Estudiante frustrado de
abogacía, cronista taurino, agente viajero, vendedor de Loock Strike, escritor
de comedias, periodista, corredor de bienes raíces y humorista.
Cuando llegó el “Día de
Parada “ya Manuel Cisneros Gambús
llevaba cuatro meses sin fumar. El placentero vicio de consumir dos y media
cajetillas de cigarrillos por día comenzó cuando distribuía por centros
occidentales las marcas Lock Strike, Cool y Palmall. La gran competencia era el
Chesterfield, pero competencia débil, al fin, para un hombre tan vital como
Manolo que sabe de prestidigitaciones y
pases de torero y ¡olé! Porque, mire usted, que el muy tío se las sabía todas y
tenía de todo en aquellos tiempos en que vender cigarrillos importados era
mejor negocio que exportar petróleo, pues el “estiércol del diablo” lo extraían
los gringos casi de regalo. Hasta se dio el lujo, él y su esposa María
Mercedes, de posar para un artista que vino de Hungría especialmente a pintar
al “gordito de Michelena” Los retratos al óleo cuelgan en la sala de esa
acogedora casa que en un tiempo perteneció
a Augustico Casado y que Manolo adquirió por la bicoca suma de 65 mil
bolívares. Tanto valía el bolívar en la época de Pérez Jiménez que uno podía comprar
con esa cantidad desde un Roice- Roll
hasta un inmueble como la vecina antigua
casa del IAN que el doctor Ramón Castro
negoció por 900 mil bolívares,
cosa que lamentó mucho el doctor Miguel Lima Ostos, pues, según me dijo, él tuvo la
oportunidad inadvertida de poder con anterioridad tocarle el punto a doña Ana Luisa Contasti. Pero la
suerte, como siempre, estuvo al lado de Ramón y Manolo lo celebró porque lo
tenía allí pegadito en la avenida Táchira. Sólo que él estaba siempre metido
entre palmeras, matas de mango y nombres
de calles impresos sobre metálicas placas de Artiluz.
A Manolo Cisneros ya no le quedaba un solo vello negro en su
estatura de 72 años. Embutido en su bata de baño marrón, sonriente y lleno de
humorismo nos recibió un día sin saber a qué íbamos. Después lo supo cuando leyó este reportaje,
pues Manolo expresamente jamás lo habría aceptado.
Simplemente lo desazona, no obstante
haber sido miembro de la AVP, fundador y
director de la revista “La Curbinata
Frita” cronista taurino de “La Esfera” y ocasionalmente de “El Nacional”,
escritor de comedias como aquella famosa
de “El Sarampión de Doña Susi” además de corrector de pruebas
en sus tiempos de estudiante frustrado
de abogacía.
Pues bien, Manolo, inhibido de
cigarros, nos recibió con sus dos traviesos nietos Melisa y Manuel Alejandro, tentado por un
negado helado que le amenazaba la diabetes.
Entonces la vida no era tan dulce como antes, pero Manolo jamás perdía
su buen talante ni su ocurrencia oportuna.
-
Américo - nos indaga- ¿sabes
cual es la mitad de uno?
-
Creo que 0,5 -respondo.
-
No, chico, el ombligo. El
ombligo es la mitad de uno
-
Y ¿Cien y Cien?
-
Doscientos – volvemos a
responder ingenuamente.
-
No, hombre, una cuarta. Y
Manolo para demostrarlo estira su mano y se toca con meñique y pulgar las
partes laterales de la frente (de sien a sien).
Manolo no era
hombre de rezos ni de misas. Sin embargo, cada domingo llegaba hasta la Capilla de “Agua Salada” para ver a
la Virgen del Carmen y de regreso
conversaba con el Chino Puerta, comerciante cuya popularidad se diluye con el tiempo de las nuevas generaciones.
-¿Por qué ese ritual dominical de ver a la virgen de los escapularios?
- Me lo inculcó mi Madre
desde muy pequeño.
Los ascendientes maternos de
Manolo fueron hispanos que se establecieron en Angostura en la época de la
Colonia. Su padre, en cambio, era criollo.
- Pero esa vena humorística ¿de dónde
viene?
- Manolo ríe y responde: No sé,
es algo innato en mí, he sido así toda mi vida. Yo tengo tantas cosas por allí
que a veces me dan ganas de volver a sacar
“La Curbinata Frita”.
-
¿Pero?
- Los derechos de esa revista humorística fueron traspasados al “El
Expreso”.
La
revista de pequeño formato, en tricomía, estuvo saliendo semanalmente durante
dos años a partir de 1965. Costaba un real, se metía con todo el mundo y se
daba el postín de salir cuando le daba
la gana. Por lo menos, era ese su lema y Manolo, además de editor, era
redactor, administrador y todo lo que termina en “or ” como humor que es lo que
al fin y al cabo hay en esta revista divertida en la cual se introducía a todo
personaje serio y simpático de la ciudad
como Pierre Otto, por ejemplo, sondeando platillos voladores en los
erizados matorrales de la antigua Cervecería o como el otrora secretario
general de gobierno Pedro Beltrán durmiendo sobre el capacete de su automóvil
nuevo por temor a los ladrones.
Luego fue el “Sarampión de Doña Susi” y “Los
Interiores de Romeo y Julieta” escenificadas e interpretadas con distinguidas
damas de la ciudad sin experiencias en
las tablas, pero que, sin embargo, hicieron que se agotaran los boletos tanto aquí como en Caracas porque
hasta en la metrópoli hubo que montar una de las dos comedias y le habría dado
la vuelta al mundo si no “hubieran sido tan modestos”.
Tan modestos digo en eso de dar a
conocer nuestra obra porque sí a ver,
vamos yo giré de veras cuatro
veces el orbe por mar y aire dos veces íngrimo y solo y luego en la grata e incomparable
compañía de María Mercedes, en el “Queen Elizabeth” que es como una ciudad
flotante cruzando todos los mares y anclando en cada puerto de ciudades importantes, cada una con
costumbres y culturas distintas e increíbles. Todo un sueño que no termina y
que uno quisiera repetir en la realidad
a pesar de lo inalcanzable que está el Dólar. Y aquí está el testimonio- dice
Manolo después de haber abandonado su asiento en el porche para regresar
cargado de álbumes de todos los tamaños.
Va lentamente pasando y comentando
las imágenes de grandes urbes congelados en el papel y se detiene en España
adonde iba cada año atraído por la famosa
Feria de San Isidro. Las calles
aquí se llenan de turistas y los ruedos de muy postinudos toreros y a la
memoria de Manolo llega sin aviso previo el genial “Curro Puya” (Rafael Durand Rondón)
extraordinario cronista taurino, a quien durante cuatro meses le hizo el quite
en el diario “La Esfera” de Ramón David León y Edmundo Suegart, allí cerca del
Nuevo Circo de Caracas y a Manolo la sangre del torero se le insufla de
sentimiento gitano y el romance de García Lorca le brota:
Aire de Roma andaluza
Le
doraba la cabeza
Donde su risa era un nardo
De sal y de inteligencia
¡Qué gran torero en la
plaza!
¡Qué buen serrano en la
sierra!
¡Qué blando con las
espigas!
¡Qué duro con las
espuelas!
Y a Manolo de repente se le prende
una luz de advertencia, nos mira sospechoso y dice:
- No me estarás tú
haciendo un reportaje?
- ¿Por qué lo supones?
- Llegas así de repente, sin previo aviso, y me preguntas sobre mi
vida.
- Sólo ando Manolo indagando porque tengo pensado hacer más adelante
un trabajo sobre publicaciones humorísticas.
- Ah, bueno, de eso si te puedo informar.
Y,
Manolo, habla del Loro, del Gallo Pelón, del Morrocoy Azul, del Sádico
Ilustrado...
- Pero, dígame algo
Manolo, ¿cuánto cuesta darle la vuelta al mundo?
- Yo solía viajar con unos cien mil bolívares, pero ahora da dolor de dólar.
- De todas maneras 100 mil bolívares son
bastante para una familia de la clase media ¿no cree?
- Antes yo lo podía hacer
porque ganaba mucho dinero como agente y distribuidor en Barquisimeto de los
cigarrillos Look Strike, Raleight, Pallmall y Cool.
A Manolo se le
viene a la mente un anecdótico rasgo de su noviazgo. Estaba de novio con María
Mercedes y le hacía la visita en presencia de sus padres el doctor Oscar Luis
Perfetti y Pepita. Sacó de su cigarrera un cool mentolado y le preguntó:
- Mi amor, ¿quieres un “coolito”?
- Más vale que no, su suegro
se lo quedó mirando como un toro serrano encerrao.
Siendo
distribuidor de cigarrillos decidió invertir en una tienda de mercancía seca en
el propio Barquisimeto. Le puso a la tienda el nombre de “Tienda MCG”.
- ¿Mueble Centro Guayana?
-No, mi tienda nada tenía que ver
con la de Baikoglu, “MCG” son las iniciales de mi nombre. Además allí no
vendíamos muebles. Inmuebles sí vendí yo, pero ya aquí en Ciudad Bolívar. Yo
funde el “Centro Inmobiliario del Sur” que luego vendí a Ramón y César Gil.
- ¿A qué se
dedica ahora? ¿Escribe?
- Administro bienes de mi propiedad: locales
comerciales, viviendas y el Fundo Cardozo, una parte invadida y otra que quiere
quitarme el Consejo Municipal mediante una rectificación de ejidos. Yo no
quiero demandar y estoy haciendo de buena voluntad todas las diligencias para
solventar la solución.
Manolo saca documentos que datan de
1847 y los cuales a través de traspasos sucesivos testifican la propiedad
legítima de esos terrenos.
- Yo me opongo a que el Consejo haga lo que
bien tenga que hacer con los ejidos de la ciudad, lo que objeto en términos
legales y de acuerdo con el derecho común
es que una ampliación o rectificación de ejidos afecta la propiedad
privada.
Pero Manolo no quiere abundar sobre
el tema y prefiere un paréntesis risueño animado por este cigarrillo:
Es que yendo una vez para el bendito
fundo, pasé por una Chivera en la que se leía a la entrada escrito con letras
grandes “SE VENDE ESTAÑO”. Luego un
individuo detuvo su carro, se bajó y preguntó al dueño: “¿A cómo vende usted el kilo de estaño?” A lo que el
propietario de la Chivera le respondió: “Que estaño ni que ocho cuartos...
ahí quiero decir que se vende
esta Ñoña”Lo que pasa es que se me acabó la pintura y no pude completar la palabra.
- ¿Y de quién es esa Chivera
con nombre tan soso?
- De un amigo mío que llamado Serapio Quintínn
Lanz.
Por cierto que vendió bien vendida
la Chivera y como es tan largo su nombre, el amigo Serapio se firma “S.Q. LAZO”
de modo que cuando estuvo en el Registro Principal firmando el protocolo de venta y rubricó
“S.Q. LAZO” la doctora Raiza por poco lo manda preso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario