sábado, 26 de marzo de 2022

CRISANTO MATA COVA

Crisanto Mata Cova, arzobispo emérito de Ciudad Bolívar, falleció el 9 de enero de 1998 en su pueblo natal de San José de Aerocuar, Estado Sucre. Sus restos fueron trasladados e inhumados en la Catedral de Ciudad Bolívar, a la que sirvió como su segundo Arzobispo durante veinte años (1966-1986).



Monseñor Mata Cova:
LA JUSTICIA HUMANA SE VENDE  POR CUATRO CENTAVOS
Siempre el que  padece y perece es quien menos posibilidades de defenderse tiene
-Américo Fernández-

¿Odiar?
-Jamás he sentido odio por nadie
Monseñor Crisanto Mata Cova,  reconoce que es nervioso, rápido y muchas veces sin meditar lo que va a decir lo dice violentamente,  pero ¿odiar?
-Jamás he sentido odio por nadie.  La única manera de aceptar esta forma del verbo es que la primera letra sea transformada en “s” y añadida al final “porque Dios en todo caso está conmigo. Nunca me ha abandonado”.
Alto como una espiga, Monseñor dice tener un “negocio con Dios”.  Por eso nunca lo abandona.  Lo expresó con gracia y picardía cuando le preguntamos cómo siendo 60 la expectativa de vida del venezolano, él la ha superado.
Monseñor tiene setenta años, una edad respetable para quien lleva 46 dedicados a un sacerdocio que es renunciación, sacrificio, dedicación, obediencia, servicio, entrega, desprendimiento, en fin, tantos dones que se tienen por sensibilidad y se practica por vocación en aras del bien, la igualdad, la justicia y la salvación espiritual que fue siempre la obra de Jesús, ejemplo de Dios para la humanidad.
         El Derecho Canónico establece que a los 75 años de edad los prelados deberán poner su cargo eclesiástico a la disposición de la Santa Sede, pero Monseñor Mata Cova no ha esperado el límite sino que antes ha querido renunciar para que le quede tiempo de hacer alguna obra social y espiritual por San José de Aerocuar, su pueblo natal de Sucre que le aguarda con los brazos abiertos.  Pero cuando llegue allá seguirá siendo Arzobispo, dignidad que no se pierde a pesar de la renuncia y no el curita que siempre quiso ser, el Cura Párroco del Valle del Espíritu Santo, montando un burrito o bicicleta por aquellos arenales y caminos angostos de la Paraguachoa de la década del cuarenta.
         Pero imposible que se vaya a quedar allá en el Este carupanero respirando montaña y brisa de mar por lo que resta de vida.  Los hombres con tanto ánimo y fortaleza espiritual claudican así nomás porque el Derecho Canónico parezca no coincidir con Arturo Uslar Pietro cuando reflexiona diciendo que no se es joven, no viejo sino que se está vivo.
         ¿Usted está vivo Monseñor?
         Monseñor se sacude y se levanta y recorre su Biblioteca de un extremo a otro orgulloso de su obra.  Nos enseña los volúmenes de la Academia de la Historia que ha ido empastando. La Biblioteca tiene su misma edad de Arzobispo.  A esa dignidad llegó después de ser prelado de la Diócesis de Cumaná durante dieciséis años.
         ¿Cómo va a quedarse recogido en Aerocuar si cada pueblo de ese yunque geográfico que es la región de Sucre sabe de su bondad de sacerdote. Y sus Indios.  Aquellos Panare que a buena hora encontraron en Las Claritas un ambiente más digno que el que suelen ofrecer los buscadores de oro y diamante por los mantos del Caura y Cuchivero?
         Monseñor se nos queda viendo fijamente a través de sus grandes lentes, sentado de espalda al haz de luz de la mañana que entra por las ventanas.  Nos ve como queriendo decir “una cosa es lo que aparento y otra cosa es lo que llevo bajo mi piel”
         -La procesión anda por dentro, hijo mío.
         ¿Le atormenta los estragos internos de la edad que le asienta tan bien a pesar de ella misma?
         -Lo cierto es que muchos compañeros de mi generación han muerto y es bendición de Dios el que yo ande por aquí no obstante que desde mi vida de sacerdote he estado amenazado por la úlcera duodenal que me produce fuertes dolores agregado a este clima, el ajetreo, la malaria, la alergia y tantas  otras cosas.
         Pero lo importante es que estás vivo y vivirá más ¿no lo cree?
Monseñor prefiere reír antes que se le quiebre la voz:
         -Yo creía después de recibirme de sacerdote que sólo viviría tres años más a causa de las úlceras., pero ya ve, Papa Dios no ha querido hasta ahora recibirme.
         Diría que está usted  como Santa Teresa muriendo porque no muere.
         -Para mi la muerte es esperanza.  Una de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.  Nos mantenemos en pie luchando las 24 horas del día, siempre alentado por esa esperanza,
         Entonces,  ¿la esperanza es vida?
         -La esperanza es vida porque la vida es Jesucristo que resucitó y está en la morada del Padre que va a recibirnos después de la muerte.
         ¿Si nos portamos bien?
         -Si alguien desobedeciese a Dios, entonces iría a la paila que tú sabes existe.
         ¿Existe de veras la paila, existe el infierno?
         -Siempre se ha pensado en el castigo posterior a la muerte.  No hay una cosa más clara en el Evangelio de Jesucristo que la existencia del Infierno.  Desde los mismos tiempos paganos se habla de un castigo posterior a la cesación de a vida.  Y ciertamente que tiene que ser, tiene que haber un castigo superior para aquellos hombres que desgarran a la humanidad, que la empobrecen, que la postran, la humillan y la ofenden.
         ¿Cómo van a morir incólume sin que la Justicia caiga sobre ellos?
         -Existe una parábola, la del pobre Lázaro y el rico Espolón, en la que siempre medito porque nos hace tomar conciencia de esta realidad, la realidad de que tiene que haber una justicia divina porque la humana es demasiado frágil.  La Justicia humana se vende por cuatro centavos y siempre el que padece o perece es el que menos posibilidades tiene.
         Si existe ese castigo divino implacable ¿Por qué el mundo continúa en una carrera irrefrenable hacia el mal, hacia la injusticia, la corrupción, la humillación, la guerra. ¿Será que ha fallado el poder de persuasión de la Iglesia?
         -La Iglesia somos nosotros y nosotros no somos consecuentes con la fe que profesamos.
         ¿Será entonces por el castigo a esa inconsecuencia que la mayoría de la gente siente temor a la muerte?
         -El que es buen cristiano no tiene porque temerle a la muerte. 
         ¿Pero Jesucristo estremeció de pánico en el Puerto de  Getzemani?
         -Y hasta sudó sangre y por eso no es extraño que nos ocurra a nosotros.  Lo que pasa es que es un momento único de la vida y no hay razón para que uno no se sienta deprimido, sobre todo ante la incertidumbre de no saber cómo nos va a tratar Papa Dios.
         ¿Cómo cree que lo tratará Papa Dios?
         -Hago todo lo posible para que me reciba en gracia.
         ¿No cree que ser Arzobispo ya es bastante?  ¿Dígame los que no llegan ni a monaguillo?
         -No es necesario ser Monaguillo ni Arzobispo, lo importante es ser buen cristiano.  Cuesta menos que ser arzobispo.
         ¿Le ha costado mucho ser Arzobispo?
         -Nunca he tenido vocación para el obispado ni mucho menos para el arzobispado, de tal forma que cuando me enteré que me iban a nombrar Arzobispo de Ciudad Bolívar me huí, cosa rara, porque todo el mundo quiere canonjías y ascensos.
         ¿Cómo es eso que se huyó?
         -Después del concilio vaticano en 1966 que me enteré de que sería designado Arzobispo, me fui para Jamaica y allí estuve sin que supieran de mí durante un mes.  Cuando creí que ya todo había pasado, regresé a Cumaná y una vez allá me precisaron y se impuso la disciplina y la obediencia.
         ¿Y porque no quería ser Obispo ni arzobispo?
         .Porque los Arzobispos deben amoldarse a ciertos patrones sociales de conducta y yo soy como dicen los margariteños “hombre de colcha y cobija”.  A mi me gusta andar a pie, montar en bicicleta, en burro y en camiones.
         Monseñor recuerda que el doctor Sixto Sosa, quien fue Obispo de Ciudad Bolívar y Cumaná, le llamaban la atención porque montaba en autobús, por eso no quería yo acepar ser Arzobispo y además porque sufría de úlcera.  Pero entonces de allá arriba me respondieron “haga lo que quiera, pero acepte”.
El 30 de abril de 1966 fue nombrado segundo Arzobispo de Ciudad Bolívar en sustitución de Monseñor Juan José Bernal, y el 9 de julio del mismo año tomó posesión en medio de una gran manifestación popular exhibiendo en su escudo el lema “hagamos bien a todos”.
Han transcurrido veinte años y Monseñor Mata Cova calza ya los 70.  Se siente fatigado y quiere retirarse a tiempo.
Quiero, en beneficio de la alternabilidad darle paso a otros prelados más jóvenes, por eso he renunciado, ya por tercera vez.  La carta de renuncia la cursé en septiembre, día de la Virgen del Valle, con la esperanza de que fuese aceptada como ha sido en fin para tranquilidad personal y de ustedes que me han soportado tanto tiempo.  Tengo mucho que agradecerle a Guayana, todo ese cariño que me ha brindado, especialmente a los medios de comunicación todos  y a los periodistas que han sido tan receptivos conmigo.
¿Luego de esta renuncia, qué piensa hacer, Monseñor?
-Me voy por un tiempo a mi tierra natal, a tratar de hacer algo por ella, no a descansar porque yo no se descansar.
¿Cuándo sería exactamente?
-Voy a estar aquí prácticamente dos meses, más que el tiempo canónicamente señalado para que el nuevo Arzobispo tome posesión, me refiero a Monseñor Medardo Luzardo Romero, actual obispo de la Diócesis de Ciudad Guayana, un prelado joven, simpático, oriundo de los Puertos de Altagracia del Zulia.
¿Se dio ya el nombramiento y consentimiento del Gobierno?
-El nombramiento salió y el consentimiento lo ha dado el Presidente de la República de acuerdo con el Modus Vivendi.
¿El Arzobispo tiene sólo jurisdicción en Ciudad Bolívar?
-Una de las provincias eclesiásticas más grandes de Venezuela es la oriental.  Toda las regiones del Oriente son primos interpares y la presidencia la sustenta el Arzobispo, quien interviene en algunas cosas sin que esto afecte la autonomía de cada diócesis. Ellas dependen sólo del Papa.  Por eso la Catedral de ciudad Bolívar es metropolitana.
¿Su renuncia se puede entender como un retiro a la vida privada?
-Naturalmente, ya yo no tengo jurisdicción aunque siempre seguiré siendo el arzobispo.
¿Quiénes están hoy en su misma situación?
-Monseñor Críspulo Benitez, de la arquidiócesis de Barquisimeto; Monseñor Ángel Pérez Cinsneros, Arzobispo de Mérida y Monseñor Iturriza, quien ha sido por muchos años obispo de Falcón.  Hay también dos Vicarios capuchinos en el Delta.  La única diferencia es que ellos han llegado al límite de edad y yo me he adelantado antes del tiempo.
¿Quién será el nuevo obispo de ciudad Guayana?
-La Nunciatura ha abierto un período de consultas.
Durante estos veinte años qué paso en este costado del Orinoco ¿qué es lo que más lo llena de satisfacción?
-Lo más grato es haberme metido de lleno en las Misiones Indígenas y logrado que un grupo de religiosas hayan penetrado la selva para trabajar por los indios los 365 días del año.
Monseñor habla también de su labor en el campo educacional, del Colegio Cristo Rey, de la reconstrucción de la Catedral, de la organización del archivo y Biblioteca Arzobispal y de tantas otras obras para lo cual necesitaríamos mas espacio.  Aguara en estos dos meses que le restan, construir la Iglesia del Perú y convertir Morichalito, zona de campo del arzobispado, en un geriátrico para personas de la tercera edad, de esa edad que ahora lo atormenta y que lo hace renunciar para buscar la paz fuera del ruido mundanal e hirviente de la ciudad.  Monseñor Crisanto Mata Cova, señor arzobispo de la ciudad, quiere estar solo, desea la soledad del mar o de la montaña porque en los misterios del agua y de las savia parece encontrarse el primer escalón para llegar a Dios.  

Ancla central


  Crisanto Mata Cova
(1966-1986)

         Monseñor Crisanto Darío Mata Cova, segundo Arzobispo de Ciudad Bolívar, nació en un lejano pueblito de San José de Areocuar, Estado Sucre, el 25 de octubre de 1915. Curso los primeros estudios en los Seminarios de Cumana e Interdiocesano de Caracas, pasando luego a Roma, al Colegio Pió Latino Americano. En la Universidad Central de Venezuela recibió el titulo de Doctor en la Facultad de Ciencias Eclesiásticas. Su ordenación sacerdotal ocurrió en Roma el 8 de abril de 1939 después de desempeñar varios cargos en su Diócesis, como el de párroco del Valle del Espíritu Santo, fue electo Obispo de Cumaná el 21 de octubre de 1949.  Consagrado Obispo el 13 de noviembre del mismo año, tomó posesión de la Diócesis el 19 de noviembre. El día 30 de abril de 1966 fue nombrado segundo Arzobispo de Ciudad Bolívar, tomando posesión de la Arquidiócesis el 9 de julio de ese mismo año, con el lema de su escudo “Hagamos bien a todos”
         Gobernó la Arquidiócesis de Ciudad Bolívar durante veinte años. En agosto de 1986 la dejó tras haber renunciado por cuestiones de salud. El 6 de agosto de 1986, Monseñor Mata Cova entregó el Arzobispado a su sucesor Monseñor Medardo Luzardo Romero, en solemne ceremonia oficiada en la Catedral. Entonces se despidió con estas palabras: “Os dejo unas campanas en vuestra torre, cuando oigáis salir de sus vibraciones el himno de vuestro estado, orad por este humilde sacerdote, quien muy lejos de esta queridísima catedral, os estará siempre bendiciéndolos. Quiero  que los latidos de mi corazón sean siempre un recuerdo de amor y gratitud hacia todos ustedes. Adiós mis pobres indígenas”.
         Monseñor Crisanto Mata Cova falleció en su pueblo natal San José  de Aerocuar, Estado Sucre, el 9 de enero de 1998 y sus restos trasladados e inhumados en la Catedral de Ciudad Bolívar, a la que sirvió como segundo Arzobispo durante veinte años. Fue sepultado el domingo 11 al pie del altar de la nave izquierda luego de las exequias oficiadas por el Arzobispo Monseñor Luzardo Romero, acompañado de los prelados de Ciudad Guayana, Cumaná, Margarita, Maturín y Barcelona.
         Durante su arzobispado el Papa Juan Pablo II creo la Diócesis  de Ciudad Guayana,  en agosto de 1979 por Bula Cun Nos y como primer obispo de la nueva Diócesis, fue designado Monseñor Medardo Luzardo Romero, hasta entonces obispo residencial de San Carlos, Estado Cojedes y Presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral y Catequesis.


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