En El Callao el calipso es de ritmo contagioso.
Nadie se resiste. Cuando las danzas se desbordan y llega a su punto cúlmine, el
trance es de locura de carnaval. Baila gente de todos los colores y edades,
siguiendo ayer en cuerpo y alma y hoy solo en espíritu a la insigne y popular
Negra Isidora.
La Negra Isidora era alma y
líder de El Callao, pueblo sonde nació en 1923 y murió después del Carnaval de
1986, a la edad de 64.
Esta mujer calloense estuvo en
comunicación con su pueblo, acaso por su misma condición de telefonista, pues
cuando el artefacto de Graham Bell llego a las minas, lo pusieron a su cuidado.
Era muy joven entonces y ya se perfilada como líder de aquel pueblo minero
descendiente del habitante autóctono y criollo mezclado con inmigrantes
antillanos y franceses mediterráneo que llegaron a mediados del siglo
diecinueve, muchos después que los hispanos atraídos por el señuelo de El
Dorado que nunca pudo hallar Antonio de
Berrío ni menos del intruso caballero Sir Walter Raleigh.
El Callao acaso haya sido la
codiciada Manoa y, el Yuruari, aquel lago de lecho dorado donde aun se garzonea
el precioso metal. Porque en esa tierra yuruarense que se extiende hasta el
Cuyuní, hay oro de verdad, mucho más del que se llevaron los ingleses y
franceses por los puertos fluviales de San Félix y Cuidad Bolívar.
El oro está allí sembrado en la
granítica tierra milenaria y ha sido de todos los que han llegado, a la Goldfield , de la Guayana mines, de la Venezuela Austin ,
de la Winchester ,
de la Bolívar Hill ,
de la Mocupia
y de tantas otras empresas mineras extinguidas. Hoy lo explota el Estado
venezolano a través de CVG-Minerven, pero siempre se va cantando la canción del
que no vuelve.
El negro llegó y se fue
internando en las cavernas lúgubres y ni el anglicanismo, ni el luteranismo, ni
el catolicismo ni mucho menos el budú, han podido redimirlo del trabajo duro y
escasamente retribuido no obstante el esplendor de la dorada riqueza.
Pero más que ha la tierra hueca
por donde se escapa el oro de las vetas, lo atan las costumbres de sus
ancestros, con mayor fuerza el sonido de los hierros, del bumbac, el rayo y la
campanillas, el canto de Ambacail, Blody Man Down y tantas otras creaciones en
ingles o patois con acento de calipso como las que hicieron famosos al Negro
Kenton y Carlos Small.
El Callao se conoce más por su
música de comparsas que por sus penas que son muchas, pero quienes suelen
visitarlo, no quieren saber sino del calipso penetrado por elementos del merengue
al calor del cuatro, las bandolas y las maracas, pero con un balance que le
impide autoctonía, por lo que el extinto profesor Fitzí Miranda lo identificaba
con el original nombre de “merlipso” (mezcla de merengue y calipso).
El Callao es uno de los pocos
pueblo de Venezuela que a cada una de las fiestas tradicionales concurre gente
de todas partes, pero más durantes los tradicionales días del Carnaval, tal vez
porque todas tienen ese aire mágico y bullicioso dominado por el ritmo del
calipso con steel ban aunado a los ya mencionados instrumentos criollos.
No hay mucha diferencia entre las fiestas de
Carnaval, las patronales de Nuestra Señora del Carmen, las de navidad y año
nuevo y las que se obsequian al gobernante o ministro cuando inauguran alguna
obra de utilidad publica. Todas del mismo corte aderezadas con domplin, calalú,
acroe, banan pil, y entre trago y trago de ginyabié, (mezcla de jengibre,
cerveza y maíz) por las calles angostas, pero siempre anchas para comparsas
hasta de 200 personas como los otrora Exóticas y Vikingos.
Hasta 1986, Lucila Isidora Agnes
era carne y espíritu de las fiestas, pasión y dolor, ángel tutelar, hasta
madrina, la mujer que lo sabia todo, la panacea; sólo faltaba la barita mágica
para concretar los milagros.
Isidora existe hoy como existió
ayer, aún cuando se halla apagado su voz y el hermano negro llore sobre sus
cenizas como allá en el Congo lloraron o lloran a Patrice Lubumba.
“Todos son mis hijos” dijo una vez a este periodista
y es cierto. La Negra
Isidora no quiso tener hijos al calor del matrimonio porque
siendo soltera era la única manera de no tener preferencias. Su amor era de
todos y para todos, tanto más si había dolor, pena o miseria como la de la
silicosis que asedia los pulmones del minero.
Y todos buscaban a Isidora
porque Isidora era omnímoda. Lo abarcaba todo. No sólo garantizaba las fiestas
patronales, vestía y adornaba con flores a la virgen, no solo lideraba los reclamos, empuñaba la batuta de las
comparsas, amenazaba con quemar los tambores en las puertas del Congreso, los
calloenses querían abandonar el lar nativo, pero la Negra Isidora lo
evitó yendo hasta Miraflores a plantearle el asunto al Presidente Raúl Leoni.
Entonces se trajo un bagaje de esperanzas que pronto materializaron y le dieron
aliento al pueblo. Las cosas comenzaron a cambiar y no por ello dejó de estar
sobre el sucesor Rafael Caldera y su ministro Pérez La Salvia , menos cuando le tocó
a Carlos Andrés Pérez prolongar su tremenda caminata por el distrito minero. Su
jefe de relaciones públicas era el colega Juvenal Herrera, quien influyó bastante ante Leopoldo Sucre
Figarella para que Minerven fuese una empresa más de la CVG.
El Callao ahora tiene vida y es
un municipio autónomo. Los molinos están activos y desde un pozo de 500 metros de
profundidad, cavado en la roca viva, se sigue las vetas que en un año han dejado en el mercado hasta 3.500 kilos de
oro.
El Callao, como ave fénix,
resurgió de sus cenizas y de este resurgimiento luego de la disolución de la Compañía Minera de
El Callao que administró con mucho, éxito el corso Antonio Luccioni y del fracaso o quiebra de la Mocca , los calloenses no
querían debérselo a los partidos políticos sino al calipso porque la Negra Isidora que
fue fundadora del PCV, regazo de Pompeyo Márquez en la clandestinidad, así lo
decidió en su mejor momento, inspirada en ese constante diálogo que siempre
sostuvo con la estatua de Simón Bolívar.
Temprano cuando se levantaba y
abría la puerta de su casa, le hacia la venia al Libertador y le daba los
buenos días.
El estante de Bolívar sobre un
pedestal de mármol lleno de frases heroicas, en la modesta plaza del pueblo,
mira directo al poniente y no al oriente como ella quería que fuese.
Por eso- me dijo una vez- tengo
la obligación de levantarme y darle los buenos días ya que no se lo puede dar
el Sol.
La estatua hecha en Italia por
J. Robert permanece allí en esa
posición, desde que el General Julio Sarría era Presidente del Estado Bolívar:
Mandaba Cipriano Castro desde Caracas y el capitán Ramón Cecilio Farreras estaba
a punto de alzarse para pasarse a la Revolución Libertadora.
La Negra Isidora no había nacido
cuando eso, lo refería porque se lo oía decir a su madre que era de Santa Lucia
de las Antillas y a su padre Martiniqueño, mezcla de ingles y francés que se
dio en el Callao al calor de las fabulosas vetas. De la unión nacieron tres
hembras y un varón qué falleció antes que ella.
Con esos antillanos y muchos
otros de la misma isla y de otra isla que llegaron antes y después, vinieron a
esta tierra del oro los tambores del calipso. Trajeron tambores grandes y
pequeños, el bumbác, el rayo y otros hierros que los nativos reforzaron con el
cuatro y las maracas.
En El Callao hubo y existen
varios grupos, entre ellos, Renovación, Onda Nueva, Brisas del Yuruari que se
distingue con las comparsas de la Asociación porque bailan el calipso brasilero
y el venezolano-.brasilero. El calipso de la Asociación es más autentico, más
conservador, y en cuanto a los compositores tradicionales Kenton San Bernard,
Carlos Small y Lourdes Basanta. En el Carnaval levantan una gran carpa y los
beneficios se convierten en becas para que los jóvenes puedan lograr mejores
oportunidades de estudio.
Ididora jamás acepto mezclar los
tambores con la política y protesto cuando el grupo Onda Nueva se cuadró con
Luis Herrera y no usaba sino boinas verdes. Argumentaban que ella era una Adeca
desde PND y jamás su partido consiguió que le tocaran sus tambores “porque mis
tambores no son políticos y en mis comparsas danzan adecos, copeyanos, urredistas,
comunistas, masistas, y los venezolanos todos juntos”, solía decir:
Aunque adeca, una vez la tildaron de “perezjimenista”
porque declaró que “el único presidente que hizo bastante por el Callao fue
Pérez Jiménez: el puente, las calles, el Grupo scolar, la iglesia”.
Por eso fue que le regalaron el
cuadro de Michelena? Le pregunte en esa ocasión y respondió:
-Yo siempre me ocupé a esa donación y tanto
que cuando cayó la Dictadura ,
yo y Juvenal Herreras fuimos a Caracas y recuperamos el cuadro de Miranda,
pintado por Michelena. “por que, había que regresárselo a Pérez
Jiménez si esa obra fue donada hace más de 80 años por un comerciante corso?
Desde entonces el cuadro del
Generalísimo se halla de vuelta en El Callao esperando por su restauración,
pues el tiempo de más de un siglo hoy, ha afectado su textura original, al
igual que el calipso de Negra Isidora, Carlos Small y Kenton San Bernard.
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