Mujeres guayanesas de primera
Recordamos hoy, Día
Internacional de la Mujer que Guayana es cuna de mujeres que dieron el primer paso para
romper esquemas sociales dentro los cuales el hombre monopolizaba derechos actualmente
compartidos en igualdad de condiciones con el sexo
opuesto.
Malvina Rosales Granarolli,
destaca como la primera guayanesa que trabajó como secretaria en una empresa privada; Mary Calcaño, la primera en pilotar un avión
en Venezuela; Alida Isaura Gambús, la primera bachiller egresada del Colegio
Federal de Varones; Gloria Lezama de Casado,
la primera graduada de abogado; Sofía Silva Inserri, la primera Miss Venezuela, Lucila Palacios, la primera que
ejerció la diplomacia como embajadora y María de Lourdes Salóm, la primera graduada de medicina
veterinaria en Venezuela.
En 1900, cuando Malvina Rosales Granarolli nació bajo el signo de Aries, Ciudad Bolívar, la tierra cálida de Marcos Vargas, el hombre que
desanduvo el progreso para llegar a la barbarie
y retornar de nuevo a la
civilización a través de su hijo,
estaba sembrada de forasteros industriosos y había una actividad de puerto
que desaparecerá después que el petróleo multiplica las carreteras y
el dragado del Orinoco que se detiene en Matanzas.
A pesar de la influencia europea, la Ciudad Bolívar de principios de
siglo se mantiene fiel al tradicionalismo que sujeta a la mujer a una vida
doméstica, de recato y de imposible competencia normal del hombre.
Atrapada por esa realidad social, vino al mundo Malvina, la hija de
Luis Eduardo Rosales Pachano y Josefa
Granarolli Gerald, descendiente de Malvina Gerald
Granarolli, una francesa que
abandonó los viñedos que tenía en Marsella para venir a vivir poco y a
morir temprano junto al Orinoco. No resistió esa francesa de veintisiete años el
ambiente embriagador del trópico, pero lo que le restó por vivir se
acreditó con creces en la longevidad de su hija huérfana que murió a los 90
años.
Esa longevidad la heredó Malvina (Malva)
Rosales quien sobrevivió a sus cuatro hermanos hasta un poco más allá de los ochenta.
De muy
joven intuyó que la fatalidad iría desgranando la unidad familiar y se adelantó
a los tiempos que le darán la razón que para su edad temprana parecía no tener cuando se puso a la par del hombre
reclamando derechos negados a la mujer.
Comprendió que con un poco de inteligencia y audacia
difícilmente se sucumbe en la miseria. Marte estaba de su lado como buena ariana
y con él emprendió la guerra contra los prejuicios sociales. Pero primero hubo de salir de la pobreza porque sus
ascendientes no dejaron herencia. Empezó la
joven por cargar piedras en carapacho de
tortuga desde lo alto del cerro donde se montaba la ciudad. La piedra muy
utilizada para empedrar las calles se pagaba entonces a buen precio. Jamás
para ella fue una vergüenza aquel trabajo duro
y árido que le ayudó a paliar su hambre en la soledad de un camino atajado de prejuicios.
Con la piedra se costeó los estudios y su aplicación la hizo maestra al lado de
su coetánea Anita Ramírez. Tenía 15 años cuando la nombraron subdirectora de la Escuela "Francisco Antonio
Zea". Pero no estaba hecha para el cotidiano caletreo de las niñas y por eso desertó a los dos años de ejercicio
docente. Se fue a Trinidad de paseo y un casual encuentro con el Gerente de la
"Dick Balatá Ltd" cambio su rumbo.
Estudió mecanografía y como
secretaria mecanógrafa prestó servicios en la empresa que tenía en Ciudad
Bolívar su centro de operaciones dirigidas a la explotación del balatá
del Alto Orinoco, la sarrapia del Caura y el Oro de El Callao.
Con Malva. "Dick Balatá Limited" pasaba a ser la primera
empresa privada guayanesa que admitía los servicios profesionales de una
mujer dentro de su área administrativa. Pero desajustes económicos que le
sobrevinieron a la empresa en 1920 decretaron su quiebra y para Malvina no fue
difícil entonces encontrar colocación en el Banco de Venezuela, donde llegó a
ser Sub-Gerente con título de Auditor. Que para aquellos tiempos significaba
tanto como ser hoy un experto administrador de finanzas. Con este segundo caro, Malvina terminaba de
abrir la brecha para que la mujer
guayanesa comenzara a vislumbrar un porvenir mejor dentro del campo del trabajo
del hombre.
En 1925, después de 34
años de labor ininterrumpida y debido a un accidente, el Banco de Venezuela
decidió jubilarla para que se fuera a Europa
a restaurar su salud, pero el temor de
morir en soledad la hizo desistir de una solución quirúrgica. Decidió
entonces darle la vuelta a Europa en un automóvil Renault de cuatro caballos comprado en Caracas y que hizo poner en Lisboa
donde emprendió su periplo para terminar vendiendo el auto en París perdiendo
no mucho de los 3.500 bolívares que le
había costado. La gira la cumplió en cuatro meses, pero para evitarse
cargos de conciencia, tuvo el cuidado de recorrer antes todos los estados de
Venezuela.
Sin darle mucha importancia a la afección pulmonar
que la aquejaba, retornó a Guayana para incorporarse de nuevo al trabajo ya como Comisaria del Automóvil Guayanés, Jefe de Relaciones Públicas de
la Compañía Anónima Electricidad de Ciudad Bolívar, del Núcleo
Bolívar de la Universidad de Oriente o samaritana del bien ajeno.
Malvina, además, fue excelente deportista. Tuvo en
los tiempos de su juventud predilección
por el tenis y la primera cancha de este deporte la fundó ella en lo que
ha sido siempre el Club Deportivo Social
"La Cancha" de la Avenida Táchira. En la construcción de la
iglesia San Francisco de Asís y sostenimiento del Asilo de Ancianos San Vicente
de Paúl,
Malvina, además, fue excelente deportista. Tuvo en los tiempos de su
juventud predilección por el tenis y
la primera cancha de este deporte la fundó ella en lo que ha sido siempre el Club Deportivo
Social "La Cancha" de la Avenida Táchira. En la construcción
de la iglesia San Francisco de Asís y sostenimiento del Asilo de Ancianos San
Vicente de Paúl, Malvina aportó por lo menos una piedra que es más que un
granito de arena, aunque no cargada en su antiguo carapacho de la tortuga
arrau, pero sí en el temple de su corazón de mujer que en Ciudad Bolívar se
atrevió a romper con unos cuantos esquemas, para lo cual, por supuesto, no había que temer ni tener miedo, Rafael Pineda lo
dice muy bien en un largo poema dedicado a ella: "la primera que no tuvo
miedo/de irse a trabajar, brazo con brazo,
al mundo de la calle, con los hombres".
MARY CALCAÑO
Otra mujer que no tuvo miedo fue Mary Calcaño,
aunque no pobre de origen como Malvina, pero se atrevió a desafiar la audacia del hombre, volando por primera vez
un avión.
María
Asunción o preferiblemente Mary Calcaño, a las 10:10 de la mañana del 22 de
febrero de 1940 sorprendió a sus paisanos bolivarenses aterrizando el el aeropuerto
de la ciudad su. reserva( propio avión Club adquirido en los Estados Unidos.
Hija de José Antonio y Adita Calcaño, casado con la hija menor del
médico Angel Ruiz cuyo nombre lleva el hospital central, la atractiva Mary realizó un vuelo sin problemas desde su base en
Maracay hasta Ciudad Bolívar con una breve escala en Barcelona.
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