sábado, 26 de marzo de 2022

VIRGILIO DECÁN



 Aly Khan ¿Quién no lo conoce? Sabemos de quién se trata y si lo nombrasen por su verdadero nombre de pila, casi seguro que la extrañeza surgiría. Pero, cuál es su verdadero nombre?  Creo que nadie o pocos sabemos que se llama Virgilio Cristian Decán, nacido en Ciudad Bolívar  el 13 de julio de 1931, pero así, como “Aly Khan”, se ha quedado por sugerencia y experiencia de su socio Juan Francisco Rodríguez  que sabía mucho de carreras de caballos y publicidad. A él se le ocurrió la idea del seudónimo atraído por la visita a Venezuela del príncipe de Pakistán, Aly Khan, un gran hípico con famo­sas cuadras de caballo en Fran­cia e Italia, casado con la famosa actriz del celuloide, Ryta Hayworth.
      No sabría decir si su Madre llegó a entender ese remoquete como bien entendía de batea, río  y manduca.  En fin, una humilde lavandera que vivía en casa alquilada y él, Virgilio, un muchacho que recogía la ropa sucia de los clientes los lunes y la entregaba planchada del jueves en adelante.
Uno de los clientes fue, por casualidad, el Presidente de la República, Isaías Medina Angarita. El Presidente  hizo un viaje a Ciudad Bolívar en 1943, con motivo de la gran crecida del Orinoco. El rio se desbordó, transformó la ciudad en una isla y el General vino a observar los daños. La ropa de la Residencia del gobernador en donde él se alojó, se lavaba en la casa de la Madre de Virgilio y por esa circunstancia un liquilique del Presidente Medina que quedó tan blanco que el hombre reaccionó muy sorprendido y mandó a llamar a Virgilio que entonces tenía 12 años y le pregunto: ¿Quién lavó esa ropa?, “Bueno mi mamá”, contestó el muchacho y le dio un fuerte de propina.
Virgilio Decán se dio a conocer inicialmente como cantante de boleros, luego de ganar un con­curso de aficionados, y el pre­mio fue un programa lunes, miércoles y viernes. Lo acom­pañaba al piano, el Padre Maradey y luego, el profesor José Francisco Miranda (Fitzi).
Le pagaban ochenta bolívares mensuales, que se los entregaba íntegramente a su Madre, para el arrendamiento de la casa  donde vivían pues el padre no aparecía por ningún lado.  El andino  León Villasmil, jamás supo de  Él.  Virgilio solía decir que  todo cuanto  era se lo debía  a su Madre y, desde luego, a si mismo que comenzó a trabajar a los nueve años cuando le pagaban 25 bolívares por cantar en el Coro de la Catedral. Salía de misa a las nueve y se iba a narrar los jue­gos de beisbol por lo que se ganaba otros veinte bolívares. Un perio­dista le puso el nombre de "la voz de cristal". Luego viajó  a Caracas, 1949, cuando estudiaba segundo año de bachillerato, a presentar examen para obtener el título de locución. Regresó a Ciudad Bolívar a trabajar como locutor comercial, con 4 horas diarias, dos horas al mediodía y dos horas en la noche. Cuando terminó el cuarto año viajó se nuevo a Caracas ya para quedarse allá  definitivamente.
Comenzó trabajar en Radio Cul­tura y de aquí a Ondas Populares,  como aspirante a locutor hípico aprovechando  que un  periodista, de La Esfera lo puso en ese camino toda vez que lo había oído narrar en Ciudad Bolívar y publicó una foto en ese dia­rio, alabando sus cualidades. Tenía experiencia porque había trabajado como narrador de las carreras en el viejo hipódromo Angostura de Ciudad Bolívar.
Terminó el bachillerato en el Liceo Fermín Toro y se inscribió en la Universidad Central a estudiar Derecho. Pero Pérez Jiménez cerró por varios años la Universidad.  De todas  maneras, se graduó de abogado y tuvo éxito cuando litigó pero ejerció sólo diez años.
La primera oportunidad en el hipismo se la dio Eloy Pérez Alfonso, Mister Chips. Un buen día, en el Hipódromo, de El Paraíso, Mister Chips le pidió narrara la carrera en la que ganó Odín, propie­dad de Henrique Otero Vizca­rrondo. "Quédate conmigo" le dijo Mister Chips. El año siguiente en 1952, entró de lleno a Radio Continente como ayudante de Juan Francisco (Don Fulgencio), quien  era uno de los grandes narradores hípicos al lado de Miralejos y Mister Chips Juan Francisco era el presidente de la compañía Monitor Hípico y Virgilio llegó  ser su socio mayoritario.
Luego vino la televisión y comenzó a trabajar el año 67 en el canal 11 de los her­manos Espina. Después, el Canal ocho y el canal dos, en el 70, donde estuvo 10 años. En el año 80 regreso al ocho.
Fue uno de los amigos más cercanos de Miguel Otero Silva. Su abo­gado personal por muchos años. Tuvo buenos caballos en socie­dad con él, entre ellos, Alguacil, un gran caballo, y Guasipati, ambos ganadores clá­sicos.  El caballo que le dio mayores satisfacciones personales fue Tro­pic Ana, una yegua que gano 18 carreras e hizo 18 segundos.
Virgilio piloteaba su propio avión llegando a ser un piloto expe­rimentado con más de tres mil 700 horas de vuelo. Y cosa rara, este estupendo narrador hípico nunca jugó al 5 y 6 ni tampoco  a la diversión alcohólica  aunque confesó una vez al  periodista Pedro Chacín  quien lo  describió como un hípico ilustrado que bebe socialmente, sobre todo vino y champán y que de la llamada música culta, de orquesta sinfó­nica y de cámara, le gusta la música del preclásico, del barroco, que es la música de mayor fecundidad, de los gran­des maestros alemanes, Bach, Haendel; italianos, con Vivaldi, Monteverdi, Locatelli, Corelli, y tantos otros, que se llevó buena parte del siglo 16, todo el 17 y las primeras tres décadas del 18, que a su juicio es la maravilla de la creación musical. La del período clásico con Haydyn y Mozart, y. la del período román­tico, con Bethoven a la cabeza. Ha sido sin duda un gran lector, poetas como Vallejo, Neruda, Góngora, Gar­cía Lorca, Andrés Eloy, Vicente Gerbasi. Los grandes narra­dores como Dostoievsky. Los nombres de sus hijos, Ivanova, quien fue directora del Museo Soto,  Igor y Vladimir, son extraídos de novelas de Fedor Mijailo­vich, el gran autor de Los Her­manos Karamazov, Crimen y Castigo y Pobres gentes, entre otras.
Le gusta la pintura de los maestros venezolanos, no sola­mente la figurativa, también las abstracta, Quintana Castillo, Reverón y su  paisano, Jesús Soto.

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