martes, 8 de diciembre de 2015

LA NEGRA ISIDORA


En El Callao el calipso es de ritmo contagioso. Nadie se resiste. Cuando las danzas se desbordan y llega a su punto cúlmine, el trance es de locura de carnaval. Baila gente de todos los colores y edades, siguiendo ayer en cuerpo y alma y hoy solo en espíritu a la insigne y popular Negra Isidora.

La Negra Isidora era alma y líder de El Callao, pueblo sonde nació en 1923 y murió después del Carnaval de 1986, a la edad de 64.

Esta mujer calloense estuvo en comunicación con su pueblo, acaso por su misma condición de telefonista, pues cuando el artefacto de Graham Bell llego a las minas, lo pusieron a su cuidado. Era muy joven entonces y ya se perfilada como líder de aquel pueblo minero descendiente del habitante autóctono y criollo mezclado con inmigrantes antillanos y franceses mediterráneo que llegaron a mediados del siglo diecinueve, muchos después que los hispanos atraídos por el señuelo de El Dorado que nunca pudo hallar  Antonio de Berrío ni menos del intruso caballero Sir Walter Raleigh.

El Callao acaso haya sido la codiciada Manoa y, el Yuruari, aquel lago de lecho dorado donde aun se garzonea el precioso metal. Porque en esa tierra yuruarense que se extiende hasta el Cuyuní, hay oro de verdad, mucho más del que se llevaron los ingleses y franceses por los puertos fluviales de San Félix y Cuidad Bolívar.

El oro está allí sembrado en la granítica tierra milenaria y ha sido de todos los que han llegado, a la Goldfield, de la Guayana mines, de la Venezuela Austin, de la Winchester, de la Bolívar Hill, de la Mocupia y de tantas otras empresas mineras extinguidas. Hoy lo explota el Estado venezolano a través de CVG-Minerven, pero siempre se va cantando la canción del que no vuelve.

El negro llegó y se fue internando en las cavernas lúgubres y ni el anglicanismo, ni el luteranismo, ni el catolicismo ni mucho menos el budú, han podido redimirlo del trabajo duro y escasamente retribuido no obstante el esplendor de la dorada riqueza.

Pero más que ha la tierra hueca por donde se escapa el oro de las vetas, lo atan las costumbres de sus ancestros, con mayor fuerza el sonido de los hierros, del bumbac, el rayo y la campanillas, el canto de Ambacail, Blody Man Down y tantas otras creaciones en ingles o patois con acento de calipso como las que hicieron famosos al Negro Kenton y Carlos Small.

El Callao se conoce más por su música de comparsas que por sus penas que son muchas, pero quienes suelen visitarlo, no quieren saber sino del calipso penetrado por elementos del merengue al calor del cuatro, las bandolas y las maracas, pero con un balance que le impide autoctonía, por lo que el extinto profesor Fitzí Miranda lo identificaba con el original nombre de “merlipso” (mezcla de merengue y calipso).

El Callao es uno de los pocos pueblo de Venezuela que a cada una de las fiestas tradicionales concurre gente de todas partes, pero más durantes los tradicionales días del Carnaval, tal vez porque todas tienen ese aire mágico y bullicioso dominado por el ritmo del calipso con steel ban aunado a los ya mencionados instrumentos criollos.

No hay  mucha diferencia entre las fiestas de Carnaval, las patronales de Nuestra Señora del Carmen, las de navidad y año nuevo y las que se obsequian al gobernante o ministro cuando inauguran alguna obra de utilidad publica. Todas del mismo corte aderezadas con domplin, calalú, acroe, banan pil, y entre trago y trago de ginyabié, (mezcla de jengibre, cerveza y maíz) por las calles angostas, pero siempre anchas para comparsas hasta de 200 personas como los otrora Exóticas y Vikingos.

Hasta 1986, Lucila Isidora Agnes era carne y espíritu de las fiestas, pasión y dolor, ángel tutelar, hasta madrina, la mujer que lo sabia todo, la panacea; sólo faltaba la barita mágica para concretar los milagros.
Isidora existe hoy como existió ayer, aún cuando se halla apagado su voz y el hermano negro llore sobre sus cenizas como allá en el Congo lloraron o lloran a Patrice Lubumba.

“Todos son mis hijos” dijo una vez a este periodista y es cierto. La Negra Isidora no quiso tener hijos al calor del matrimonio porque siendo soltera era la única manera de no tener preferencias. Su amor era de todos y para todos, tanto más si había dolor, pena o miseria como la de la silicosis que asedia los pulmones del minero.

Y todos buscaban a Isidora porque Isidora era omnímoda. Lo abarcaba todo. No sólo garantizaba las fiestas patronales, vestía y adornaba con flores a la virgen, no solo lideraba  los reclamos, empuñaba la batuta de las comparsas, amenazaba con quemar los tambores en las puertas del Congreso, los calloenses querían abandonar el lar nativo, pero la Negra Isidora lo evitó yendo hasta Miraflores a plantearle el asunto al Presidente Raúl Leoni. Entonces se trajo un bagaje de esperanzas que pronto materializaron y le dieron aliento al pueblo. Las cosas comenzaron a cambiar y no por ello dejó de estar sobre el sucesor Rafael Caldera y su ministro Pérez La Salvia, menos cuando le tocó a Carlos Andrés Pérez prolongar su tremenda caminata por el distrito minero. Su jefe de relaciones públicas era el colega Juvenal Herrera,  quien influyó bastante ante Leopoldo Sucre Figarella para que Minerven fuese una empresa más de la CVG.

El Callao ahora tiene vida y es un municipio autónomo. Los molinos están activos y desde un pozo de 500 metros de profundidad, cavado en la roca viva, se sigue las vetas que en un año  han dejado en el mercado hasta 3.500 kilos de oro.

El Callao, como ave fénix, resurgió de sus cenizas y de este resurgimiento luego de la disolución de la Compañía Minera de El Callao que administró con mucho, éxito el corso Antonio Luccioni  y del fracaso o quiebra de la Mocca, los calloenses no querían debérselo a los partidos políticos sino al calipso porque la Negra Isidora que fue fundadora del PCV, regazo de Pompeyo Márquez en la clandestinidad, así lo decidió en su mejor momento, inspirada en ese constante diálogo que siempre sostuvo con la estatua de Simón Bolívar.

Temprano cuando se levantaba y abría la puerta de su casa, le hacia la venia al Libertador y le daba los buenos días.

El estante de Bolívar sobre un pedestal de mármol lleno de frases heroicas, en la modesta plaza del pueblo, mira directo al poniente y no al oriente como ella quería que fuese.

Por eso- me dijo una vez- tengo la obligación de levantarme y darle los buenos días ya que no se lo puede dar el Sol.

La estatua hecha en Italia por J. Robert  permanece allí en esa posición, desde que el General Julio Sarría era Presidente del Estado Bolívar: Mandaba Cipriano Castro desde Caracas y el capitán Ramón Cecilio Farreras estaba a punto de alzarse para pasarse a la Revolución Libertadora.

La Negra Isidora no había nacido cuando eso, lo refería porque se lo oía decir a su madre que era de Santa Lucia de las Antillas y a su padre Martiniqueño, mezcla de ingles y francés que se dio en el Callao al calor de las fabulosas vetas. De la unión nacieron tres hembras y un varón qué falleció antes que ella.

Con esos antillanos y muchos otros de la misma isla y de otra isla que llegaron antes y después, vinieron a esta tierra del oro los tambores del calipso. Trajeron tambores grandes y pequeños, el bumbác, el rayo y otros hierros que los nativos reforzaron con el cuatro y las maracas.

La Negra Isidora fue presidenta de la Asociación de Amigos de Calipso que consta de una comparsa de 200 personas luciendo cada año disfraces distintos, inicia su danza el 24 de diciembre para darle las felices pascuas al pueblo. Igual ocurre el primero de enero y de allí cada domingo hasta el martes de Carnaval. El resto del año suele aceptar invitaciones para participar en acontecimientos feriales y patronales de otros Estados.

En El Callao hubo y existen varios grupos, entre ellos, Renovación, Onda Nueva, Brisas del Yuruari que se distingue con las comparsas de la Asociación porque bailan el calipso brasilero y el venezolano-.brasilero. El calipso de la Asociación es más autentico, más conservador, y en cuanto a los compositores tradicionales Kenton San Bernard, Carlos Small y Lourdes Basanta. En el Carnaval levantan una gran carpa y los beneficios se convierten en becas para que los jóvenes puedan lograr mejores oportunidades de estudio.

Ididora jamás acepto mezclar los tambores con la política y protesto cuando el grupo Onda Nueva se cuadró con Luis Herrera y no usaba sino boinas verdes. Argumentaban que ella era una Adeca desde PND y jamás su partido consiguió que le tocaran sus tambores “porque mis tambores no son políticos y en mis comparsas danzan adecos, copeyanos, urredistas, comunistas, masistas, y los venezolanos todos juntos”, solía decir: 

Aunque adeca,  una vez la tildaron de “perezjimenista” porque declaró que “el único presidente que hizo bastante por el Callao fue Pérez Jiménez: el puente, las calles, el Grupo scolar, la iglesia”. 

Por eso fue que le regalaron el cuadro de Michelena? Le pregunte en esa ocasión y respondió:

 -Yo siempre me ocupé a esa donación y tanto que cuando cayó la Dictadura, yo y Juvenal Herreras fuimos a Caracas y recuperamos el cuadro de Miranda, pintado por Michelena. “por que, había que regresárselo a Pérez Jiménez si esa obra fue donada hace más de 80 años por un comerciante corso?

Desde entonces el cuadro del Generalísimo se halla de vuelta en El Callao esperando por su restauración, pues el tiempo de más de un siglo hoy, ha afectado su textura original, al igual que el calipso de Negra Isidora, Carlos Small y Kenton San Bernard.


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