Carlos Rodríguez Jiménez es uno
de los tantos guayaneses ilustres ausentados desde jóvenes para realizar en
otra tierra, a veces distante, la obra de vida virtualmente imposible de
realizar quedándose cautivo en su propio lar.
Guayaneses como Raúl Leoni,
Jesús Soto, Alejandro Otero, Antonio Lauro, Leandro Aristiguieta, J. F. Reyes
Baena, Manuel Alfredo Rodríguez, Lucila Palacios, Luz Machado, Rafael Pineda,
Jesús Sanoja Hernández, Regulo Pérez, Gisela Vidal, Héctor Thomas, Virgilio
Decán, Argenis Daza, entre otros, por ejemplo, debieron abandonar la patria chica
para sondear sus aspiraciones en otros horizontes.
Carlos Rodríguez Jiménez, más
que adentro, ha brillado fuera no solo con sus cuatro títulos universitarios
–doctor en Farmacia, Abogado, Doctor en Ciencias Políticas e Intérprete
público-, sino como persono de la
calidad humana y como gran maestro de una fraternidad como la Fracmsonaría que
no se tiene frontera y perdura desde los más remotos tiempo bajo el signo
sagrado de la libertad.
Cuatro títulos en el transcurrir
del tiempo profesional, pero solo los tres últimos tuvieron que ver con su
carrera diplomática porque muy poco en esa dirección le sirvió su doctorado en farmacia. Lo de
farmacéutico estuvo bien mientras fue regente de la firma “Romero & Atienso”
en la tierra caliente del Zulia. Eso fue en 1922 en el año del advenimiento
petrolero pero le toco presenciar con ojos abismados.
Entonces tenía 22 años y desde
Maracaibo, en la orilla opuesta del lago, contemplo el chorro negro de pozo de
la Rosa que duro varios días sin interrupción hasta que finalmente logró
contenerse. Comenzaba la nueva Venezuela. La Venezuela de la sociedad
industrial que fue dejando atrás el arado y el cabestro para caer al final en
la trampa en una series de vicios, contradicciones y desajustes propios del
sistema económico que el capitalismo de la gran empresa implanta en países
subdesarrollados.
Su carrera diplomática la inicia Carlos
Rodríguez Jiménez como Cónsul General de Venezuela en el imperio de Japón no
estaba industrializado; sus exportaciones a Venezuela al igual que las
importaciones prácticamente eran inexistentes. Estaba gobernado por los
emperadores que jamás usan apellidos, no se les podía llamar por su nombre sino
por la expresión “Kinjo Keika” que significaba “Emperador reinante”. Tampoco,
al menos los súbditos, podían verlos de frente por considerarse un “Tenshi
Sama”, vale decir, personaje divino
hijo del cielo. Todo esto cambio después de la Segunda Guerra Mundial en que
los dieciséis pétalos dorados del Crisantemo se tiñeron de sangre y luego nuclear.
El upatense Carlos Rodríguez
Jiménez fue el segundo venezolano
llegado al Imperio del Sol Naciente investido de la función oficial de Cónsul.
El primero fue su condiscípulo Francisco Fraino Mirabal, quien murió en el
Hospital de San Lucas, Tokio, a causa de una apendicitis. Allá llego en mayo de
1931, en el sexto año de la era Showa y tras un largo viaje por tierra y mar
que duro casi un mes. Más luego, cubriendo el mismo itinerario La Guaira-Nueva
York-Seatle-Yokohama, llegaría si actual esposa Carmen Herminia Delgado, hija
del doctor Antonio Maria Delgado Barroso, quien fue secretario General de
Gobierno del Estado Bolívar en 1925. Con ella se caso en Venezuela por poder y
luego por la iglesia en la Catedral Católica
de Tokio.
Su primera tarea como Cónsul en
tierra tan distante y cultural tan diferente, fue la de empeñar sus esfuerzos
por promover las relaciones comerciales entre Venezuela y Japón y con el fin
abrió unas exhibición permanente de productos manufacturados y
semimanufacturados venezolanos en el céntrico edificio Maronouchi Building.
Asimismo fundo la revista “Asia América”
que se publico hasta el 8 de diciembre en 1941 cuando Japón ataco por
sorpresa a Peral Harbor y destruyo varias unidades navales norteamericanas
extendido la Segunda Guerra Mundial que ya había comenzado. Estados Unidos
declaró inmediatamente la guerra al Japón e Inglaterra y Francia se
solidarizaron.
Venezuela durante la primera
Guerra Mundial no había declarado la
guerra a Alemania, tampoco lo hizo durante la segunda conflagración; no
obstante rompió relaciones diplomáticas con los gobiernos de se país, Italia y
Japón, sumándose a la causa aliada. De manera que esto conllevó a las
autoridades japonesas a paralizar la actividad consular venezolana y a aplicar
prisión domiciliaria. No podían recibir visitantes, correspondencia postal ni telegráficas y a la comunicación
telefónica fue suprimida. Sus únicos protectores era la alegación Suiza que los
visitaba y procuraba que nada les faltara. El 17 de 3 julio de 1942, esa
legación logro su expansión mediante canje y pudieron de esta suerte regresar a
Venezuela en el vapor “Asama Maru” que traía a otras cinco mil personas en
idénticas circunstancias que se dirigían hacia los Estados Unidos y otros
países de América. Este penoso vía
crucis duro mes y medio y el canje de prisioneros se efectuó en Lourenco
Márquez, puerto y capital de Mozambique bajo la protección de la sociedad de
naciones y las Cruz Roja Internacional.
El arribo a ese puerto fue
sincronizado con el de la nave sueca “Gripshiolm” procedente de los Estados
Unidos con el numero aproximadamente
igual de nacionales japonesas que
estaban siendo repatriados a su país. Ya fuera de control con los japoneses y
en barco sueco navegando el Atlántico rumbo a la América, Carlos Rodríguez
Jiménez hizo contacto con expatriados de la hermanad masónica y propuso una
tenida masónica extraordinaria en tiempos de guerra en una nave de repatriados
no tiene procedente en la historia de la
Francmasonería Universal.
Luego de una escala jubilosa en
Río de Janeiro y Belem de pará donde lo aguardaba su hermano Julián Rodríguez
Jiménez que era Cónsul y de otro en Puerto España donde su hermano mayor,
Rafael Antonio, médico, se hallaba instalado en una Clínica médico-quirúrgica
floreciente, viajo a Venezuela, en un hidroavión cargado de caucho de la selva,
junto a su esposa Herminia, Andrés Boulton y Otto Gerstl, ambos de Caracas.
Acuatizaron en la rada de la Guaira y ya al día siguiente los recibía el
Presidente Medina Angarita. El 25 de agosto de 1943 nació su hija Teresa
Herminia y a principios de 1945 se estaba alistando para viajar como Secretario
General de la Delegación venezolana de San Francisco de California, al
nacimiento de las Naciones Unidas con la cual se coronaba de paz la insólita
estupidez hitleriana de la Segunda Guerra Mundial. Las Naciones Unidas (ONU),
venia a remplazar a la Sociedad de
naciones, creada en 1920 por los países firmantes del Tratado de
Versalles, además de CRJ, estaba integrada por los doctores Caracciolo Parra
Pérez, quien la presidía; Alfredo Machado Hernández, Gustavo Herreras Grau y
Rafael Ernesto López.
Al siguiente año le tocó
igualmente asistir como Secretario de la Delegación venezolana a la primera
Conferencia de la ONU en Londres y a la segunda celebrada en país en 1948 que
creó el Estado de Israel y aprobó la Carta de los Derechos Humanos. La
Delegación venezolana entonces estaba presidida por Andrés Eloy Blanco,
Canciller de la República. Durante esa Asamblea
se produjo el golpe de Estado que derroco a Rómulo Gallegos, por lo que
el poeta al regreso de la Delegación se
quedo de una vez en el exilio y Carlos Rodríguez Jiménez, como profesional de
carrera, fue instalado y se vio obligado por la Chancillería de la Junta
Militar presidida por Carlos Delgado Chalbaud viajar a Washington junto con
José Rafael Pocaterra a encargarse de la embajada desempeñada por Gonzalo
Carnavali y negociar el reconocimiento del gobierno de factor que ascendía al
poder.
El Presidente de la Junta
Militar de Gobierno Carlos Delgado Chalbaud, murió trágicamente el 13 de
noviembre de 1950 en un emboscada a su desaparición fue un golpe duro para el
Embajador Pocaterra quien renunció la embajada y se retiro a su refugio
hogareño en Canadá donde había nacido su esposa Martha y donde murió el 19 de
abril de 1955.
Tras la renuncia de Pocaterra,
el Canciller Luis Emilio Gómez Ruiz, lo designo Cónsul en Inglaterra, cuna de
la Francmasonería moderna, a la cual a estado afiliado y activo Carlos
Rodríguez Jiménez desde sus tiempos mozos de Luvetón.
Su paso por Londres le permitió visitar los diferentes cuerpos
masónicos allí existentes y afiliarse a algunos de ellos y tomar parte activo
en los trabajo litúrgicos en los diferentes grados y absorber el espíritu de
una institución extendida por el mundo.
De Londres pasó nuevamente al
Japón en 1952 en calidad de enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario.
Su misión diplomática en el Imperio del Sol Naciente concluyo el 30 de
septiembre de 1965 cuando el presidente Raúl Leoni le confirió la Orden del
Libertador en grado de Gran Cordón y decretó su jubilación por 34 años de
servicios ininterrumpidos al Estado.
Carlos Rodríguez Jiménez,
honestamente, no deseaba esa jubilación… Habría deseado prolongar sus servicios
hasta el límite de los 40 porque aún se sentía en condiciones físicas y
mentales para seguir trabajando. Dada esta consideración fue designado Cónsul
General adhonorem en Filipinas en 1970 donde permaneció hasta mayo del 1991.
De regreso a Caracas se
reintegro al ejercicio profesional y se intereso por marcas comerciales y
patentes de invención y al margen del ejercicio del derecho, se asocio al Dr.
Otto J. Jensen para la fundación de la compañía Nacional de Computación que
finalmente quedo en manos del Grupo González Gorrondona.
Se dedico luego CRJ a otras
actividades vinculado con la Sociedad de Amigos del Colegio Japonés de Caracas,
el instituto de Genealogía, la Sociedad Numismática venezolana el palacio de
las Academia, la Casa de Guayana y el Instituto venezolano de Cultura
Hispánica, pero fundamentalmente a la Fracmasonería. La Francmasonería, además
de la carrera diplomática, fue su norte y su pasión. No hubo lugar ni sitio,
donde a través de el la masonería no estuviese presente. En ella alcanza los más
alto grados y condecoraciones. Se residencio en Caracas y continuo vivo y
activo hasta más halla de los noventa años, siempre pendiente de Guayana,
especialmente de Upata, a la que le dedico todo una obra contentiva de su
historia, una obra tan importante como su vida misma vertida en “Vida y acción
en varios mundos” sobre el cual insistió tanto su amigo José Antonio Bello López.
Un personaje que además de un intelectual fué un ejemplo de humildad y calidad humana. Descanse en paz Q:.H:. en el Oriente Eterno.
ResponderEliminarUn personaje maravilloso de la historia de Venezuela. Un caballero como pocos. Un gran tío. Siempre orgullosos de ti.
ResponderEliminarBuenas tardes
ResponderEliminarSaben como se puede conseguir el libro Upata
Gracias