A las 6 de la mañana del 24 de abril de 1978 dejo de existir el
profesor José, Francisco Miranda, músico, docente cronista y nunca ajeno a la
política.
Falleció a la edad de 77 años de
males propios de la edad. Nunca acompaño a sus amigos y seres queridos al
cementerio y por esa conducta que jamás explico quería que su entierro fuese
solitario y en horas del amanecer, en un simple cajón, sin tapa de cristal,
pues no quería que lo vieran yerto, menos sus nietos y bisnietos a quienes les
pedía lo recordaran simplemente gordiflón, sentado en su mecedora, contando
todo cuando les contó en una noche de lluvia salpicada de luciérnagas.
De cuello corto, ojos azules,
frente despajada y casi siempre con un tabaco habanero en los labios, José
Francisco Miranda Gutiérrez, a quien los citadinos preferían identificar por su
seudóminio “Fitzí”, había nacido en el barrio Santa Ana de Ciudad Bolívar el 31
de agosto de 1901 cuando el Orinoco en su apogeo lamía los cimientos de las casas.
Hijo del guariqueño José Maria
Miranda Ron y la bolivarense Josefa Gutiérrez González, era el mayor de tres
hermanos y estudio primaria letras en el
Colegio San Agustín de Don Régulo Machado, calle Miscelánea, donde además de
primera existía un curso de dibujo y tipografía a cargo del profesor J. G.
Lanz. El Colegio, con mejores perspectivas, fue trasladado a Trinidad en 1918.
Régulo Machado era hermano de
Carlos Machado, quien se desempeñaba
como Vicerrector del Colegio Nacional de Guayana y Ejercía las
cátedras de gramática, castellano y
latín. Hermano asimismo de Hilario Machado, quien estudio música en Alemania y
al regresar instaló una escuela a la cual asistió Fitzí a la edad de doce años
para recibir clases de piano. Lo favorecía la circunstancia de que Hilario Machado estaba emparentado con
suabuelo. En la misma escuela Miguel Aristeguieta le daba lecciones de armonía. Miguel
Aristeguieta era hijo de Manuel Aristeguieta, autor del vals “Ciudad Bolívar”, dedicado a Ginesita de
Plaza Ponte.
A la edad de quince años, Fitzí
había adelantado tanto que en un concurso de oposición ganó la plaza de
organista de la Iglesia Santa Ana. Luego entró en una Academia de Música creada
por el profesor José, Francisco Calloca en función de la Banda Gómez que
comenzó a dirigir en 1916 por decreto del general Marcelino Torres garcía.
Calloca venía de dirigir la
Banda Marcial del batallón Rivas que luego paso a las manos de Manuel jara
Colmenares. En la misma Academia junto
con Fitzí estudiaba Columbo Silva Bolívar, Manuel Baena, Antonio Caruso, Manuel
Antonio Díaz Afanador y Antonio Santamaría. Autor de la “Paráfrasis de Job”,
“El Canto del solitario”, cerezo, variado para clarinete, y “A flor de labios”,
capricho para clarinete, Calloca hizo de la Banda Gómez una de las mejores de
Venezuela y la equipo con uniformes e instrumentos importados de la casa
italiana de Adolfo Lapini. El tenía entonces esa facilidad pues, además de
excelente músico y compositor, era agente mayorista en varios renglones
comerciales, entre ellos, perfumes,
sombreros de pajilla, marmolería artística y automóviles.
José, Francisco Miranda se
destacó en la Banda Gómez del Estado como clarinete solista y más tarde, en
tiempos del gobernante Silverio González, llego a ser su Director (1924-1931).
Entonces los conciertos públicos se daban en el Paseo Falcón y en uno de ellos,
en 1931, estrenó su pasodoble “Late-28” dedicado al primer avión comercial que
comenzó a cubrir la ruta entre Ciudad Bolívar y Maracay. Ese mismo año estrenó
su joropo “La Sapoara” que luego grabó con la Souther Music Publishing Co. De
Nueva York, poco antes de dejar la dirección de la Banda en manos de Laudelino
Mejías y Telmo Almada en calidad de subdirector.
La letra del joropo grabada en
la voz de Soledad Espinal y por la que recibió 68 dólares, exalta la leyenda
del autóctono pez orinoquense: “Cómeme recién llegao / Soy sapoara del Infierno
/ que atraganta al forastero / y lo caso en tres por cuatro / con muchachas de
mi pueblo / una vez comió un jorungo / cabeza de sapoarita / y de grito pidió
al cura / que le diera agua bendita / cayendo así liberarse / de las muchachas
bonitas”.
Transferido Silverio González a
la Gobernación de Anzoátegui, convence a Miranda para que se valla con, él a
dirigir la Banda Oficial de aquel estado y así lo hace hasta
Que regresa a Ciudad Bolívar. Entonces, junto
Con José Maria Yelamo y Chicho Hernández, funda la orquesta “Juan Bautista
Dalla-Costa” para tocar en Ciudad Bolívar y fuera de ella en cines y compañía
de teatro. A la caída del 022222222Dictador, el nombre también es adoptado
oficialmente para la Banda del Estado que durante veinte años llego el de
Gómez.
Era
la época auroral de la Radio, un nuevo mercado para los músicos que también le
sirvió de mucho a la orquesta de Fitzí Miranda como director artístico de la
emisora Radio Bolívar, la cual fundo el 8 de mayo de 1937 junto con su socio
Pedro Elías Behrens.
La Banda del Estado, cuya dirección
provisional asumió Telmo Alameda a la caída de Gómez, la pone el Presidente del
Estado, Dr. Ovidio Pérez Agreda, en manos de Fitzí. Para evitar confusión le
pone el nombre de “Armonía y Unión” a la orquesta de su radio.
En
1944, la radio Bolívar suspende las emisiones y arrienda sus equipos a la
Diócesis para sacar al aire “la voz de Guayana” q inaugurada el Presidente del
Estado Mario Briceño Iragorri, fungía de director el Vicario Dámaso Cardozo y
de director artístico, el mismo Miranda. Fitzí había decidido entonces trabajar
con el PDN y por esa vía llego s ser el Presidente del Consejo Municipal en
1945.
En 1948 renuncia a la dirección de la Banda
Dalla-Costa y resuelve dedicarse con mayor ahínco a la pedagogía musical. Entre
el Liceo Peñalver, el Grupo Escolar Estado Miranda y la Escuela de Música
Carlos Afanador real repartió 40 años de labor profesional, al cabo de los
cuales fue objeto de un reconocimiento público.
A
raíz de la muerte de Monseñor Mejías, octubre de 1947, se extingue “La Voz de
Guayana” y reaparece Radio Bolívar con sus estudios instalados en la Biblioteca
Auditorio. Fitzí ha propiciado una nueva orquesta “Tropical Melody” que ejecuta
por primera vez el Solovox, un órgano que imita todos los instrumentos. Luego
conforma un circuito con Ecos del Orinoco y se instalan ambas emisoras en la
calle Dalla Costa. En 1955 la radio es
comprada por Antonio José Istúriz, quien la moderniza y reinaugura el primero
de octubre con la bendición de Monseñor Bernal.
En
1959, Fitzí Miranda vuelve a la Municipalidad como concejal electo en las
planchas de URD acompañado de René Vhalis y Germán González Seguías. El
Presidente es Luis Felipe Pérez Flores, electo en las planchas de AD.
Una
vez terminado su periodo de concejal se aleja de la política para continuar
ejerciendo de lleno la música como profesor, ejecutando de piano y compositor.
Compone y arregla pata piano 8 conciertos y 62 canciones que cubren las etapas
del romanticismo inicialmente y luego música de interpretación social con
“Lamento Minero”, tragedia Campesina y Tristeza del Indio.
En el género clásico sobresalen
Sinfonía Guayana, El Río Navegante (capricho sinfónico); Minue, en do sostenido
mayor y Misa de Requien en do menor. En 1947 obtuvo el primer premio al
musicalizar el poema “El Dulce Mal” de
Andrés Eloy Blanco en concurso organizado
por la revista “Elite” y la emisora Radio Caracas y en el participaron
300 compositores. Ese mismo año compuso la canción del Estudiante, dedicado a
Eutimio Rivas, quien resulto muerto en los trágicos sucesos del 36 en la
Universidad Central de Venezuela. Esta canción se convirtió en el Himno del
Liceo Peñalver, cuyo orfeón dirigías y con el cual ganó en Cumaná la Copa
Ministerio de Educación. También compuso
los himnos del Grupo Escolar Estado Mérida y Batallón Urdaneta.
Su último gran ensayo fue el Orfeón Cinético.
Los bolivarenses estaban en 1972 absorbidos por la transcendencia y obra de
Jesús Soto y se construía un Museo para sus creaciones cinéticas. Fitzí, quien
había nacido en la Parroquia Santa Ana lo mismo que soto, le dedica un
aguinaldo y, finalmente, aprovechando que el profesor Manuel Monsalve, director
regional de educación, concibe el
proyecto del Orfeón Cinético.
¿Una coral igual que las otras
corales? ¿Por qué, seguir los viejos moldes?. Pues bien, acepto la propuesta de
la Coral, pero tendrá que ser distinta a todas las corales. La Coral va
evolucionar conmigo como han evolucionado la pintura con Soto con todos
constructivista del siglo, decía.
Un buen día me llevo a su quinta
Norelsa en la avenida Táchira y entre las medallas y diplomas que tapizaban el
estudio me explico su proyecto, no sin antes recordar que los grandes pasos en
la música muchas veces tropezaron con epítetos burlescos. Mencionaba a Antonio
Estévez cuando quiso imponer su “microvibrofonía” que lo tildaron de “loco” y
al mexicano Julián Carrillo cuando estableció que en el intervalo del medio
tono se perdían ocho sonidos e ideó su sonido 13 que veinte años más tarde fue
confirmado por Tchaikovsky.
Pues bien, el Orfeón Cinético
que se propuso y con el cual hizo varias presentaciones podía interpretar
cuatro piezas musicales diferentes dentro de un tono armónico y equilibrado que
permitía captar loa giros de su correspondiente melodía.
Teníamos entonces un cinetismo
audible complementado en escena con las formas expresadas por los movimientos
danzantes de los integrantes del Orfeón.
En esta labor, el profesor
Miranda primeramente realizaba los arreglos armónicos y luego levantaba unos
planos o sonogramas. En esa oportunidad me mostró un monograma de los cuatro
primeros compases de un arreglo montado en el que se apreciaba el vals Sombra
en los Médanos penetrando las melodías de los valses Miosotas, Danubio Azul e
Ilusión.
Aquel Orfeón que vimos actuar
varias veces contaba de 38 personas con una docena de piezas montadas. Podía
actuar sin director y para Fitzí era una manera de popularizar la polifonía que
según, el estaba encasillada con reglas de cuatro siglos. De manera que a edad
septuagenaria aquel hombre de fácil palabra y ojos azules pretendía con su
coral cinética evolucionar el sistema en el arte de manejar las voces entre si,
sin temer al Diablo Cojuelo del tritono y otras trabas que escollan el libre
albedrío del músico.
Fitzí, además de su famoso
Orfeón Cinético, tuvo a su favor haber enseñado a tocar piano a cuatro manos
por medio del dibujo a dos sordomudos y concebido un método de alfabetización
musical para enseñar música en veinte lecciones.
Falleció el 24 de abril de 1978
y poco después Graciela, su eterna compañera, dedicada al arte de la pintura
y con la que tuvo cinco hijos, entre
ellos, José Rafael Mirandas, abogado, político y magistrado.
Muchas gracias por esta apreciable biografía de mi abuelo Fitzí Miranda. Me dio gusto leerla. Tengo excelentes recuerdos de él.
ResponderEliminarHola Javier. puede ponerse en contacto conmigo? es sobre la historia del profesor Fitzi. saludos!
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