Guayanés de una vasta trayectoria intelectual. Abogado, pedagogo,
periodista y autor de una reconocida obra ensayística en la que abordó todos
los temas de la realidad nacional. Director de la revista “Oriflama” y del
diario “El Nacional” de Caracas, Director de la facultad de humanidades de la
UCV y premio Nacional de periodismo.
José Francisco Reyes Baena nació
en Ciudad Bolívar en 1909, cuando el
Orinoco entonces se hallaba desbordado desde el 23 de agosto que nivelo sus
aguas con las de la laguna El Porvenir, cubriendo el techo de numerosas casas,
otras hasta la mitad y sucesivamente aceras y pisos de las más altas. Total,
unas 422 casas de la calle Venezuela, plaza farreras, el cañón, maturín,
zarazas, el toro, barrio el remanso, calle urica, o isla del gato, solar de la
aduana vieja, calle pilar, calle santa justa, barrio santa lucia, barrio la
logia, barrio el pilón, calle 28 de octubre, calle santa rita, bario el
chipolo, y calles el porvenir y Orinoco.
Buen presagio para quien nació
el 31 de octubre, pues de acuerdo con la creencia sería, como un efecto lo fue,
un hombre de inteligencia desbordada. Nació para vivir 79 años, pues falleció
el primero de julio de 1988 “sin arteriosclerosis en las ideas y muchos menos en
la pluma” como bien lo señaló en su oportunidad el periodista Francisco Salazar
Martínez.
Estudio segundaria en el Colegio
Federal de Guayana y perteneció a la
generación de guayaneses que junto a Héctor Guillermo Villalobos, Ricardo
Archila, José Miguel Gómez Rangel, Juan Alberto Gambús, Jorge Figarella, Pablo
Ruggeri, Hernán Meinhardt y Carlos Tinoco Rodil se distinguieron en el campo
intelectual y democrático de la última década de la dictadura Gomecista. Desde el centro estudiantil del colegio le tocó dirigir la revista “Oriflama”,
publicada mensualmente entre 1926 y 1928 y que no obstante su calidad puramente
literaria, sirvió de respiradero a las ideas democráticas y antiimperialistas.
Se alejo de Ciudad Bolívar al
dejar el colegio Federal para ingresar a la Universidad central de Venezuela en
donde cursó y alcanzó el doctorado en ciencias políticas, al mismo tiempo deba
clases en el colegio Andrés Bello. De aquí paso a fundar en calidad de director
el liceo Fermín Toro donde sale para asumir la dirección del Ministerio de
Educación entonces a cargo del director Rafael Vagas. Ese mismo año acepta la
jefatura de provincia del diario “El Nacional” y dos años después se encarga de
la dirección del mismo de puerto escondido al tiempo que cursa humanidades y
educación hasta graduarse en la mención periodismo impreso formado parte de la
primera promoción de esa escuela, junto a Aníbal Gómez, Francisco Camacho
Barrios, Alarcón Fernández y Horacio Rivas Mijares. En 1957 deja la dirección
del diario el nacional para ser equivalencia en algunas materias y graduarse de
abogado. En 1958 tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez
Jiménez se incorporaba como docente en la Universidad Central de Venezuela
llegando a ser decano de la facultad de humanidades.
Acepto la preposición de un
grupo de colegas docentes para aspirar al rectorado de la máxima casa de
estudios, seguro de que no contaría con los votos suficientes, pero para
“!demostrar como es cierto que por encima de los méritos curriculares esta la
voracidad de tipo partidista”.
No obstante su intensa actividad
universitaria, nunca dejo de escribir en las columnas de los grandes rotativos
nacionales: El Nacional, El Universal, Panorama, y la revista Semana, actividad
que le mereció el premio nacional de Periodismo, mención opinión, en 1978.
Entonces dijo: “es mucho lo que el periodismo puede aportar si resume la
función denunciativa y reivindicativa que le toque ejerce”.
El premio le sirvió para renovar
su compromiso para renovar su compromiso de continuar como escritor, ensayista,
periodista, y pedagogo, como bien lo afirmó, “en una labor muy modesta, pero
que aspiro a seguir ejerciendo con gran fervor. Es la contribución que puedo
dar a la literatura, el periodismo y la educación, en una línea de
reivindicación y de rescates de los valores inherentes al ser venezolano”.
Dejo una basta producción
ensayística y literaria que abarca, entre otros títulos, Educación, política y humanismo y liberación nacional; dimensión de la
identidad nacional; alienación y literaria de protesta; el niño en la
psicología de Aníbal Ponce, orientación, profesiones y planeamiento educacional
y paráfrasis de lo humano y lo distinto.
En el diario El Nacional mantuvo
hasta su muerte (primero de febrero de 1988) un espacio de la página Editorial distinguida con el Creyón donde abordaba los más diversos
temas, incluyendo el biógrafo que recoge en su libro “32 figuras” publicadas en
1953, excepto del prólogo del libro “Jagüey” de Héctor Guillermo Villalobos y
la nota biográfica de Hugo Pérez, publicada en el diario El Tiempo, con ocasión
de quien fue su amigo y compañero.
Este libro biográfico resalta
por Guayana las figuras de José Francisco de Miranda (Fitzí) y José Gabriel
Machado. Del primero dice que fue un incansable ejecutante de toda clase de
instrumentos musicales, un hombre de recuerdos propios que nació músico por
poeta, por artista. Y del segundo que fue fiel a la tradición de hombría y
sencillez que marcaron los hombres que le fueron contemporáneos.
Antes de morir efectuó su última
visita a Ciudad Bolívar, invitado por la Asamblea Legislativa. Entonces señaló
y habló críticamente como en el pasado era de navegable el río Orinoco en la
mayor extensión de su curso acarreando toda clase de mercancía, comunicando y
vitalizando cada pueblo en un área de
diez mil kilómetros cuadrados. Como Ciudad Bolívar o Angostura era el pueblo
más importante del Orinoco con un comercio que cubría una línea fluvial y
marítima que comprendía Cumana,
Margarita, la Guaira, Barcelona Trinidad, Las Antillas y se extendía el todo
Apure, el Meta y Portuguesa, el Guaivire, Barinas, Mérida y muchos otros pueblo
intermedios y con el Orinoco ha muerto y languidecen muchos pueblos en su
trayecto. Se levantaba mientras de que otros grandes ríos como el Mississipi,
el Volga, y el Rhin acarreaban hasta 20 millones de toneladas por año, el
Orinoco seguía inútil, ocioso, improductivo en sus dos mil kilómetros de línea
navegable y lo que lo mismo que ha pasado en nuestro país con el ferrocarril,
ocurre con nuestro río padre. Ambos aplastados por el afán de lucro del
capitalismo impuesto sobre el automóvil, el camión y los jest a propulsión como
única alternativa de comunicación.
Juan Francisco Reyes Baena fue
un humanista militante y en esa dirección estuvieron encausados sus escritores
y lecciones. Afirmaba que “toda ciencia debería ser humanística, pues tanto las
ciencias sociales como las experimentales tienen que orientarse hacia la
eliminación de miseria y la ignorancia, la desigual distribución de las riquezas y la aceleración del proceso
de liberación de los pueblos”.
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