domingo, 20 de diciembre de 2015

TERESITA ORTIZ


Voz de soprano  que languidece entre naves y columnas de la iglesia madre de todas las iglesias de esta parte precámbrica del río.  Voz donde siempre han encontrado terciopelo los cánticos de Dios.
Canta desde hacía más de medio siglo,  desde que los padres paules se vinieron siguiendo las huellas del Monseñor Miguel Antonio Mejía para iniciar una obra en la capital del Orinoco que se tradujo en el Colegio La Milagrosa, donde estudió por más de tres decenios una inmensa cáfila de jóvenes de todas las edades. Las instalaciones del Decanato de la UDO incluyendo la capilla, eran de aquellos sacerdotes lazaristas  que misionan por el mundo desde 1625 bajo la égida alada de San Vicente de Paúl.

Entre los padre paules había un cantor barítono que acompañaba a los oficiales religioso ejecutando al mismo tiempo el órgano de mil quinientas voces que Dalla Costa trajo de Londres a fines del siglo. A él se  acercó una mañana de junio la deecisieteañera Teresita Ortiz para agradecerle probara su voz con el cántico “Ojos de Jesús luceros”. El ensayo dejó asombrado a todos los circunstantes, incluyendo a Carolina Barazarte, quien llevó la “Canchita”, como la llamaba, hermana Florinda Barazarte de Gunterman, profesora de la Escuela de Música y Canto “Pepe Mármol”, recientemente creada por el Presidente del Estado José Benigno Rendón.

El director de la Escuela que entonces funcionaba en la actual Casa Parroquial, era el profesor Fitzí Miranda, quien  junto con Pedro Elías Berhrens se afanaba por montar una emisora que al final logro con el nombre de Radio Bolívar, inaugurada el 18 de mayo de 1937 con un programa en el que cantaron Carmen Liccioni, S. Calogero, la triple Isabelita Caro, Tito Ávila, Elena Costa Yánez, Liliana Tovar y Ana Maria Gutiérrez. Teresita Ortiz no cantó por que apenas comenzaba, pero cantará después por Ecos del Orinoco en el programa semanal del Ateneo Guayanés fundado por José Ramón del Valle Laveaux y Anita Ramírez.
Cipriano Castro visitó a Ciudad Bolívar después de la Guerra Libertadora y Gómez, mientras fue dictador, no tuvo necesidad de hacerlo porque ya había estado en ellas librando una de las batallas más sangrientas de su historia. Correspondió al general Eleazar López Contreras continuar lo que hasta ahora ningún magistrado nacional ha dejado de hacer: visitar la provincia. López Contreras llego a la ciudad el 4 de septiembre de 1938 a bordo del cañonero “Rafael Urdaneta” y fue recibido por unas doce mil personas. En la noche hubo una velada en su honor   en el Club de Comercio, entonces ubicado entre las calles Orinoco  y Boyacá. Allí cantó Teresita colmando de entusiasmo al mandatario, al igual que lo hicieron el magnifico dúo Frank Hernández e Isabelita Caro acompañados de la orquesta “Unión y Armonía”.

Frank Hernández hizo lo indecible por sobresalir pues andaba bregando una beca  para irse a estudiar en la Academia de Música, Canto y Declamación de Caracas. Pero las becas de Bs. 120 que salieron publicadas en la Gaceta Oficial en febrero de 1939 solo favorecían para estudios superiores en Caracas a Alejandro Otero, Héctor r. Bello, Aníbal Alvarez, Luis Felipe Pérez Flores, Eleazar Alcalá de Armas y Humberto Bártoli. El Centro Artístico Guayanés tuvo que organizar una velada en el cine América a objeto de que Frank con lo que se hiciera en taquilla pudiera irse a Caracas, donde se quedó. La última vez que estuvo en Ciudad Bolívar vino acompañando a Alfredo Sadel. Ambos se encontraron con Soto y Elías Inaty y salieron de parranda. Alfredo Sadel, mientras cantaba para sus amigos, comenzó a experimentar cierta sordera. Inaty, preocupado, lo llevo al consultorio de Vinicio Grillet. Una misteriosa nube azul aparecía en el interior del oído, reflejada en el visor de un aparato de otorrinolaringología aplicada al cantante. Al nunca visto por el médico-otorrino, hasta que Sadel aclaró que probablemente tenía que ver con el jabón azul “Las Llaves” que utilizaba para bañarse.

El jabón azul es bueno,  tenía fama y Teresita Ortiz recuerda que  Reny Ottolina lo recomendaba cuando hacía su programa de televisión. Lo que no es bueno son ciertas sorpresas como la que experimentó cuando el padre Enrique Díaz Uvierra lo sorprendió,  en pleno rito para la bendición del Santísimo Sacramento, con ella demanda obligada por la ausencia del organista de la Catedral: “Teresita, siéntase al órgano para que interprete el Tántum ergo”. Aquella estrofa del himno punge lengua la envolvió en un visible temblor de voz y piernas.

Eso ocurrió iniciándose en la Diócesis el obispo Monseñor Juan José Bernal Ortiz, quien sustituyó a Monseñor Mejías a raíz de su fallecimiento el 9 de octubre de 1947. el organista era entonces Telmo Almada, obligación que fue relegando paulatinamente en la cantora oficial de la Catedral. No tenía el gobierno diocesano que pagar por separado a un organista y a una cantora porque Teresita podía acompañarse asímisma, sin haber nunca disciplinado más que su voz. Nadie sabía de aquel teclado que cotidianamente complementaba las tonalidades de su instrumento vocal. La sensibilidad de su oído le permitía registrar el ritmo y la armonía de los sonidos en aquel descomunal órgano londinés con solo su partitura individual para l canto.

De los años cincuentas a esta parte mucha agua ha llegado al Atlántico el Río Padre y sin embargo, no se agota aunque algunas veces durante el estiaje como ocurrio el 23 marzo de 1923, se puede pasar de una orilla a otra vadeando entre piedras y playones. Algo semejante a ocurrido con la voz de Teresita Ortiz, siempre aguda y fluida llevando hasta el atlántico celeste, en la corriente de su tesitura, las peces de los feligreses. Nunca ha fallado, sólo una vez, cuando falleció su padre Víctor Zenón Ortiz, sastre y violinista,  nieto de Higinia Ortiz, aquella mujer que vivía de inquilina en una de las casas de su compadre don José Ledesma, quien en su afán de acumular méritos e indulgencias para llegar al cielo, donó el pavimento de mosaico de la Catedral, tiempos de Monseñor Antonio Maria Durán, así como todas sus propiedades urbanas y rurales, unas cuarenta aproximadamente.

Don José Lezama falleció en 1887 y le sobrevivió su segunda esposa Francisca Gutiérrez y dos hijos adoptivos de nacionalidad francesa. Entre sus propiedades esta la casa de la calle que lleva su nombre y donde nació además de Teresita, otros ocho hermanos, entre ellos, Jorge y Marcos Ortiz, músicos como su padre. Jorge fue excelente pianista cuya vida profesional transcurrió entre la Habana y Caracas donde murió. Marcos Ortiz, quien fue saxofonista de la Banda del Estado durante treinta años, sobrevivió a su hermana hilvanando recuerdos y sonidos. Autor de varias piezas musicales, entre ellas, el himno a la Virgen de las Nieves, cuya letra es de doña Mercedes de Natera.

Entre los recuerdos y sonidos que hilvana Teresita Ortiz aparece con frecuencia aquel descomunal Órgano que dominaba desde lo más alto de la entrada, las altas naves de la Catedral. Había sido donado en 1870 por el presidente del Estado, Juan Bautista Dalla Costa Soublette. Lo hizo traer de Londres a través de la Casa Mercantil fundada por su padre en tiempos de la Colonia. El instrumento musical destacado no sólo por su magnitud sino por sus poderosos fuelles, aquellos tubos dispuesto en serie para reforzar el sonido de sus 1.500 voces en torno al cual giró la juventud citadina amante del canto y de la música.
Hubo un tiempo en que la Catedral tenía su Maestro de Capilla, director del coro (sochantre) y cantor (chantre). Maestro de Capilla durante 25 años fue Carlos Afanador Real, egresado de los Conservatorios de Alemania y Francia y a quien Teresita sintió morir en 1952, ya anciano tenía 75 años. El primer Maestro de Capilla fue José Mármol y Muñoz.

El órgano permaneció en el elevado Coro de la contrafachada hasta 1948 cuando Monseñor  Críspulo Benítez Fontúrvel, administrador apostólico de la Diócesis, decidió bajarlo para colocar el Coro cerca del altar mayor en busca de mejor  ambientación para el feed back las voces coro-sacerdote.

El único que sobrevivía del órgano para lo años sesenta eran los tubos acuáticos de acero que Monseñor Mata Cova no pudo recuperar de las manos de unos zagaletones que marchaban por la Plaza Bolívar creyéndose los trompetista de Jericó.

El órgano o armonio con el se acompañada desde entonces en los oficios religiosos lo regaló la familia Natera Febres por sugerencia de Irma Febres, quien también fue organista de la catedral al igual que lo fue Florinda Barazarte y Amelia Almada.

A coral más numerosa que ha tenido la Catedral la organizó el pbro. Segundo Ferrero, quien después fundó en diciembre de 1950 el “Orfeón Bolívar” y cuya directiva integraban la señorita Carmen Elena Siegert, el señor José Amunchategui y los estudiantes Manuel Orta, Rafael Montoya y Ernesto García. Debutó en enero del año siguiente con un concierto de carácter sagrado.


A Teresita Ortiz, sin esposos ni hijos y sin su hermano Julio, el sastre que le servia de compañía mientras operaba su taller de sastrería, la veíamos íngrima y dulce, puntualmente todas las mañanas subiendo y bajando la  cuesta, entre Lezama y Catedral, para ofrecer ya con el vicario Monseñor Samuel Pinto Gómez o con el arzobispo Luis Medardo Luzardo, el santo sacrificio de la misa. Entonces cantaba con aguda voz de soprano “Cordero de Dios”, “Gloria”, o las composiciones del religioso italiano Lorenzo Perosi.

sábado, 19 de diciembre de 2015

MANUEL CISNEROS GAMBÚS


Estudiante frustrado de abogacía, cronista taurino, agente viajero, vendedor de Loock Strike, escritor de comedias, periodista, corredor de bienes raíces y humorista.
            Cuando llegó el  “Día de  Parada “ya Manuel Cisneros  Gambús llevaba cuatro meses sin fumar. El placentero vicio de consumir dos y media cajetillas de cigarrillos por día comenzó cuando distribuía por centros occidentales las marcas Lock Strike, Cool y Palmall. La gran competencia era el Chesterfield, pero competencia débil, al fin, para un hombre tan vital como Manolo que sabe de prestidigitaciones  y pases de torero y ¡olé! Porque, mire usted, que el muy tío se las sabía todas y tenía de todo en aquellos tiempos en que vender cigarrillos importados era mejor negocio que exportar petróleo, pues el “estiércol del diablo” lo extraían los gringos casi de regalo. Hasta se dio el lujo, él y su esposa María Mercedes, de posar para un artista que vino de Hungría especialmente a pintar al “gordito de Michelena” Los retratos al óleo cuelgan en la sala de esa acogedora casa que en un tiempo perteneció  a Augustico Casado y que Manolo adquirió por la bicoca suma de 65 mil bolívares. Tanto valía el bolívar en la época de Pérez Jiménez que uno podía comprar con esa cantidad  desde un Roice- Roll hasta  un inmueble como la vecina antigua casa del IAN que el doctor Ramón Castro  negoció  por 900 mil bolívares, cosa que  lamentó  mucho el doctor Miguel  Lima Ostos, pues, según me dijo, él tuvo la oportunidad inadvertida de poder con anterioridad tocarle  el punto a doña Ana Luisa Contasti. Pero la suerte, como siempre, estuvo al lado de Ramón y Manolo lo celebró porque lo tenía allí pegadito en la avenida Táchira. Sólo que él estaba siempre metido entre palmeras, matas de mango  y nombres de calles impresos sobre metálicas placas de Artiluz.
            A Manolo Cisneros  ya no le quedaba un solo vello negro en su estatura de 72 años. Embutido en su bata de baño marrón, sonriente y lleno de humorismo nos recibió un día sin saber a qué íbamos.  Después lo supo cuando leyó este reportaje, pues Manolo expresamente jamás lo habría aceptado.
            Simplemente lo desazona, no obstante haber sido miembro  de la AVP, fundador y director  de la revista “La Curbinata Frita” cronista taurino de “La Esfera” y ocasionalmente de “El Nacional”, escritor de comedias como aquella famosa  de “El Sarampión de Doña Susi” además de corrector  de pruebas  en sus tiempos de estudiante frustrado  de abogacía.
            Pues bien, Manolo, inhibido de cigarros, nos recibió con sus dos traviesos nietos  Melisa y Manuel Alejandro, tentado por un negado helado que le amenazaba la diabetes.   Entonces la vida no era tan dulce como antes, pero Manolo jamás perdía su buen talante ni su ocurrencia oportuna.
-         Américo - nos indaga- ¿sabes cual es la mitad de uno?
-         Creo que 0,5 -respondo.
-         No, chico, el ombligo. El ombligo es la mitad de uno
-         Y ¿Cien y Cien?
-         Doscientos – volvemos a responder ingenuamente.
-               No, hombre, una cuarta. Y Manolo para demostrarlo estira su mano y se toca con meñique y pulgar las partes laterales de la frente (de sien a sien).
Manolo no era hombre de rezos ni de misas. Sin embargo, cada domingo llegaba  hasta la Capilla de “Agua Salada” para ver a la Virgen del Carmen  y de regreso conversaba con el Chino Puerta, comerciante cuya popularidad  se diluye con el tiempo  de las nuevas generaciones.
 -¿Por qué ese ritual dominical de ver a la virgen de los escapularios?
  - Me lo inculcó mi Madre desde muy pequeño.
                   Los ascendientes maternos de Manolo fueron hispanos que se establecieron en Angostura en la época  de la  Colonia. Su padre, en cambio, era criollo. 
            - Pero esa vena humorística ¿de dónde viene?
            - Manolo  ríe y responde: No sé, es algo innato en mí, he sido así toda mi vida. Yo tengo tantas cosas por allí que a veces me dan ganas de volver a sacar  “La Curbinata  Frita”.
            - ¿Pero?
- Los derechos de esa revista humorística fueron traspasados al “El Expreso”.
 La revista de pequeño formato, en tricomía, estuvo saliendo semanalmente durante dos años a partir de 1965. Costaba un real, se metía con todo el mundo y se daba el postín  de salir cuando le daba la gana. Por lo menos, era ese su lema y Manolo, además de editor, era redactor, administrador y todo lo que termina en “or ” como humor que es lo que al fin y al cabo hay en esta revista divertida en la cual se introducía a todo personaje serio y simpático de la ciudad  como Pierre Otto, por ejemplo, sondeando platillos voladores en los erizados matorrales de la antigua Cervecería o como el otrora secretario general de gobierno Pedro Beltrán durmiendo sobre el capacete de su automóvil nuevo por temor a los ladrones.
             Luego fue el “Sarampión de Doña Susi” y “Los Interiores de Romeo y Julieta” escenificadas e interpretadas con distinguidas damas de la ciudad  sin experiencias en las tablas, pero que, sin embargo, hicieron que se agotaran  los boletos tanto aquí como en Caracas porque hasta en la metrópoli hubo que montar una de las dos comedias y le habría dado la vuelta al mundo si no “hubieran sido tan modestos”.
            Tan modestos digo en eso de dar a conocer nuestra obra porque sí a ver,  vamos  yo giré de veras cuatro veces el orbe por mar y aire dos veces íngrimo y solo y luego en la grata e incomparable compañía de María Mercedes, en el “Queen Elizabeth” que es como una ciudad flotante cruzando todos los mares y anclando en cada puerto  de ciudades importantes, cada una con costumbres y culturas distintas e increíbles. Todo un sueño que no termina y que uno quisiera repetir  en la realidad a pesar de lo inalcanzable que está el Dólar. Y aquí está el testimonio- dice Manolo después de haber abandonado su asiento en el porche para regresar cargado de álbumes de todos los tamaños.
            Va lentamente pasando y comentando las imágenes de grandes urbes congelados en el papel y se detiene en España adonde iba cada año atraído por la famosa  Feria de  San Isidro. Las calles aquí se llenan de turistas y los ruedos de muy postinudos toreros y a la memoria de Manolo llega sin aviso previo el genial  “Curro Puya” (Rafael Durand Rondón) extraordinario cronista taurino, a quien durante cuatro meses le hizo el quite en el diario “La Esfera” de Ramón David León y Edmundo Suegart, allí cerca del Nuevo Circo de Caracas y a Manolo la sangre del torero se le insufla de sentimiento gitano y el romance de García Lorca le brota:
            Aire de Roma andaluza

            Le doraba la cabeza

Donde su risa era un nardo
De sal y de inteligencia
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
            Y a Manolo de repente se le prende una luz de advertencia, nos mira sospechoso y dice:
- No me estarás tú haciendo un reportaje?
- ¿Por qué lo supones?
- Llegas así de repente, sin previo aviso, y me preguntas sobre mi vida.
- Sólo ando Manolo indagando porque tengo pensado hacer más adelante un trabajo sobre publicaciones humorísticas.
- Ah, bueno, de eso si te puedo informar.
            Y, Manolo, habla del Loro, del Gallo Pelón, del Morrocoy Azul, del Sádico Ilustrado...
- Pero, dígame algo Manolo, ¿cuánto cuesta darle la vuelta al mundo?
- Yo solía viajar con unos cien mil bolívares, pero ahora da  dolor de dólar.
-  De todas maneras 100 mil bolívares son bastante para una familia de la clase media ¿no cree?
-  Antes yo lo podía hacer porque ganaba mucho dinero como agente y distribuidor en Barquisimeto de los cigarrillos Look Strike, Raleight, Pallmall y Cool.
               A Manolo se le viene a la mente un anecdótico rasgo de su noviazgo. Estaba de novio con María Mercedes y le hacía la visita en presencia de sus padres el doctor Oscar Luis Perfetti y Pepita. Sacó de su cigarrera un cool mentolado y le preguntó:
-  Mi amor, ¿quieres un “coolito”?
-  Más vale que no, su suegro se lo quedó mirando como un toro serrano encerrao.
Siendo distribuidor de cigarrillos decidió invertir en una tienda de mercancía seca en el propio Barquisimeto. Le puso a la tienda el nombre de “Tienda MCG”.
-  ¿Mueble Centro Guayana?
-No, mi tienda nada tenía que ver  con la de Baikoglu, “MCG” son las iniciales de mi nombre. Además allí no vendíamos muebles. Inmuebles sí vendí yo, pero ya aquí en Ciudad Bolívar. Yo funde el “Centro Inmobiliario del Sur” que luego vendí a Ramón y César  Gil.
- ¿A qué se dedica ahora? ¿Escribe?  
-  Administro bienes de mi propiedad: locales comerciales, viviendas y el Fundo Cardozo, una parte invadida y otra que quiere quitarme el Consejo Municipal mediante una rectificación de ejidos. Yo no quiero demandar y estoy haciendo de buena voluntad todas las diligencias para solventar la solución.
            Manolo saca documentos que datan de 1847 y los cuales a través de traspasos sucesivos testifican la propiedad legítima de esos terrenos.
-  Yo me opongo a que el Consejo haga lo que bien tenga que hacer con los ejidos de la ciudad, lo que objeto en términos legales y de acuerdo con el derecho común  es que una ampliación o rectificación de ejidos afecta la propiedad privada.
            Pero Manolo no quiere abundar sobre el tema y prefiere un paréntesis risueño animado por este cigarrillo:
            Es que yendo una vez para el bendito fundo, pasé por una Chivera en la que se leía a la entrada escrito con letras grandes  “SE VENDE ESTAÑO”.  Luego un individuo detuvo su carro, se bajó y preguntó al dueño: “¿A cómo  vende usted el kilo de estaño?” A lo que el propietario de la Chivera le respondió: “Que estaño ni que ocho  cuartos...  ahí  quiero decir que se vende esta Ñoña”Lo que pasa es que se me acabó la pintura y no pude completar la palabra.
-  ¿Y de quién es esa Chivera con nombre tan soso?
-  De un amigo mío que llamado Serapio Quintínn Lanz.

              Por cierto que vendió bien vendida la Chivera y como es tan largo su nombre, el amigo Serapio se firma “S.Q. LAZO” de modo que cuando estuvo en el Registro Principal  firmando el protocolo de venta y rubricó “S.Q. LAZO” la doctora Raiza por poco lo manda preso.

viernes, 18 de diciembre de 2015

JOSÉ FRANCISCO MIRANDA



A las 6 de la mañana del 24 de abril de 1978 dejo de existir el profesor José, Francisco Miranda, músico, docente cronista y nunca ajeno a la política.

Falleció a la edad de 77 años de males propios de la edad. Nunca acompaño a sus amigos y seres queridos al cementerio y por esa conducta que jamás explico quería que su entierro fuese solitario y en horas del amanecer, en un simple cajón, sin tapa de cristal, pues no quería que lo vieran yerto, menos sus nietos y bisnietos a quienes les pedía lo recordaran simplemente gordiflón, sentado en su mecedora, contando todo cuando les contó en una noche de lluvia salpicada de luciérnagas.

De cuello corto, ojos azules, frente despajada y casi siempre con un tabaco habanero en los labios, José Francisco Miranda Gutiérrez, a quien los citadinos preferían identificar por su seudóminio “Fitzí”, había nacido en el barrio Santa Ana de Ciudad Bolívar el 31 de agosto de 1901 cuando el Orinoco en su apogeo lamía los cimientos de las casas.

Hijo del guariqueño José Maria Miranda Ron y la bolivarense Josefa Gutiérrez González, era el mayor de tres hermanos  y estudio primaria letras en el Colegio San Agustín de Don Régulo Machado, calle Miscelánea, donde además de primera existía un curso de dibujo y tipografía a cargo del profesor J. G. Lanz. El Colegio, con mejores perspectivas, fue trasladado a Trinidad en 1918.

Régulo Machado era hermano de Carlos Machado, quien se desempeñaba  como Vicerrector del Colegio Nacional de Guayana y Ejercía las cátedras  de gramática, castellano y latín. Hermano asimismo de Hilario Machado, quien estudio música en Alemania y al regresar instaló una escuela a la cual asistió Fitzí a la edad de doce años para recibir clases de piano. Lo favorecía la circunstancia  de que Hilario Machado estaba emparentado con suabuelo. En la misma escuela Miguel Aristeguieta  le daba lecciones de armonía. Miguel Aristeguieta era hijo de Manuel Aristeguieta, autor del vals  “Ciudad Bolívar”, dedicado a Ginesita de Plaza Ponte.

A la edad de quince años, Fitzí había adelantado tanto que en un concurso de oposición ganó la plaza de organista de la Iglesia Santa Ana. Luego entró en una Academia de Música creada por el profesor José, Francisco Calloca en función de la Banda Gómez que comenzó a dirigir en 1916 por decreto del general Marcelino Torres garcía.

Calloca venía de dirigir la Banda Marcial del batallón Rivas que luego paso a las manos de Manuel jara Colmenares. En la misma Academia  junto con Fitzí estudiaba Columbo Silva Bolívar, Manuel Baena, Antonio Caruso, Manuel Antonio Díaz Afanador y Antonio Santamaría. Autor de la “Paráfrasis de Job”, “El Canto del solitario”, cerezo, variado para clarinete, y “A flor de labios”, capricho para clarinete, Calloca hizo de la Banda Gómez una de las mejores de Venezuela y la equipo con uniformes e instrumentos importados de la casa italiana de Adolfo Lapini. El tenía entonces esa facilidad pues, además de excelente músico y compositor, era agente mayorista en varios renglones comerciales, entre ellos,  perfumes, sombreros de pajilla, marmolería artística y automóviles.
José, Francisco Miranda se destacó en la Banda Gómez del Estado como clarinete solista y más tarde, en tiempos del gobernante Silverio González, llego a ser su Director (1924-1931). Entonces los conciertos públicos se daban en el Paseo Falcón y en uno de ellos, en 1931, estrenó su pasodoble “Late-28” dedicado al primer avión comercial que comenzó a cubrir la ruta entre Ciudad Bolívar y Maracay. Ese mismo año estrenó su joropo “La Sapoara” que luego grabó con la Souther Music Publishing Co. De Nueva York, poco antes de dejar la dirección de la Banda en manos de Laudelino Mejías y Telmo Almada en calidad de subdirector.

La letra del joropo grabada en la voz de Soledad Espinal y por la que recibió 68 dólares, exalta la leyenda del autóctono pez orinoquense: “Cómeme recién llegao / Soy sapoara del Infierno / que atraganta al forastero / y lo caso en tres por cuatro / con muchachas de mi pueblo / una vez comió un jorungo / cabeza de sapoarita / y de grito pidió al cura / que le diera agua bendita / cayendo así liberarse / de las muchachas bonitas”.

Transferido Silverio González a la Gobernación de Anzoátegui, convence a Miranda para que se valla con, él a dirigir la Banda Oficial de aquel estado y así lo hace hasta  
 Que regresa a Ciudad Bolívar. Entonces, junto Con José Maria Yelamo y Chicho Hernández, funda la orquesta “Juan Bautista Dalla-Costa” para tocar en Ciudad Bolívar y fuera de ella en cines y compañía de teatro. A la caída del 022222222Dictador, el nombre también es adoptado oficialmente para la Banda del Estado que durante veinte años llego el de Gómez.

Era la época auroral de la Radio, un nuevo mercado para los músicos que también le sirvió de mucho a la orquesta de Fitzí Miranda como director artístico de la emisora Radio Bolívar, la cual fundo el 8 de mayo de 1937 junto con su socio Pedro Elías Behrens.

 La Banda del Estado, cuya dirección provisional asumió Telmo Alameda a la caída de Gómez, la pone el Presidente del Estado, Dr. Ovidio Pérez Agreda, en manos de Fitzí. Para evitar confusión le pone el nombre de “Armonía y Unión” a la orquesta de su radio.

En 1944, la radio Bolívar suspende las emisiones y arrienda sus equipos a la Diócesis para sacar al aire “la voz de Guayana” q inaugurada el Presidente del Estado Mario Briceño Iragorri, fungía de director el Vicario Dámaso Cardozo y de director artístico, el mismo Miranda. Fitzí había decidido entonces trabajar con el PDN y por esa vía llego s ser el Presidente del Consejo Municipal en 1945.

 En 1948 renuncia a la dirección de la Banda Dalla-Costa y resuelve dedicarse con mayor ahínco a la pedagogía musical. Entre el Liceo Peñalver, el Grupo Escolar Estado Miranda y la Escuela de Música Carlos Afanador real repartió 40 años de labor profesional, al cabo de los cuales fue objeto de un reconocimiento público.

A raíz de la muerte de Monseñor Mejías, octubre de 1947, se extingue “La Voz de Guayana” y reaparece Radio Bolívar con sus estudios instalados en la Biblioteca Auditorio. Fitzí ha propiciado una nueva orquesta “Tropical Melody” que ejecuta por primera vez el Solovox, un órgano que imita todos los instrumentos. Luego conforma un circuito con Ecos del Orinoco y se instalan ambas emisoras en la calle Dalla Costa.   En 1955 la radio es comprada por Antonio José Istúriz, quien la moderniza y reinaugura el primero de octubre con la bendición de Monseñor Bernal.

En 1959, Fitzí Miranda vuelve a la Municipalidad como concejal electo en las planchas de URD acompañado de René Vhalis y Germán González Seguías. El Presidente es Luis Felipe Pérez Flores, electo en las planchas de AD.

Una vez terminado su periodo de concejal se aleja de la política para continuar ejerciendo de lleno la música como profesor, ejecutando de piano y compositor. Compone y arregla pata piano 8 conciertos y 62 canciones que cubren las etapas del romanticismo inicialmente y luego música de interpretación social con “Lamento Minero”, tragedia Campesina y Tristeza del Indio.

En el género clásico sobresalen Sinfonía Guayana, El Río Navegante (capricho sinfónico); Minue, en do sostenido mayor y Misa de Requien en do menor. En 1947 obtuvo el primer premio al musicalizar  el poema “El Dulce Mal” de Andrés Eloy Blanco en concurso organizado  por la revista “Elite” y la emisora Radio Caracas y en el participaron 300 compositores. Ese mismo año compuso la canción del Estudiante, dedicado a Eutimio Rivas, quien resulto muerto en los trágicos sucesos del 36 en la Universidad Central de Venezuela. Esta canción se convirtió en el Himno del Liceo Peñalver, cuyo orfeón dirigías y con el cual ganó en Cumaná la Copa Ministerio de Educación. También  compuso los himnos del Grupo Escolar Estado Mérida y Batallón Urdaneta.
 Su último gran ensayo fue el Orfeón Cinético. Los bolivarenses estaban en 1972 absorbidos por la transcendencia y obra de Jesús Soto y se construía un Museo para sus creaciones cinéticas. Fitzí, quien había nacido en la Parroquia Santa Ana lo mismo que soto, le dedica un aguinaldo y, finalmente, aprovechando que el profesor Manuel Monsalve, director regional  de educación, concibe el proyecto del Orfeón Cinético.

¿Una coral igual que las otras corales? ¿Por qué, seguir los viejos moldes?. Pues bien, acepto la propuesta de la Coral, pero tendrá que ser distinta a todas las corales. La Coral va evolucionar conmigo como han evolucionado la pintura con Soto con todos constructivista del siglo, decía.

Un buen día me llevo a su quinta Norelsa en la avenida Táchira y entre las medallas y diplomas que tapizaban el estudio me explico su proyecto, no sin antes recordar que los grandes pasos en la música muchas veces tropezaron con epítetos burlescos. Mencionaba a Antonio Estévez cuando quiso imponer su “microvibrofonía” que lo tildaron de “loco” y al mexicano Julián Carrillo cuando estableció que en el intervalo del medio tono se perdían ocho sonidos e ideó su sonido 13 que veinte años más tarde fue confirmado por Tchaikovsky.

Pues bien, el Orfeón Cinético que se propuso y con el cual hizo varias presentaciones podía interpretar cuatro piezas musicales diferentes dentro de un tono armónico y equilibrado que permitía captar loa giros de su correspondiente melodía.

Teníamos entonces un cinetismo audible complementado en escena con las formas expresadas por los movimientos danzantes de los integrantes del Orfeón.

En esta labor, el profesor Miranda primeramente realizaba los arreglos armónicos y luego levantaba unos planos o sonogramas. En esa oportunidad me mostró un monograma de los cuatro primeros compases de un arreglo montado en el que se apreciaba el vals Sombra en los Médanos penetrando las melodías de los valses Miosotas, Danubio Azul e Ilusión.

Aquel Orfeón que vimos actuar varias veces contaba de 38 personas con una docena de piezas montadas. Podía actuar sin director y para Fitzí era una manera de popularizar la polifonía que según, el estaba encasillada con reglas de cuatro siglos. De manera que a edad septuagenaria aquel hombre de fácil palabra y ojos azules pretendía con su coral cinética evolucionar el sistema en el arte de manejar las voces entre si, sin temer al Diablo Cojuelo del tritono y otras trabas que escollan el libre albedrío  del músico.

Fitzí, además de su famoso Orfeón Cinético, tuvo a su favor haber enseñado a tocar piano a cuatro manos por medio del dibujo a dos sordomudos y concebido un método de alfabetización musical para enseñar música en veinte lecciones.

Falleció el 24 de abril de 1978 y poco después Graciela, su eterna compañera, dedicada al arte de la pintura y  con la que tuvo cinco hijos, entre ellos, José Rafael Mirandas, abogado, político y magistrado.


jueves, 17 de diciembre de 2015

ALEJANDRO OTERO


El 7 de marzo de 1921 nació en El Manteco, Alejandro Otero, calificado por el poeta Pablo Neruda, como el creador plástico más importante de América por su relación con la arquitectura y su dominio del espacio público.

Para 1929 el Manteco era una pequeña estación de aventuraros de la selva en busca de fortunas. El pueblo que le quedaba más cerca era Upata, y para  llegar hasta halla había que hacerlo en carromato tirado por bueyes que tardaban días y noches.
Allí, el era de Santa perpetúa, nació Alejandro Otero, su padre, en el buen sentido de la palabra, era uno de esos aventuraros, pero una araña mona le corto la vida. José Maria Otero Fernández, madre de Raúl Leoni (presidente de Venezuela) y casada con Clemente Leoni, emigrante corso radicado en Guayana muy joven junto con su hermano Juan Bautista Leoni.
José Maria Otero Fernández era casado con Luisa Rodríguez y tanto la familia Leoni-Otero como los Oteros-Rodríguez, ambas del Manteco, se reubicaron en Upata, la primera en 1919 y la segunda en 1923. Otra rama de los Oteros se instaló en Barcelona, en donde son los Oteros- Silva, dueños del Diario El Nacional.
Los Oteros-Rodríguez eran una familia desprovista de todo hasta que cinco años después de la muerte de José Maria Otero Fernández, obtuvo 700 bolívares, una fortuna que para esa época, como producto de la liquidación de la sociedad minera, a la cual permanecía el padre de Alejandro cuando fue mortalmente picado por la araña mona. Con este dinero pudo su madre Luisa Rodríguez comprar una casa en las afueras de Upata. Allí se sostenía enseñando a los niños del sector y fabricando pantuflas con las fibras de Alejandro y su hermano José Miguel extraían de una planta silvestre abundante en las inmediaciones.
Era una casa modesta, de bahareque, con techo de palma y cuando llovía se hacían
Unos positos en los cuales Alejandro echaba a navegar su fantasía infantil traducida en ingenuazos barquitos de papel. Era un niño feliz a pesar de su pobreza acentuada por la orfandad paterna. Lo hacían feliz esos momentos estimulados por las personas que lo rodeaban.
La vida de Alejandro Otero es la historia de dos personas: una, una a la que le acontecían las cosas y otra que reflexionaba, pensaba y meditaba por lo que le acontecía. Los recuerdos de todas las etapas de su vida tuvieron esa particularidad. El, haciendo una cosa libre y espontánea y su otro yo vigilándolo y siguiendo cada una de esas cosas.
 Nació como un visual, fundamentalmente en contacto con las cosas de a su alrededor a través de sus ojos. En las conversaciones visuales de su vida solía recordar la pasión que ponía, la observación de los detalles de la naturaleza, del modo de ser de las personas, del fenómeno de la lluvia, al mismo tiempo, viéndose sufrir y gozar de aquella situación y sacando consecuencia interior de ese modo de ver las cosas a través de los ojos.
  Como todo artista tuvo su momento de iniciación, aunque obviamente el momento inicial y preciso de volverse artista no existe. No obstante, se tiene tendencia a recibir a través de determinado sentido las primeras percepciones necesarias y útiles, que despiertan las consecuencias de cada quien. En todo caso, el momento de volverse pintor o artista plástico si es que existe, debe haberse producido cuando Alejandro tuvo suficiente material captado, suficiente vivencias urgidas de expresión. De manera que siendo el un visual tenia que hacerlo tan pronto le cayera un lápiz de color en las manos y eso le ocurrió siendo un niño. De allí  que su infancia la considerase clave tanto como el lugar donde transcurrió. Upata,  el pueblo de su infancia significaba para Alejandro Otero y pueblo extraordinario, único y determinante en su vida artística.
Pero su vocación artística propiamente tal despertó un día de vacaciones cuando José Miguel su hermano mayor, la trasfirió una invitación para asistir a una exposición de pintura de los alumnos de una Escuela de Artes Plástica que funcionaba en la Pastora. Entonces estudiaba para maestro rural en el Mácaro de Maracay y pasaba las vacaciones de diciembre en Caracas donde trabajaba su hermano. Pero tan entusiasmado estaba por la exposición que sufrió una confusión. Creía que era en el museo de Bellas Artes, por lo que tuvo que retornar el tranvía para llegar hasta la Pastora.
Para el joven Alejandro Otero aquella exposición de la Pastora era maravillosa. Muy completa. Había pinturas, guaches, dibujos, diseños, esculturas, especialmente esculturas que le llamaron la atención a las cuales le dedico mucho tiempo, tal vez porque las veía más comprensibles. Este fue el primer entretenimiento que tuvo ante la posibilidad de asumir una vocación que cada vez más se concretaba. Jamás olvido la impresión que le causo aquella exposición colectiva de haberla presenciado esa noche. Así que cuando la escribió a su madre le hablo con gran emoción de esa exposición.

En aquella explosión de la pastora se produjo definitivamente su ruptura con un destino equivocado. No hubo más después razones que justificaran su permanencia en el Mácaro; no obstante hizo un esfuerzo, intentó concentrarse de nuevo en sus estudios, pero sentía que ya no era el mismo, no estudiaba y su rendimiento bajo notablemente. Se estaba desarrollando dentro de el un estado de crisis porque se daba cuenta que no le interesaba nada de lo que estaba estudiando. Se sentía muy mal, muy triste, muy frustrado. Le escribió a su madre y ella lo entendió, de manera que renuncia al Mácaro, le dijo adiós a su carrera de maestro rural y regreso a Ciudad Bolívar.
Trato su madre de que volviese al Banco Royal donde antes, cuando egreso del sexto grado, había estado de cobrador. El Gerente, por sus buenos antecedentes y consideración a la familia lo admitió en una posición mejor, pero era inútil. Simplemente se sentaba en el escritorio y se negaba a trabajar. Los cheques se amontonaban sin darle salida al libro y el Gerente confundido se veía obligado a serlo el mismo. Le pregunto que le pasaba y se hecho a llorar. Enterada y preocupada su madre por lo que le ocurría, hizo esfuerzo para recupera la crisis y volvió al Banco Royal dispuesto a trabajar.
Después de estar quince días rindiendo normalmente a la agencia del Banco, se encontró con algo muy curioso al regresar del trabajo y fue que en su casa estaban reunidos todos sus tíos por parte de madre y padre, muy alegre, tomándose una cerveza. Su madre los había llamado por telegrama para enterarlos de todo cuanto le ocurría a Alejandro, de manera que cuando llegó le dijeron: “hemos resulto que te vallas a Caracas y estudies pintura que es lo que se te gusta. Vamos a arreglar las cosas que para las baca que tenías, te la sigan pasando”.
Esa fue la solución. Su madre convoco a un consejo de familia y en el se decidió su vida de pintor. Fue así como de nuevo (1939), a la edad de 18 años, viajo a Caracas y feliz y contento a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas.
Allí comienza una nueva vida, su vida de artista polidimensional que se resume en varios periodos: el figurativo analítico en 1941; el llamado periodo de cafeteras que inicio en parís en 1946 bajo la influencia de Pablo Picasso; el de los Colortimos en 1955; papeles coloreados en 1965 y dos años después, 1967 inaugura el periodo definitivo de las estructuras espaciales que le dieron renombre y acentuaron su trascendencia internacional.
Su primera estructura, Vertical Vibrante, fue inaugurada en 1968 a la entrada de la Ciudad de Maracay y ese mismo año fueron instaladas en la zona feérica del conde sus espectaculares obras Rotor, torre Vibrante, Noria, Estructura Sono- vibrátil, Integral vibrante t torre acuática.
Guayana su tierra natal, no podía quedarse atrás y el año siguiente, 1969, fue instalado al frente de la siderúrgica del Orinoco su Integral vibrante. La última Obra de Otero, Torre Solar, de 50 metros de alto, fue erigida en Hurí, 1986, cuatro años antes de su muerte, con motivo de la inauguración de la Central Hidroeléctrica que lleva el nombre de su primo Raúl Leoni.
En Ciudad Bolívar nada hay de Alejandro Otero. El proyecto de una Tea de 45 metros para ser instalados en las inmediaciones de la laguna del medio, quedó engavetado, igualmente la estructura de 17 metros para los jardines del Museo Soto. La Galería de Arte que lleva su nombre en las escuelas de Artes Plástica, Fue eliminada lo mismo que el Salón anual de pintura.

Las gigantescas estructuras ambientales de Otero en cuyos movimientos y fisicromía intervienen el agua, el viento, los desplazamientos solares, lunares, y en fin, la mutante naturaleza., impresionaron de un modo tal al Poeta Pablo Neruda durante una vista  a Caracas, que le escribió el gran arquitecto Oscar Niemeyer, sugiriéndole una de esas obras para la moderna Brasilia. Creo-escribió Neruda- que irían admirablemente en Brasilia. Para mi Otero es el creador Plástico más importante de nuestra América precisamente con su relación con la arquitectura y su dominio del espacio público. Sus obras realizadas son grandiosas y espectáculo que dan al pueblo es inesperado y actual (o futuro). No obstante, no hay una obra de Otero en Brasilia ni tampoco en Ciudad Bolívar.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

ANTONIO LAURO


Me voy dejando mi nombre que es el producto de un esfuerzo continuo, sincero y hermoso. Si hay algún mensaje en mi música no es otro que el estético, traducido en ritmo, equilibrio y espíritu.

Después del 24 de julio de 1983, fecha bolivariana bicentenaria, en la que el gobernador Alcides Sánchez Negrón le impuso la “Orden Congreso de Angostura”, Antonio Lauro volvió a la ciudad a reunirse  privadamente con sus amigos, despejados del protocolo ofreció una serenata a la madre del Poeta Luis Garcías Morales y al día siguiente, su amigo Salomón Martínez, alquilo una avioneta y lo llevo a Canaíma. Al regreso exclamo ante el periodista: “ahora me puedo morir porque he visto la octava maravilla del mundo” la laguna Canaíma, los Tepúes, el Salto más elevado del planeta, en fin, la inconmensurable Gran Sabana, lo dejo hondamente impresionado y colmado de regocijo el espíritu.
Seis años antes, en julio de 1977, cuando cumplió setenta años de edad, la municipalidad lo declaró “Hijo Ilustre de la Ciudad” y el colegio de abogados le rindió caluroso homenaje. En tal ocasión tuvimos la oportunidad de hablar largamente con el. Vino acompañado de su hija Natalia, por quien exteriorizaba todo su amor en las cadencias de un vals homólogo que le ha dado la vuelta al mundo en las manos virtuosas de Segovia, Alirio Díaz y otros consagrados de la guitarra.
El nació aquí, al lado del gran río, en tiempo del General gomecista Marcelino Torres Garcías, aún  cuando la ciudad lloraba de muerte de obispo Antonio Maria Durand acaecía de 19 días antes. Entonces vino al mundo Antonio Lauro (3 de agosto de 1917)  en casa diagonal con la plaza Bolívar; antigua gobernación. Allí vivió hasta la edad de diecinueve años cuando murió su padre que era barbero y músico de origen italiano.
Antonio Lauro Ventura, su padre, casado con Armida Crustoneo, llego a Venezuela en 1900 procedente del sur de Italia (Calabria) y se radico en Ciudad Bolívar, donde instaló la barbería petit Trianon, en el paseo colón (hoy día paseo Orinoco). Alternaba su profesión, de comerciante y barbero con la música. Cantaba y tocaba el bombardino y la guitarra. Falleció a la edad de los 40 años a causa de una litiasis renal, 9 de marzo de 1922.
Con su madre viuda y su dos hermanos, todos nacidos en Ciudad Bolívar; Antonio Lauro se retiro del colegio Guayana de Narciso fragachan y viajo a Caracas en 1926 en busca de nuevos Horizontes por los caminos de la música.
Desde temprana edad le atrajo la guitarra y su gran maestro en Caracas fue Raúl Borges, pero antes estudiaba música y aprendió a ejecutar otros instrumentos con Vicente Emilio Sojo, Salvador Llamosa y Juan Bautista Plaza. Contemporáneo  con Antonio Esteves, Angel Sauce y Evencio Castellanos, Lauro destacó como concertista de la guitarra.  Fue el primer venezolano en utilizar este instrumento para interpretar composiciones de Haendel, Bach y Albaniz.
La última vez que estuvo en Ciudad Bolívar toco para un grupo de amigo los valses Natacha, Andreína, Tatiana, Momoti, y Maria Luisa. Este último vals dedicado a su espose Maria Luisa Contreras con quien tuvo a Leonardo, Natalia y Luis Augusto. Cada uno tiene más de una obra dedicada por su padre. En esa ocasión le preguntamos por que consideraba a Natacha como su mejor vals.
No creo que el vals Natacha sea mejor. Todas mis composiciones son hechas con la misma pasión. Lo que ocurre con el vals Natacha es que ha sido más popularizado y, por consiguiente aumento de tiempo oyentes- respondió con la amabilidad serena que siempre lo distinguía.
Antonio Lauro, además de numerosos valses para guitarras, compuso poemas sinfónicos y obras para orquestas, solistas y coros. En la década del 50, los años más duros de la dictadura perezjimenista, compuso “cantaclaro”, basada en la obra literaria de Rómulo Gallegos. Esta pieza para orquestas no se pudo estrenar toda vez la persecución política era muy fuerte y Lauro que no ocultaba su posición al régimen, fue a parar a la cárcel. Estuvo preso junto con el ex presidente de la Republica Jaime Lusinchi y el poeta Rafael Cadenas.
Cuando cumplió sesenta años le preguntamos en el homenaje que le ofreciera el Colegio de Abogados ¿Qué sentía con la relación a la llamada tercera edad? Y respondió escuetamente:
Siento que he  aportado a plenitud para la humanidad con una de la disciplina más importante y hermosa que solo el hombre tiene el privilegio de poseer: este superdotado de la música, premio nacional, no era muy extensivo en las respuestas. Le gustaba la brevedad sin dejar de ser sencillo, elegante y claro y en esa forma transcurrió el siguiente dialogó:
-¿cree, Antonio Lauro, haber empleado bien su tiempo?
Estoy satisfecho del tiempo que he empleado en la música. Naturalmente que apreciando y dando el justo valor que tiene todo el producto del ingenio humano.

¿Cuál ha sido el resultado?
-la seguridad de haberlo hecho y satisfacción de haber sido bien acogido y estimulado por los demás.
-¿Qué deja para sus hijos, para su pueblo, para su patria?
-solo mi nombre que es producto de un esfuerzo continuo, sincero y hermoso.
-¿ha sido para usted la vida, áspera, buena o bella?
-la vida con la música no puede ser sino bella. Las incidencias, insensibilidad, incomprensión egoísmo, son tan livianas que no inclinan la balanza.
-¿Dónde reside la calidad de su música?
- la calidad de la música reside en la propiedad que tiene que llegar a mayor cantidad de personas. Es como una onda que sintonizan los oyentes. No es extraño que haya quienes no sintonicen con plena razón mi música.
-Al contrario, maestro,  seria extraño que alguien no se pusiera en sintonía con su música. Por algo a subido usted tanto en el sentimiento de la gente; pero, dígame, ¿le atribuye usted algún mensaje en especial a su música para que llegue tan hondo?
Si hay algún mensaje, sería el de cumplir con el tradicional concepto estético de la belleza que se traduce al ritmo, equilibrio y espíritu.
-¿Por qué solo compone esa guitarra?
-Estudie muchos instrumentos, todos son bellos y en cada uno se puede encontrar grandeza y despertar emoción; mas, que la guitarra subyugó desde el primer momento en que la escuché en manos de Agustín Barrios (Mangoré) y Andrés Segovia, entonces decidí estudiarla, encontrando que cada día la aprendía mejor, es decir, me gustaba más.
-¿Quiénes en el mundo de la música conoce tanto la guitarra como usted?
-Los lauditas ingleses y los vihuelistas españoles fueron grandes ejecutantes a la vez de compositores de talla. En  nuestro siglo hay muchos buenos compositores para nuestros instrumento., gracias a la divulgación que le han dado Andrés Segovia, John Willians, Alirio Díaz y otros.
-Que diferencia existe entre la guitarra del siglo XV  y la guitarra de nuestros días?
-En el siglo XV la guitarra es muy incipiente; sin embargo, ya le dedicaban obras importantes que vienen a culminar con Gaspar Sanza y Roberto de Visse en el siglo XVII. La de nuestros días ha tenido una superación, producto de la técnica que ha logrado mejor y más bello sonido.
-Los árabes, aparentes inventores de la guitarra ¿tienen compositores o ejecutantes tan importantes como occidente?
-Los árabes son muy importantes en los orígenes de la guitarra, pero principalmente el laúd, el que asocian más a ellos. No han tenido, conocidos, grandes compositores o ejecutantes de ese instrumento. De todos manares, su música se desarrolla en cánones muy distintos a los de la música occidental. No podríamos juzgar con la lente occidental la obra de una cultura oriental.
-Que la faltaría al compositor para ser buen guitarrista y al guitarrista  para ser buen compositor?
-Estudiar con seriedad y pasión en los dos casos y, sobra todo, servir para eso.
¿Cómo considera usted al cuatro con respecto a la guitarra?
-El cuatro nuestro es una guitarra primitiva, posiblemente el guitarrito que trajeron los españoles.
¿Cuántas atenciones y honores le ha hecho la ciudad a su hijo Antonio Lauro?
-Mis amigos de Ciudad Bolívar y todas las personas con las que he tenido contacto me han colmado de honores y atenciones como es costumbre en los hijos de esta región.
¿Qué ha sentido las veces que la ciudad lo ha colmado de atenciones?
-Es muy difícil dar una idea en pocas palabras de la satisfacción que me embarga y la emoción sincera que siento. Solo hay que imaginarla.
Si el presidente de república le diera un día de gobierno ¿Qué haría a favor de música?

Es muy difícil hacer en un día lo que llevaría años, generaciones, para lograr una cultura que nos coloque entre los países civilizados. Solo con un decreto que tuviese la propiedad de ser irrevocable se podría establecer algunas bases que diera su fruto a largo plazo. Por eso no me canso de pedir a las personas que tengan poder o influencia, que no aplacen más la acción encaminada a conocer una verdadera importancia a las ciencias y las Artes. El Partenón, el sentimiento de Aristóteles, Descartes, Galileo, Mozart, Leonardo y otros, son los únicos que han quedado y que juntos a sus nombres inmortalizaron a Atenas, Florencia, teniendo ella una imagen más alta que muchas otras ciudades o estados que, fueron más poderosas.

martes, 15 de diciembre de 2015

J. F. REYES BAENA



Guayanés de una vasta trayectoria intelectual. Abogado, pedagogo, periodista y autor de una reconocida obra ensayística en la que abordó todos los temas de la realidad nacional. Director de la revista “Oriflama” y del diario “El Nacional” de Caracas, Director de la facultad de humanidades de la UCV  y premio Nacional de periodismo.

José Francisco Reyes Baena nació en Ciudad Bolívar en  1909, cuando el Orinoco entonces se hallaba desbordado desde el 23 de agosto que nivelo sus aguas con las de la laguna El Porvenir, cubriendo el techo de numerosas casas, otras hasta la mitad y sucesivamente aceras y pisos de las más altas. Total, unas 422 casas de la calle Venezuela, plaza farreras, el cañón, maturín, zarazas, el toro, barrio el remanso, calle urica, o isla del gato, solar de la aduana vieja, calle pilar, calle santa justa, barrio santa lucia, barrio la logia, barrio el pilón, calle 28 de octubre, calle santa rita, bario el chipolo, y calles el porvenir y Orinoco.
Buen presagio para quien nació el 31 de octubre, pues de acuerdo con la creencia sería, como un efecto lo fue, un hombre de inteligencia desbordada. Nació para vivir 79 años, pues falleció el primero de julio de 1988 “sin arteriosclerosis en las ideas y muchos menos en la pluma” como bien lo señaló en su oportunidad el periodista Francisco Salazar Martínez.
Estudio segundaria en el Colegio Federal de Guayana y  perteneció a la generación de guayaneses que junto a Héctor Guillermo Villalobos, Ricardo Archila, José Miguel Gómez Rangel, Juan Alberto Gambús, Jorge Figarella, Pablo Ruggeri, Hernán Meinhardt y Carlos Tinoco Rodil se distinguieron en el campo intelectual y democrático de la última década de la dictadura Gomecista.  Desde el centro estudiantil del colegio  le tocó dirigir la revista “Oriflama”, publicada mensualmente entre 1926 y 1928 y que no obstante su calidad puramente literaria, sirvió de respiradero a las ideas democráticas y antiimperialistas.
Se alejo de Ciudad Bolívar al dejar el colegio Federal para ingresar a la Universidad central de Venezuela en donde cursó y alcanzó el doctorado en ciencias políticas, al mismo tiempo deba clases en el colegio Andrés Bello. De aquí paso a fundar en calidad de director el liceo Fermín Toro donde sale para asumir la dirección del Ministerio de Educación entonces a cargo del director Rafael Vagas. Ese mismo año acepta la jefatura de provincia del diario “El Nacional” y dos años después se encarga de la dirección del mismo de puerto escondido al tiempo que cursa humanidades y educación hasta graduarse en la mención periodismo impreso formado parte de la primera promoción de esa escuela, junto a Aníbal Gómez, Francisco Camacho Barrios, Alarcón Fernández y Horacio Rivas Mijares. En 1957 deja la dirección del diario el nacional para ser equivalencia en algunas materias y graduarse de abogado. En 1958 tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez se incorporaba como docente en la Universidad Central de Venezuela llegando a ser decano de la facultad de humanidades.

Acepto la preposición de un grupo de colegas docentes para aspirar al rectorado de la máxima casa de estudios, seguro de que no contaría con los votos suficientes, pero para “!demostrar como es cierto que por encima de los méritos curriculares esta la voracidad de tipo partidista”.

No obstante su intensa actividad universitaria, nunca dejo de escribir en las columnas de los grandes rotativos nacionales: El Nacional, El Universal, Panorama, y la revista Semana, actividad que le mereció el premio nacional de Periodismo, mención opinión, en 1978. Entonces dijo: “es mucho lo que el periodismo puede aportar si resume la función denunciativa y reivindicativa que le toque ejerce”.

El premio le sirvió para renovar su compromiso para renovar su compromiso de continuar como escritor, ensayista, periodista, y pedagogo, como bien lo afirmó, “en una labor muy modesta, pero que aspiro a seguir ejerciendo con gran fervor. Es la contribución que puedo dar a la literatura, el periodismo y la educación, en una línea de reivindicación y de rescates de los valores inherentes al ser venezolano”.
Dejo una basta producción ensayística y literaria que abarca, entre otros títulos, Educación, política y humanismo y liberación nacional; dimensión de la identidad nacional; alienación y literaria de protesta; el niño en la psicología de Aníbal Ponce, orientación, profesiones y planeamiento educacional y paráfrasis de lo humano y lo distinto.

En el diario El Nacional mantuvo hasta su muerte (primero de febrero de 1988) un espacio de  la página Editorial distinguida con el Creyón donde abordaba los más diversos temas, incluyendo el biógrafo que recoge en su libro “32 figuras” publicadas en 1953, excepto del prólogo del libro “Jagüey” de Héctor Guillermo Villalobos y la nota biográfica de Hugo Pérez, publicada en el diario El Tiempo, con ocasión de quien fue su amigo y compañero.
Este libro biográfico resalta por Guayana las figuras de José Francisco de Miranda (Fitzí) y José Gabriel Machado. Del primero dice que fue un incansable ejecutante de toda clase de instrumentos musicales, un hombre de recuerdos propios que nació músico por poeta, por artista. Y del segundo que fue fiel a la tradición de hombría y sencillez que marcaron los hombres que le fueron contemporáneos.

Antes de morir efectuó su última visita a Ciudad Bolívar, invitado por la Asamblea Legislativa. Entonces señaló y habló críticamente como en el pasado era de navegable el río Orinoco en la mayor extensión de su curso acarreando toda clase de mercancía, comunicando y vitalizando  cada pueblo en un área de diez mil kilómetros cuadrados. Como Ciudad Bolívar o Angostura era el pueblo más importante del Orinoco con un comercio que cubría una línea fluvial y marítima que comprendía  Cumana, Margarita, la Guaira, Barcelona Trinidad, Las Antillas y se extendía el todo Apure, el Meta y Portuguesa, el Guaivire, Barinas, Mérida y muchos otros pueblo intermedios y con el Orinoco ha muerto y languidecen muchos pueblos en su trayecto. Se levantaba mientras de que otros grandes ríos como el Mississipi, el Volga, y el Rhin acarreaban hasta 20 millones de toneladas por año, el Orinoco seguía inútil, ocioso, improductivo en sus dos mil kilómetros de línea navegable y lo que lo mismo que ha pasado en nuestro país con el ferrocarril, ocurre con nuestro río padre. Ambos aplastados por el afán de lucro del capitalismo impuesto sobre el automóvil, el camión y los jest a propulsión como única alternativa de comunicación.


Juan Francisco Reyes Baena fue un humanista militante y en esa dirección estuvieron encausados sus escritores y lecciones. Afirmaba que “toda ciencia debería ser humanística, pues tanto las ciencias sociales como las experimentales tienen que orientarse hacia la eliminación de miseria y la ignorancia, la desigual distribución  de las riquezas y la aceleración del proceso de liberación de los pueblos”.

lunes, 14 de diciembre de 2015

JOSÉ EUGENIO SANCHEZ NEGRÓN



El poeta bolivarense fallecido el 17 de agosto de 1989, vivió enfrentado a la vida y a la muerte. Sus obras Los Limos de la Tierra, Los Ruidos del Mundo, Los Humos y las Voces y Sonetos Reiterativos, traducen ese conflicto existencial.

“Resiste corazón. No te me quiebres,
Aguántate del alma como puedas.
Si no caes, ni doblas. Si no ruedas.
Yo aguanto sin doblar tus fiebres”.

            Pero el corazón no le obedeció. Se quebró como un cristal de Baccarat. No hubo quien le enhebrara el latido. Estaba solo, tirado en el lívido desmayo, sin el dicotómico señor de cabecera que pudiera atenderle a tiempo el desconcierto de aquella fibrilación ventricular.
            Había llegado allí por sus propios pasos un jueves 16 de San Esteban. Había venido acostumbrándose a la muerte a conocer sus hojas, su tronco, sus raíces, que aquel día no fue asaltado por el miedo. Estaba sereno, según lo sentí por el hilo telefónico. De haberla presentido, habría ido un día antes a la montaña a sentarse en una cumbre para aguardar la luz del día y por la noche velar las estrellas y tocar con su piel la brisa húmeda del Norte. Pero pienso también, como lo pensó él, en el terror que habría amargado su sangre al ver la Luna descender en la madrugada.
            Porque el Poeta a esa altura de su vida (62 trancos en el tiempo), se había transformado en uno de esos seres rayanos en la hipocondría. Le tenía temor y terror a la muerte. Se moría de miedo de morirse y de allí que esa angustia, esa agonía, se asimilará en cada momento extático de su poesía. Experimentaba temor por la muerte porque amaba desesperadamente la vida, pero nunca pudo amarla sino padecerla por el mismo temor a la muerte.
            “Sonetos Reiterativos”, su última obra publicada (1975), está dedicada a la vida y a la muerte, una muerte que pudiera ser de otra forma si no andará, como anda, extraviada entre la vida. Por eso sugiere un lazarillo, a la usanza del ciego.
Si la guiara un caballero andante
La muerte no andaría tan perdida
Entre sombras como anda entre la vida
Sin amigos, la muerte, tan distante.
            Creía que a la muerte le hace falta un lazarillo que le vaya enseñando los colores del dolor y la rosa y los amores. El podía sugerirlo porque el tenía a “Ven”, su perro más fiel de los 15 que tenía y que murió casi ocho meses antes que él, un 25 de diciembre, a pleno mediodía. Desde la muerte de Ven, no obstante haberle dejado unos nietos bien hermosos, trastrabillaba tras cada lágrima y andaba como la muerte misma, perdido entre las sombras.
Y un hombre se está muriendo
Junto a un perro y a un lirio
            Y así como la muerte está profundamente mencionada en su libro, también aparece frecuentemente la figura del perro, y el amarillo, tercer color del espectro solar, como símbolo constante.
            En “Polen de Bodega”, poema de quince líneas, el vocablo aparece once veces. En otros, el Poeta habla de vientos amarillos, de horas amarillas, de un manantial polvoriento y amarillo, de carnes amarillas, de barco violento y amarillo, de mendigos amarillos, de urnas amarillas, de cuencas amarillas, de venas amarillas.
            Ese amarillo sensoriando imágenes podría conducirnos a Joseph Albers, tan inclinado a ese color que llegó a contar más de ochenta matices amarillo en los anaqueles de su taller. Pero en la poesía de JSN, el amarillo, además de su propiedad denotativa, connota lo divino tal como en la pintura primitiva; la avaricia, la riqueza, y también todo aquello asociado con la vida y con la muerte.
Y por el deseo de morir temprano,
Es que la rosa amarilla se agiganta,
Lo mismo que la vida cuando canta
Apenas amanece la mañana.
Que por nacer morimos. Lo sabía.
¿Quién puede no saberlo en agonía,
Cual ave no le escribe por el cielo?
Pero lo que no entiendo todavía,
 Es que al nacer se nos acabe el día
Y que al nacer se nos acabe el vuelo.
            El poeta nunca entendió la muerte y por esa impotencia, en cierto modo, se trastocaba en asceta que se bebía los libros con las vísceras buscando la explicación de esa verdad escondida como arcano en alguna parte que la razón no encuentra.
            En cambio, entendía que la muerte es una dama de alcurnia perdida entre la vida, distraída, ladina, de paso, siempre con sombrilla y una cesta delgada y amarilla llena de flores, bajo las cuales lleva hundida la guadaña que corta la varilla de la rosa. Empero, auscultando la fibrilación de la muerte, experimenta el valor de volver a la vida sublimando su explosión de automentado.
! Y que importa la muerte de la rosa
Si otras rosas vendrán más amarillas!
Y llegando después vendrá otra rosa
Bailando al compás de rosa muerta
Con el bello hortelano de la huerta
Que enamora las rosas amarillas
            El poeta suponía la renovación de la vida a través de la muerte, pero no quería morir porque lo atormentaba la duda.
            Mientras Teresa del Ávila, una de las más nobles mujeres de la raza española, deseaba que la muerte fuese pronta y al instante para pasar a mejor vida, el Poeta deseaba, al menos, un día de preaviso para tener tiempo de sentarse en una cumbre a recibir al día y sentir el adiós porque, aunque vivía rodeado de canes, le temía a los “mastines del olvido”.
            Por ello escribió con acento de canto a la memoria, para que no lo olvidara cuando pasara por el campo y viera correr el cervatillo o navegara por el río interminable remontando un mar de rocas o sintiera bajo tierra tempestad de los metales o atravesara el bosque envuelto en el humo de la Luna u observara la Ciudad Abierta como un álbum que guarda mariposas disecadas.
            No quería que lo olvidaran y por eso escribió tanto a ritmo de canto, atado a la creencia de que era la manera de perdurar y en esa dirección se hizo amigo hasta del Portero de las rosas y, como Sastre, comenzó a ver la muerte en perspectiva buscando los tonos de su profundidad, tal como corresponde a un creador filósofo o literario.
            Ludovico Silva, quien también vivió atormentado por la muerte desde que Albert Camus dijo que “vivir es un suicidio” y luego pereció atrapado por las ruedas de un vehiculo como Aquiles Nazca, sostenía que “el literato o Filósofo que hace literatura simplemente por haberla, no merece la pena de ser llamado creador. El creador-concluía- tiene que enfrentarse a la vida y a la muerte. Especialmente a la muerte, porque ésta es como una especie de sirena que lo llama constantemente. El que no oye la sirena, no es más que un escribidor, es decir, lo contrario de un escritor, o su caricatura”.
            El Poeta era un escritor a todas luces. No hizo otra cosa durante su vida que escribir enfrentando a la vida y a la muerte. Estudió derecho por seguir como todo buen hijo la ruta de su padre y desertó, como lo hizo igualmente dos años luego de haber ingresado a la Naval.
            Un día, como en el cuento borgeano, tomó los remos del barco y bogó hasta las ruinas de un templo, se encerró en un nicho, engendró un hijo en el amor universal y el mismo día de la navidad lo puso a caminar solo con estas palabras:
            “Abandona la ciudad, y por el sendero que remonta la montaña, sube a la cima más alta del mundo para que oiga mi voz, ronca como un peñasco abrupto azotado por el mar”.
            Ese hijo que invitaba a su corazón en cada Navidad, no sentirá su voz en diciembre jamás, pero siempre lo encontrará desvestido de la vida, desnudo hasta los huesos y hasta más allá del aire, hasta el olvido. “Hasta el olvido de dios, esto es, hasta el olvido”.
            El Poeta, quien murió un día de agosto, tiempo del Orinoco orinocandose en expectante crecida, era como un río, vivió como un río, vivió como un río y cuando le cantó a la Ciudad y al Río, reflejó los propios tormentos de su existencia.
            Más que como un río, era como el Orinoco mismo. Vivió como el Orinoco, orinocandose, desbocándose, remontando un mar de roca y cuando se subleva, igual que él, hería como un toro todo cuanto tocaba.
            Y así como hacia sentir su fuerza estallante, suerte de raudal contra las rocas de su curso vital que eran las abruptas piedras que guardan el secreto de la muerte, hacía  sentir también las flaquezas navegando casi yerto, rendido hacia el ocaso rojo; pero, como el naufrago que se anuda a una isla solitaria y ve a lo lejos la ciudad reflejada en el agua, volvía como el río, a tomar aliento, y a vivir de nuevo la esperanza de la vida aunque atado al misterio de la muerte.

            Angostura fue su Ciudad de angustiado náufrago, pero él decía en sus sonetos reiterativos que Angostura no amaba al río tanto como el río al amaba a ella y por eso se sentían desamado y navegaba a partir de allí su tristeza como desertando de la vida, toda vez que no pensaba sino en el mar que es el morir que lo esperaba.