El 7 de marzo de 1921 nació en El Manteco, Alejandro Otero, calificado por el poeta Pablo Neruda, como el
creador plástico más importante de América por su relación con la arquitectura
y su dominio del espacio público.
Para 1929 el Manteco era una
pequeña estación de aventuraros de la selva en busca de fortunas. El pueblo que
le quedaba más cerca era Upata, y para
llegar hasta halla había que hacerlo en carromato tirado por bueyes que
tardaban días y noches.
Allí, el era de Santa perpetúa,
nació Alejandro Otero, su padre, en el buen sentido de la palabra, era uno de
esos aventuraros, pero una araña mona le corto la vida. José Maria Otero
Fernández, madre de Raúl Leoni (presidente de Venezuela) y casada con Clemente
Leoni, emigrante corso radicado en Guayana muy joven junto con su hermano Juan
Bautista Leoni.
José Maria Otero Fernández era
casado con Luisa Rodríguez y tanto la familia Leoni-Otero como los Oteros-Rodríguez,
ambas del Manteco, se reubicaron en Upata, la primera en 1919 y la segunda en
1923. Otra rama de los Oteros se instaló en Barcelona, en donde son los Oteros-
Silva, dueños del Diario El Nacional.
Los Oteros-Rodríguez eran una
familia desprovista de todo hasta que cinco años después de la muerte de José
Maria Otero Fernández, obtuvo 700 bolívares, una fortuna que para esa época,
como producto de la liquidación de la sociedad minera, a la cual permanecía el
padre de Alejandro cuando fue mortalmente picado por la araña mona. Con este
dinero pudo su madre Luisa Rodríguez comprar una casa en las afueras de Upata.
Allí se sostenía enseñando a los niños del sector y fabricando pantuflas con
las fibras de Alejandro y su hermano José Miguel extraían de una planta
silvestre abundante en las inmediaciones.
Era una casa modesta, de
bahareque, con techo de palma y cuando llovía se hacían
Unos positos en los cuales
Alejandro echaba a navegar su fantasía infantil traducida en ingenuazos
barquitos de papel. Era un niño feliz a pesar de su pobreza acentuada por la
orfandad paterna. Lo hacían feliz esos momentos estimulados por las personas
que lo rodeaban.
La vida de Alejandro Otero es la
historia de dos personas: una, una a la que le acontecían las cosas y otra que
reflexionaba, pensaba y meditaba por lo que le acontecía. Los recuerdos de
todas las etapas de su vida tuvieron esa particularidad. El, haciendo una cosa
libre y espontánea y su otro yo vigilándolo y siguiendo cada una de esas cosas.
Nació como un visual, fundamentalmente en
contacto con las cosas de a su alrededor a través de sus ojos. En las
conversaciones visuales de su vida solía recordar la pasión que ponía, la
observación de los detalles de la naturaleza, del modo de ser de las personas,
del fenómeno de la lluvia, al mismo tiempo, viéndose sufrir y gozar de aquella
situación y sacando consecuencia interior de ese modo de ver las cosas a través
de los ojos.
Como todo artista tuvo su momento de iniciación, aunque obviamente el
momento inicial y preciso de volverse artista no existe. No obstante, se tiene
tendencia a recibir a través de determinado sentido las primeras percepciones
necesarias y útiles, que despiertan las consecuencias de cada quien. En todo
caso, el momento de volverse pintor o artista plástico si es que existe, debe
haberse producido cuando Alejandro tuvo suficiente material captado, suficiente
vivencias urgidas de expresión. De manera que siendo el un visual tenia que
hacerlo tan pronto le cayera un lápiz de color en las manos y eso le ocurrió
siendo un niño. De allí que su infancia
la considerase clave tanto como el lugar donde transcurrió. Upata, el pueblo de su infancia significaba para
Alejandro Otero y pueblo extraordinario, único y determinante en su vida
artística.
Pero su vocación artística
propiamente tal despertó un día de vacaciones cuando José Miguel su hermano
mayor, la trasfirió una invitación para asistir a una exposición de pintura de
los alumnos de una Escuela de Artes Plástica que funcionaba en la Pastora.
Entonces estudiaba para maestro rural en el Mácaro de Maracay y pasaba las
vacaciones de diciembre en Caracas donde trabajaba su hermano. Pero tan
entusiasmado estaba por la exposición que sufrió una confusión. Creía que era
en el museo de Bellas Artes, por lo que tuvo que retornar el tranvía para
llegar hasta la Pastora.
Para el joven Alejandro Otero
aquella exposición de la Pastora era maravillosa. Muy completa. Había pinturas,
guaches, dibujos, diseños, esculturas, especialmente esculturas que le llamaron
la atención a las cuales le dedico mucho tiempo, tal vez porque las veía más
comprensibles. Este fue el primer entretenimiento que tuvo ante la posibilidad
de asumir una vocación que cada vez más se concretaba. Jamás olvido la
impresión que le causo aquella exposición colectiva de haberla presenciado esa
noche. Así que cuando la escribió a su madre le hablo con gran emoción de esa
exposición.
En aquella explosión de la
pastora se produjo definitivamente su ruptura con un destino equivocado. No
hubo más después razones que justificaran su permanencia en el Mácaro; no
obstante hizo un esfuerzo, intentó concentrarse de nuevo en sus estudios, pero
sentía que ya no era el mismo, no estudiaba y su rendimiento bajo notablemente.
Se estaba desarrollando dentro de el un estado de crisis porque se daba cuenta
que no le interesaba nada de lo que estaba estudiando. Se sentía muy mal, muy
triste, muy frustrado. Le escribió a su madre y ella lo entendió, de manera que
renuncia al Mácaro, le dijo adiós a su carrera de maestro rural y regreso a
Ciudad Bolívar.
Trato su madre de que volviese
al Banco Royal donde antes, cuando egreso del sexto grado, había estado de
cobrador. El Gerente, por sus buenos antecedentes y consideración a la familia
lo admitió en una posición mejor, pero era inútil. Simplemente se sentaba en el
escritorio y se negaba a trabajar. Los cheques se amontonaban sin darle salida
al libro y el Gerente confundido se veía obligado a serlo el mismo. Le pregunto
que le pasaba y se hecho a llorar. Enterada y preocupada su madre por lo que le
ocurría, hizo esfuerzo para recupera la crisis y volvió al Banco Royal
dispuesto a trabajar.
Después de estar quince días
rindiendo normalmente a la agencia del Banco, se encontró con algo muy curioso
al regresar del trabajo y fue que en su casa estaban reunidos todos sus tíos
por parte de madre y padre, muy alegre, tomándose una cerveza. Su madre los
había llamado por telegrama para enterarlos de todo cuanto le ocurría a
Alejandro, de manera que cuando llegó le dijeron: “hemos resulto que te vallas
a Caracas y estudies pintura que es lo que se te gusta. Vamos a arreglar las
cosas que para las baca que tenías, te la sigan pasando”.
Esa fue la solución. Su madre
convoco a un consejo de familia y en el se decidió su vida de pintor. Fue así como
de nuevo (1939), a la edad de 18 años, viajo a Caracas y feliz y contento a
estudiar en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas.
Allí comienza una nueva vida, su
vida de artista polidimensional que se resume en varios periodos: el figurativo
analítico en 1941; el llamado periodo de cafeteras que inicio en parís en 1946
bajo la influencia de Pablo Picasso; el de los Colortimos en 1955; papeles
coloreados en 1965 y dos años después, 1967 inaugura el periodo definitivo de
las estructuras espaciales que le dieron renombre y acentuaron su trascendencia
internacional.
Su primera estructura, Vertical
Vibrante, fue inaugurada en 1968 a la entrada de la Ciudad de Maracay y ese
mismo año fueron instaladas en la zona feérica del conde sus espectaculares obras
Rotor, torre Vibrante, Noria, Estructura Sono- vibrátil, Integral vibrante t
torre acuática.
Guayana su tierra natal, no
podía quedarse atrás y el año siguiente, 1969, fue instalado al frente de la
siderúrgica del Orinoco su Integral vibrante. La última Obra de Otero, Torre
Solar, de 50 metros de alto, fue erigida en Hurí, 1986, cuatro años antes de su
muerte, con motivo de la inauguración de la Central Hidroeléctrica que lleva el
nombre de su primo Raúl Leoni.
En Ciudad Bolívar nada hay de
Alejandro Otero. El proyecto de una Tea de 45 metros para ser instalados en las
inmediaciones de la laguna del medio, quedó engavetado, igualmente la
estructura de 17 metros para los jardines del Museo Soto. La Galería de Arte
que lleva su nombre en las escuelas de Artes Plástica, Fue eliminada lo mismo
que el Salón anual de pintura.
Las gigantescas estructuras
ambientales de Otero en cuyos movimientos y fisicromía intervienen el agua, el
viento, los desplazamientos solares, lunares, y en fin, la mutante naturaleza.,
impresionaron de un modo tal al Poeta Pablo Neruda durante una vista a Caracas, que le escribió el gran arquitecto
Oscar Niemeyer, sugiriéndole una de esas obras para la moderna Brasilia.
Creo-escribió Neruda- que irían admirablemente en Brasilia. Para mi Otero es el
creador Plástico más importante de nuestra América precisamente con su relación
con la arquitectura y su dominio del espacio público. Sus obras realizadas son
grandiosas y espectáculo que dan al pueblo es inesperado y actual (o futuro).
No obstante, no hay una obra de Otero en Brasilia ni tampoco en Ciudad Bolívar.
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