martes, 15 de diciembre de 2015

J. F. REYES BAENA



Guayanés de una vasta trayectoria intelectual. Abogado, pedagogo, periodista y autor de una reconocida obra ensayística en la que abordó todos los temas de la realidad nacional. Director de la revista “Oriflama” y del diario “El Nacional” de Caracas, Director de la facultad de humanidades de la UCV  y premio Nacional de periodismo.

José Francisco Reyes Baena nació en Ciudad Bolívar en  1909, cuando el Orinoco entonces se hallaba desbordado desde el 23 de agosto que nivelo sus aguas con las de la laguna El Porvenir, cubriendo el techo de numerosas casas, otras hasta la mitad y sucesivamente aceras y pisos de las más altas. Total, unas 422 casas de la calle Venezuela, plaza farreras, el cañón, maturín, zarazas, el toro, barrio el remanso, calle urica, o isla del gato, solar de la aduana vieja, calle pilar, calle santa justa, barrio santa lucia, barrio la logia, barrio el pilón, calle 28 de octubre, calle santa rita, bario el chipolo, y calles el porvenir y Orinoco.
Buen presagio para quien nació el 31 de octubre, pues de acuerdo con la creencia sería, como un efecto lo fue, un hombre de inteligencia desbordada. Nació para vivir 79 años, pues falleció el primero de julio de 1988 “sin arteriosclerosis en las ideas y muchos menos en la pluma” como bien lo señaló en su oportunidad el periodista Francisco Salazar Martínez.
Estudio segundaria en el Colegio Federal de Guayana y  perteneció a la generación de guayaneses que junto a Héctor Guillermo Villalobos, Ricardo Archila, José Miguel Gómez Rangel, Juan Alberto Gambús, Jorge Figarella, Pablo Ruggeri, Hernán Meinhardt y Carlos Tinoco Rodil se distinguieron en el campo intelectual y democrático de la última década de la dictadura Gomecista.  Desde el centro estudiantil del colegio  le tocó dirigir la revista “Oriflama”, publicada mensualmente entre 1926 y 1928 y que no obstante su calidad puramente literaria, sirvió de respiradero a las ideas democráticas y antiimperialistas.
Se alejo de Ciudad Bolívar al dejar el colegio Federal para ingresar a la Universidad central de Venezuela en donde cursó y alcanzó el doctorado en ciencias políticas, al mismo tiempo deba clases en el colegio Andrés Bello. De aquí paso a fundar en calidad de director el liceo Fermín Toro donde sale para asumir la dirección del Ministerio de Educación entonces a cargo del director Rafael Vagas. Ese mismo año acepta la jefatura de provincia del diario “El Nacional” y dos años después se encarga de la dirección del mismo de puerto escondido al tiempo que cursa humanidades y educación hasta graduarse en la mención periodismo impreso formado parte de la primera promoción de esa escuela, junto a Aníbal Gómez, Francisco Camacho Barrios, Alarcón Fernández y Horacio Rivas Mijares. En 1957 deja la dirección del diario el nacional para ser equivalencia en algunas materias y graduarse de abogado. En 1958 tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez se incorporaba como docente en la Universidad Central de Venezuela llegando a ser decano de la facultad de humanidades.

Acepto la preposición de un grupo de colegas docentes para aspirar al rectorado de la máxima casa de estudios, seguro de que no contaría con los votos suficientes, pero para “!demostrar como es cierto que por encima de los méritos curriculares esta la voracidad de tipo partidista”.

No obstante su intensa actividad universitaria, nunca dejo de escribir en las columnas de los grandes rotativos nacionales: El Nacional, El Universal, Panorama, y la revista Semana, actividad que le mereció el premio nacional de Periodismo, mención opinión, en 1978. Entonces dijo: “es mucho lo que el periodismo puede aportar si resume la función denunciativa y reivindicativa que le toque ejerce”.

El premio le sirvió para renovar su compromiso para renovar su compromiso de continuar como escritor, ensayista, periodista, y pedagogo, como bien lo afirmó, “en una labor muy modesta, pero que aspiro a seguir ejerciendo con gran fervor. Es la contribución que puedo dar a la literatura, el periodismo y la educación, en una línea de reivindicación y de rescates de los valores inherentes al ser venezolano”.
Dejo una basta producción ensayística y literaria que abarca, entre otros títulos, Educación, política y humanismo y liberación nacional; dimensión de la identidad nacional; alienación y literaria de protesta; el niño en la psicología de Aníbal Ponce, orientación, profesiones y planeamiento educacional y paráfrasis de lo humano y lo distinto.

En el diario El Nacional mantuvo hasta su muerte (primero de febrero de 1988) un espacio de  la página Editorial distinguida con el Creyón donde abordaba los más diversos temas, incluyendo el biógrafo que recoge en su libro “32 figuras” publicadas en 1953, excepto del prólogo del libro “Jagüey” de Héctor Guillermo Villalobos y la nota biográfica de Hugo Pérez, publicada en el diario El Tiempo, con ocasión de quien fue su amigo y compañero.
Este libro biográfico resalta por Guayana las figuras de José Francisco de Miranda (Fitzí) y José Gabriel Machado. Del primero dice que fue un incansable ejecutante de toda clase de instrumentos musicales, un hombre de recuerdos propios que nació músico por poeta, por artista. Y del segundo que fue fiel a la tradición de hombría y sencillez que marcaron los hombres que le fueron contemporáneos.

Antes de morir efectuó su última visita a Ciudad Bolívar, invitado por la Asamblea Legislativa. Entonces señaló y habló críticamente como en el pasado era de navegable el río Orinoco en la mayor extensión de su curso acarreando toda clase de mercancía, comunicando y vitalizando  cada pueblo en un área de diez mil kilómetros cuadrados. Como Ciudad Bolívar o Angostura era el pueblo más importante del Orinoco con un comercio que cubría una línea fluvial y marítima que comprendía  Cumana, Margarita, la Guaira, Barcelona Trinidad, Las Antillas y se extendía el todo Apure, el Meta y Portuguesa, el Guaivire, Barinas, Mérida y muchos otros pueblo intermedios y con el Orinoco ha muerto y languidecen muchos pueblos en su trayecto. Se levantaba mientras de que otros grandes ríos como el Mississipi, el Volga, y el Rhin acarreaban hasta 20 millones de toneladas por año, el Orinoco seguía inútil, ocioso, improductivo en sus dos mil kilómetros de línea navegable y lo que lo mismo que ha pasado en nuestro país con el ferrocarril, ocurre con nuestro río padre. Ambos aplastados por el afán de lucro del capitalismo impuesto sobre el automóvil, el camión y los jest a propulsión como única alternativa de comunicación.


Juan Francisco Reyes Baena fue un humanista militante y en esa dirección estuvieron encausados sus escritores y lecciones. Afirmaba que “toda ciencia debería ser humanística, pues tanto las ciencias sociales como las experimentales tienen que orientarse hacia la eliminación de miseria y la ignorancia, la desigual distribución  de las riquezas y la aceleración del proceso de liberación de los pueblos”.

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