O simplemente “El Padre Maradei”. Así le decían
habitualmente y continuarán nombrándolo quienes se pegaron a su sonata para
intentar la proximidad del cielo, tentar su brusquedad jocosa o compartir su
espacio sensibilizado por la sabiduría del libro o la experiencia del hombre
universal que cultiva la iglesia.
Ya anciano recibió el orden
Collar de Angostura que desde hace mucho tiempo le debía a la Ciudad a la cual
le dedico con ahínco y esmero su desvelo. Y cuando murió la voz se corrió.
“Ha muerto el padre Maradei”, y
lo repetía la gente de los morichales, de perro seco, de Santa Ana y los
citadinos de todas partes hilvanaban la historia, las anécdotas y las más
diversas y estereotipadas viviendas, desde 1906 que el dueño de la Barbería
Francesa de la calle Orinoco le da por cantar fígaro, fígaro. Y podía hacerlo
porque era músico.
Domingo Maradei, además de
barbero, pulpero, era junto con Antonio Caruso el primer clarinetista, de la
banda Gómez primero y que la Banda Dalla Costa después.
Era Domingo Maradei de los
viñedos del Sur de Italia. De allá de Moreano se vino en un segundo intento
hacía América buscando las huellas aventureras de sus tres hermanos que andaban
por esos lados de Cabrutica y Santa Cruz del Orinoco. al fin termino
radicándose en la Ciudad más importante del río.
A Ciudad Bolívar llegó junto a
su segunda esposa Lucia Donato Decális, en cinta de sus nueve hijos: Maria,
viviendo en Caracas su octagenariedad; Ramón quien fuera presidente del Consejo
Municipal; José, sastre residenciado en Valencia; Lino, medico fallecido a los
70 años en esta Ciudad; Constantino, Carmelo, Lucia, Elda y Armando, abogado
este último falleció en Barcelona.
Nueve años después de haber
llegado de la lejana provincia de Consenza la pareja Maradei-Donato, nació
Constantino en su casa de la orilla del río, frente a la iglesia Santa Ana,
donde fue invitado por el párroco de turno a servir a Dios tan pronto se hizo
un mozalbete capaz de desafiar los caimanes y alcanzar a nado la otra orilla de
soledad o la isla de El Degredo, junto con Lino y Francisco y otros niños
delfines de perro seco, La Cerámica y las Palmitas.
Monaguillo de Crisanto Diario Albins, tío del
extinguido Presidente de la CTV, José González Navarro; de José Bueno, del
padre Rafael Maria Villasmil y de tantos otros que entre la Catedral y Santa Ana incentivaban espíritu cristianos
de los habitantes del casco y de los Morichales que atravesaron después los
paseos Gásparis, San Antonio o Moreno de Mendoza, Meneses y Tomás de Heres.
El Obispo de la Diócesis Miguel
Antonio Mejía, trujillano, posesionado
de la Diócesis de Guayana desde marzo de 1923, junto con los padres
Villasmil y Dámazo Cardozo lo pusieron en el camino del sacerdocio embarcándolo
en un vapor que tardó diez días en llegar al puerto de la Guaira que es como
decir el puerto de Caracas, donde fue internado en el seminario Interdiocesano
que a las faldas del Ávila dirigían los Jesuitas.
Inició allí su vida por el
sacerdocio junto con otros 140 seminaristas clasificados entre menores,
filósofos y teólogos. Una vida oculta, de espacios severos en un ambiente
monástico infiltrado por los sabios religiosos de la capital, el frío del Ávila
y el aroma de las flores de Galipán a las cuales se asomaban cuando era posible
comunicarse con el exterior.
A los seis años de estar allí
recibió la tonsura de manos de Monseñor
Mejías y para cuyo acto viajó a Caracas el Presidente del Estado Bolívar Dr.
Antonio Alamo. Estaba entre los seminaristas sobresalientes escogidos para
continuar sus estudios de en la Universidad Gregoriana de Roma. De manera de
que en octubre de 1935 ya estaba en tierras de sus ancestros. En 1939 recibió
la noticia de la muerte de su madre, a la cual por la distancia y los inconvenientes de la guerra no pudo asistir.
Sublimó su dolor y se hizo un apasionado de la filosofía de San Agustín.
Profundizó en la calidad de su salmo y llego a ser considerado como el mejor
Agustinólogo de la América Latina.
Asimismo estudió filosofía de la música y se destaco al punto de llegar a ser
Director de la Schola Cantorum del Pontifico Colegio Pío Latinoamericano. Al fin se hizo sacerdote y ofició su primera
misa en la Basílica de nuestra Señora de las Nieves de Roma o Santa Maria el mayordomo le dice los italianos. La
segunda misa la ofició en la Catacumbas.
Después de un largo reconocido
por Europa y de haber alternado con papas, Cardenales y personales del mundo
civil y religioso tanto del viejo como del Nuevo Continente que allá llegaban,
decidió regresar a Venezuela en 1942 para iniciar su vida activa de sacerdote,
a la edad de 27 años, desde algún pueblo interiorano. Le asignaron la parroquia
de Cantaura en el Estado Anzoátegui que atendía desde Ciudad Bolívar. su tutor
y durtos Monseñor Mejías aún permanecía a tierras orinoquense y decide que se
quede como Maestro de Capilla de la
Catedral y Capellán Militar a cuyos cargos agregaría la docencia en el Liceo
Peñalver que entonces funcionaba en la casa del Congreso de Angostura. Le atrae
la propuesta y aquí se queda para presenciar cinco años luego la muerte del
Monseñor Mejía, cuyos restos fueron inhumados en la Catedral. En las exequias
tuvo Luis Beltrán Prieto Figueroa.
El medico ginecobstetra Camilo
Perfetti, quien fue su alumno en el Liceo Peñalver, dice que Monseñor
Constantino Maradei, supo combinar su condición de religioso con la de docentes
de juventudes para calar profundamente en el alma popular.
Se desempeño durante 22 años
como profesor del Peñalver y por sus manos pesaron más de veintes generaciones
de estudiantes. Dice Perfetti que enseño casi todas las asignaturas, entre
ellas, latín y raíces griegas, inglés,
francés, castellanos, literatura, geografía, historia, educación artística, sociología, filosofía y
matemática. Vivió la edad de oro del Peñalver en sus dos casas, la del Congreso
y la actual en las inmediaciones de la plaza Maturín.
Era un sacerdote múltiple,
incansable, activo. Alternaba su ofició de docente con el Vicariato, Capellán
del Ejercito y cronista de la Ciudad.
Fue presidente t organizador de
los actos conmemorativos del Bicentenario de la Ciudad Bolívar en 1964,
director de la Gaceta Eclesiástica, presidente fundador de la Liga
Antituberculosa y miembros correspondientes de la Academia de la Historia por
el Estado Bolívar.
Monseñor Constantino
Maradei se despidió se Ciudad Bolívar en
1965 cuando recibió la consagración como Obispo de manos del Cardenal José
Humberto Quintero en Caracas, recién creada la Diócesis de Cabimas hacia donde
lo habían destinado su Santidad. De suerte
que fundador de esta Diócesis levantada en tierra caliente y petrolera
del Zulia, trabajo incansablemente en ella durante cinco años. Allí entre
muchas tareas se impuso la de escribir ”La Copaiba”, una columna periodística
para seguir siendo consecuente con un oficio que practicó asiduamente en Ciudad
Bolívar a través de las páginas de “El Luchador” y desde la Secretaria General
de la Asociación Venezolana de
Periodistas.
Cumplió su tiempo quinquenal en
Cabimas, fue trasferido a la Diócesis de Barcelona, donde igualmente cumplió
con su labor religiosa y cívica que enalteció
como prelado. Llego a escribir la historia de Anzoátegui y estando allá
partió la idea de Camilo Perfetti y César Pérez Rossi y de otro antiguo alumno
del Liceo Peñalver de hacerle un homenaje con motivo de sus 75 años de edad y
Bodas de Oro sacerdotales.
El homenaje tuvo lugar el 16 de
noviembre de 1990 y se limitó dentro de la mayor sencillez a una misa
conselabrada con los Obispos de Oriente, ofrenda floral al padre de la patria,
Condecoración Gran Collar de Angostura en la casa del Congreso, concierto en la
plaza Bolívar con Serenata Guayanesa, el grupo Parapara y el Orfeón de la
Cámara de Comercio y, finalmente, una cena ofrecida por sus ex-alumnos y en el
cual discursó exaltando la vida y la obra de Monseñor, el doctor Roberto
Arreaza Constanti.
En la ocasión de su
condecoración con el Collar de Angostura, el Gobernador Andrés Velásquez, al
imponérsela dijo: “condecoro en usted a todos los educadores que hicieron en
Ciudad Bolívar un Atenas de los tiempos modernos, de cuya aula han salido
tantos hombres destacados al servicio de la patria. Condecoro al intelectual
que atiende al conocimiento es posición de amor a los demás, es que donantes de
los cambios históricos de la humanidad. Condecoro en una palabra, al pueblo,
razón, motivo y destino de todos nuestros actos y condecoro a los trabajadores,
a los que todo debo, porque usted resume la constancia y el trabajo. Condecoro
en usted a Ciudad Bolívar. a Angostura, a la que hemos aprendido a amar con
todas las fuerzas posibles de un humano”.
Se dio el hecho compensatorio de
que un anzoatiguense, Gobernador de Bolívar, condecorase a un bolivarense,
Gobernador católico de Anzoátegui. Al fin y al cabo, Cumana, Maturín, Barcelona
y Guayana estuvieron administrados como una sola unidad político-territorial
entre 1735 y 1762. El 9 de diciembre de 1991, al cumplir los 76 años de edad,
recibió su Santidad Juan Pablo II los beneficios de la jubilación, o del
descanso eterno, porque nunca pudo descansar en vida. Un infarto lo fulminó en
el valle de Caracas, donde se formo como sacerdote al servicio de Díos y de la
patria, pero sus restos fueron sembrados en la Catedral de Barcelona. En esa
misma Ciudad están los de su hermano Armando y en la Angostura de Orinoco
quedan los de sus padres que un días de 1906 cambiaron los viñedos de Costenza
por las sandalias playeras del Orinoco.
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