divino, una o muchas, no importa, nos hace humanos.
Vivirás entre nosotros, Jean. Regresa a Ítaca. Allí, ahora, lo sabes, te esperan, derrotados los impertinentes que asediaban el palacio y el amor que resplandece en tu obra, tras dibujar y desdibujar el cuadro del infinito anhelo. Viaja tranquila, Jean. Los vientos te sean, te serán, favorables.
Mil veces seas bendita, poeta.
Horacio Biord Castillo
San Antonio de Los Altos (Gulima), a 9 de enero de 2016
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